¿Por qué mi hijo me pega?

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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No permitamos el chantaje emocional, la manipulación, el maltrato psicológico, y quizás, sólo quizás, dejaremos de ver este tipo de noticias en los periódicos.

El panorama pinta desolador. Profesores impotentes, familias divididas en dos,  padres desencajados por el dolor... Cuando un adolescente sale a la luz pública por un caso de agresión, los juicios de valor son una apuesta segura. Resulta casi ético señalarlo como el culpable. Y es que hoy en día la juventud no tiene respeto por nada y a mi edad estas cosas no pasaban, ¿cierto? Pero hagamos el ejercicio de la retrospección y remontémonos a las causas que originan tales situaciones.

Sin duda, si pensamos en agresiones por menores, las primeras palabras que se nos vienen a la mente son las de familias desestructuradas, barrios marginales, padres con adicción... Sin embargo, hoy en día podemos hablar de otro tipo de desestructuración, la de niños usados como moneda de cambio en los procesos de divorcio, la de abuelos que ya no son capaces de ejercer como padres y a los que se les hace responsable de la educación de sus nietos, con la permisividad como bandera...

Y ahí reside el problema. La educación con DERECHO A. Con derecho a tener todo lo que quiero. Con derecho a no sentirme inferior a mis amigos por no tener el último modelo de teléfono móvil, con derecho a salir a la hora que quiera, a tener los últimos juegos de consola... ¿Quiénes son los culpables de esta situación? ¿Los niños? ¿o los padres?

No podemos educar en la compensación. No podemos recompensar a nuestros hijos por algo que para ellos es un deber, una obligación. Porque entonces instauramos una serie de normas en casa, pero no las que nos gustarían. Debemos establecer los límites, marcar los roles de padres e hijos, hacerles entender que para cada decisión hay una consecuencia. Que los privilegios se consiguen mediante el esfuerzo y no mediante los gritos y los portazos.

No creemos una generación de déspotas. Eduquemos mejor en una buena gestión de la frustración. Que acepten el no, que convivan con él. Desarrollemos su inteligencia emocional para que sepan aceptar que no siempre van a obtener lo que ellos quieren. No permitamos el chantaje emocional, la manipulación, el maltrato psicológico, y quizás, sólo quizás, dejaremos de ver este tipo de noticias en los periódicos.

Volvamos a los orígenes, volvamos a ser padres.

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