¿Cuándo el agua alcanza la mitad exacta, el vaso está medio lleno o medio vacío? ¿Cuándo es ahora? ¿Cómo sería nuestra vida si lo que pasó no hubiera pasado?...
A veces, si no siempre, uno de los síntomas que acompañan a cualquier tipo de trastorno mental es la dificultad para entender a los demás y la sensación de que nadie nos entiende. Con alta probabilidad se darán ambas posiciones a la vez en determinadas situaciones disfuncionales.
Efectivamente, cuando una persona se encuentra atrapada en sus enredos emocionales y expresa este sufrimiento mediante un síntoma (fobia, depresión, alteraciones alimentarias, adicciones, conductas pasivo/agresivas, etcétera) le es muy difícil –si no imposible- salir de su propia posición monotemática para entender a quien está enfrente o a su lado. De manera complementaria, es muy posible que él mismo se sienta incomprendido por los demás en su propio padecimiento.
Y finalmente, es posible también que los que le rodean no entiendan por qué el paciente identificado hace lo que hace y dice lo que dice. Este juego, este circuito, forma parte del problema e incluso lo sostiene. Por esto, cambiar aunque sea levemente el rumbo hacia posturas menos dogmáticas nos puede ayudar a salir del bucle de la incomunicación.
Dudar un poco de las propias posiciones personales es un buen ejercicio que puede ayudarnos a mantener despierta nuestra capacidad de comprender y sentir al otro (empatía). Sin embargo, si usted es de los que piensan que todo está claro como el agua (blanco/negro; tóxico/saludable; grande/pequeño; arriba/abajo; enfermo/sano; verdadero/falso) intente responder a alguna de estas preguntas líquidas: ¿El mundo es grande o es pequeño? ¿Dónde está el Sur? ¿Cuándo el agua alcanza la mitad exacta, el vaso está medio lleno o medio vacío? ¿Cuándo es ahora? ¿Cómo sería nuestra vida si lo que pasó no hubiera pasado?...
A veces, da la impresión de que no todo está tan claro como parece.
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