Alameda de Cádiz, en una imagen de archivo.
Alameda de Cádiz, en una imagen de archivo.

Que soy calvo, me dicen mucho para buscar las cosquillas. Yo, en cambio, me veo algunos pelos todavía. Soy currante, soy la risa de mi madre, la queja de mi padre, los pasos a trompicones en las primeras carreras de mi sobrino y esas reivindicaciones inocentes y feministas de mis sobrinas.

Soy mi calle, las madrugadas húmedas de mi ciudad, el relente en laesquina, el sol de agosto. Soy las escalerillas del Alberti, los amaneceres en la playa, las tardes en San Mateo, La Curva de Segunda Aguada y el vecino que protesta porque han puesto un salón de juegos en mi barrio, que es obrero, y llena de miseria y engaño la juventud.

Soy un partido de fútbol y las ganas de jugarlo, soy un vaso, de whiski aunque sea antiguo, y con quien lo comparto. Soy el alivio de mis amigos porque el peque, recién nacido, crece con salud. Soy decepciones e ilusiones. Soy las noches -como esta- que no concilio el sueño y me pongo a escribir en el móvil.

Soy ayer, y mañana, la barriga de mi compañera, que espera la vida, y soy pedazos también de ella. Soy esa patada contra el vientre que reclama espacio, soy sus nervios y sus preocupaciones. Soy mis dudas y las ganasde verle crecer. Soy el piso de estudiantes, el primer recuerdo, las rodillas raspadas y el yeso en la muñeca. Soy Cádiz, Sevilla, Bilbao. Andaluz, vasco y -no sé ni el porqué- una mijita gallego.

Soy lo que quiero. Soy lo que aspiro. Soy las ganas de otro mundo. Más justo, más igualitario, más humano y menos egoista. Soy lo que no quiero ser: un chalé en Galapagar. Aun así, soy mis contradicciones.

Soy diversa. Soy heterogénea. Sí, acabado en a, por qué no. Soy muchas cosas que no caben y no sé.

Por eso no permito, ni me gusta, que ese supremacismo rancio, que quieren dibujar amable, me reduzca a uno solo. Por eso no me gusta que sólo me vean español. Por eso detesto y me hierve la sangre que intenten comparar las identidades a la corrupción. Para prohibirla y deslegitimarlas. Para deteriorar el sentimiento por debajo del ladrón: "ni populistas ni independentista", mejor rateros. Que intenten arrinconar, que intenten imponer, que intenten liquidar con disimulo.

Y, por eso, me desahogo. Y dejo constancia. Porque nunca se sabe, no esla primera vez, y lo mismo un día -de tanto odio- no puedo ser. Y yo, entonces, quisiera recordar que fui. Y que seré. Por supuesto que seré.

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