Constantina, llamada Tina, casada con un minero es rapada por la policía. Obra de Eduardo Arroyo.
Constantina, llamada Tina, casada con un minero es rapada por la policía. Obra de Eduardo Arroyo.

Definitivamente, España es diferente. Lo dijo el político franquista-demócrata Manuel Fraga y, como símbolo de la pervivencia sociológica actual de la dictadura, sigue siéndolo. Lo digo por dos hechos que están definiendo la situación de estas últimas semanas. Uno es el olvido, ocultamiento, de lo que el estado español cuenta realmente en lo que se suele llamar el concierto internacional. El otro es la mocorroñez de la derecha en aceptar la necesidad de políticas socialdemócratas, siquiera keynesianas, para que la mayoría de la población salga lo menos mal parada posible de la situación. Lo que se pretende, ni más ni menos, es un “cambio de régimen” dice el presidente del PP.

Que este país de países es una “potencia” no de segundo orden sino de tercero o cuarto está quedando al descubierto de forma brutal durante estos días. En Andalucía sabemos bien en qué se plasma. Desde la “gracia” y el “arte” natural y universal de los indígenas de la tierra, hasta las consideraciones despectivas (acento, cultura, actitudes, etc.) del “ser” andaluz, pasando por la consideración económica colonial de su territorio y sus habitantes. Ya saben sol, playa y “calidad” de vida. Siempre desde la dependencia y la subordinación. Basta con trasponer al estado español estos elementos para definir el panorama en el que se encuentra internacionalmente.

Insisto en que me llama la atención en que, para entender la reacción internacional sobre España estas semanas, pocas veces se ha hecho referencia a su subordinación. Apenas algunas cuando se ha puesto de manifiesto de forma brutal, como en el caso de la negativa de los estados del “norte” (entrecomillado porque no es una mera indicación geográfica) europeo a arrimar el hombro en la salida a la situación. La respuesta ha sido, el retorno de los PIGS. Incluso en este caso se ha enfatizado más en que la población hispana iba a perder la confianza en la Unión Europea. Todavía están sonriendo en las covachuelas de Bruselas, Estrasburgo y, para qué decir, alemana u holandesa.

El segundo hecho es la insistencia en que las moderadas medidas sociales adoptadas por el gobierno del PSOE-Podemos significan un “cambio de régimen”. Por supuesto hacia un régimen marxista, bolivariano al que, posiblemente, dentro de poco, se le sume lo de la conspiración judeo masónica. No debería extrañarnos en el estado que se ha trasmitido directamente de la única dictadura no derrocada tras la Segunda Guerra Mundial (otro ejemplo del papel secundario de Hispania). Pero, creo, que es un hecho que trasciende al corto plazo. Bueno, es una forma de hablar de una dictadura y una democracia vigilada que comprenden ya más de ochenta años.

El mundo reaccionario español, el político y cultural, no ha logrado integrar, sino de una forma muy imperfecta, siquiera la disolución del Antiguo Régimen. Ni a escala simbólica. Frente a los masonazos de las Cortes de Cádiz sus referentes son Don Pelayo, los Reyes Católicos, el abate Panduro, Fray Beato Diego de Cádiz, los Tercios Viejos, el control eclesial de la sociedad (educación, referencias éticas) y un liberalismo económico y social identificado con las relaciones de servidumbre feudales. El resultado es que para los conservadores españoles Keynes es un peligroso marxista y que la explotación de la población por unos cuantos es una ley natural universal inamovible cuyo cuestionamiento, “cambio de régimen”, es castigado, como mínimo, con el purgatorio si no es preciso el infierno.

Se trata por tanto de algo más que una pose propagandística, de un recurso de noticia falsa a la que tan aficionados son. Es algo peor. Es su incapacidad estructural para aceptar cualquier cambio, por necesario que sea, aunque sea para dejar las cosas tal como están. Los últimos doscientos años de la historia de esta estado así lo demuestran. Siempre que ha existido una posibilidad de transformación desde el interior ha sido ahogada y, en todo caso, ha sido aceptada por imposición foránea. Ahora la reacción está siendo la misma.

A la derecha hispana debe parecerle que el desmantelamiento de la sanidad y la educación estatal no tienen nada que ver con la capacidad de respuesta ante pandemias como la que atravesamos. Que las UCI se las llevaron a los domicilios de los jerifaltes podemitas. Que utilizar los préstamos para los efectados es sobre todo una oportunidad de negocio. ¡Qué para eso está la banca! El lector podría añadir ejemplos y ejemplos.

A veces, y yo me incluyo, hemos olvidado que la derecha española (política, empresarial y social) todavía no ha hecho la transición de la victoria a la concordia. Que cualquier consenso para por aceptar sus planteamientos y punto. Que cuando les toca pagar lo debemos hacer todos, por supuesto sin tocar sus beneficios. Siquiera que lleguen a perder algo.

Da miedo y, o ponemos pie en pared y reactivamos a la sociedad o negros y malos tiempos nos esperan.

Este artículo se publicó originalmente en Portal de Andalucía.

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