¿Por qué es importante la memoria histórica en la actualidad?

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14 de enero de 2017 a las 00:55h

Cuando hablamos de recuperar todo el patrimonio histórico y bibliográfico de aquellas personas, entidades, sociedades e ideologías que se perdieron durante la Guerra Civil y el franquismo, muchas personas lo toman como un nuevo enfrentamiento.

Cuando hablamos de recuperar todo el patrimonio histórico y bibliográfico de aquellas personas, entidades, sociedades e ideologías que se perdieron durante la Guerra Civil y el franquismo, muchas personas lo toman como un nuevo enfrentamiento, como una rememoración a la batalla entre dos bandos de tan diferente postura. Sienten la señal de alarma, idéntica a la que se sintió en aquellos tiempos cuando estalló la guerra.

No más lejos de la realidad. Lo cierto es que no se trata de utilizar la memoria histórica como un arma arrojadiza que abra nuevamente heridas, ni como una venganza hacia los que ganaron la guerra. Ni siquiera se trata de una querella entre bandos. No existen los bandos, realmente nunca existieron, hasta que ocurrió el golpe de Estado. España siempre ha sido muy heterogénea, pero el problema no fue éste. Más bien, el problema fue la obsesión de querer homogeneizarlo todo bajo un mismo estandarte… Pero, ¿qué problema hay en la diversidad? El problema está en la imposición de ideas mediante la fuerza, no en el debate ni desacuerdo de éstas. Aunque quizá, muchos prefieran a un cabecilla que imponga las suyas, para así no tener que plantearse cuál es la más afín o idónea a sus ideales. Quizá muchos no quieran aportar nada, simplemente estar en manos de alguien con tal de estar más cómodos. Pero esa inopia a menudo pide un precio bastante alto, como se pidió durante la dictadura.

Durante la Guerra Civil, algunas personas ni siquiera tenían una ideología definida. Les tocó en un sitio y a su hermano en otro… y tuvieron que asesinarse. Sin ánimo de hurgar en la llaga nuevamente, ¿quiénes fueron los causantes de la Guerra Civil? ¿Hubiese habido guerra si no hubiese habido golpe de Estado? Son preguntas muy obvias, pero a muchas personas les hace falta plantearse esto de la siguiente manera: vayamos por un momento a nuestra historia más reciente, a la guerra de Irak del año 2003. ¿Cuántos españoles nos manifestamos, por aquel entonces en el Gobierno de Aznar, en contra de la guerra? Y sin éxito alguno. Aún recuerdo cuando iba andando por la calle y podía encontrarme, meses después de las manifestaciones, a personas con una pegatina en su pecho que decía: NO A LA GUERRA. Defendimos el derecho fundamental de todas esas personas de Irak y también de todos los militares que tendrían que ir allí desde nuestro país. Sin embargo esto no bastó para salvarles la vida. Una vez EE.UU entró en su país, lo único que podía salvarles era defenderse. Para salvar a su hijo, a su esposa, a su hermano… tendrían que luchar. ¿O iban a quedarse de brazos cruzados mientras entraban en sus casas y los acribillaban?

Lo mismo ocurrió aquí. En toda guerra las personas se radicalizan, incluso las que pueden ser más demócratas. Algunas se aprovechan de la situación y desfogan su violencia o procuran obtener cualquier tipo de beneficio a costa de otros. Otras se defienden como bien pueden o se apartan. Algunas se convierten en fanáticos y ni siquiera se plantean por qué están luchando por lo que están luchando. Otros, tienen la mala suerte de caer en el lugar equivocado, en el bando erróneo, aquel que va contra sus principios. Pero una cosa es bien cierta, en las guerras, se sobrevive. No siempre se pude huir, pero es la opción que muchos hubieran deseado. Creo que quitar una vida es el último recurso que se tiene. ¿Quién estuvo dispuesto a quitarla primero? Los que dieron el golpe de Estado…

El golpe de Estado nos obligó a defendernos de los nacionales que entraban en las casas de todo el que pensara diferente. No olvidemos que no era una simple guerra por los recursos. Se trataba de una limpia ideológica. Para comprobar que esto es cierto, no hay más que mirar la opinión de las personas que viven ahora en nuestra sociedad… y comprobaremos que a muchas, todo esto de la memoria histórica, de la república… les da un tremendo asco, miedo, vergüenza, incluso les produce odio y rechazo.

Efectivamente, muchos ‘rojos’ mataron a muchos nacionales. Muchos fueron extremadamente radicales y violentos. Pero no todos, sin excepción ninguna, lo fueron. Cuando defendemos la ley de memoria histórica no defendemos a este tipo de personas que se radicalizaron. Defendemos que se reconozca la memoria de aquellos que fueron inocentes y se recuerden los valores sociales de los que las personas podían disfrutar durante la II República. Defendemos que se sepa quién de aquellos fueron injustos, sean nacionales o republicanos. Pero si miramos nuestro país, veremos que en este sentido estamos bastante descompensados. Las cosas están prácticamente del revés. A los que intentaron mantener sus derechos se les ajustició durante el franquismo. Y a los verdugos se les condecoró. Se utilizó el extremismo de una parte de los republicanos para justificar la violencia del otro bando contra la democracia y la posterior tiranía.

El problema de raíz no fue solamente la guerra. En las guerras a menudo se pierden los principios. Es una situación extrema, olvidamos por qué estamos ahí. Lo que tenemos que reconocer y rectificar es la posterior imposición de la dictadura, la censura y la violencia que se ejerció durante este tiempo, indiscriminadamente a republicanos y a nacionales. El pueblo pasó hambre, frío, no pudo manifestarse ni expresar sus ideas, ni quejarse ante lo que le disgustaba. No pudo reclamar a los familiares que fueron arrestados, torturados y asesinados. Ni siquiera, hoy día, han podido. Nos guste o no la II República, no hay más remedio que reconocer que dimos un amplio paso hacia atrás en derechos sociales. Sobre todo las mujeres.

Es importante reequilibrar la balanza de lo que ocurrió. No para vencer la batalla perdida, sino para tener una sociedad más justa. Reconocer al otro bando, al perdedor, reconocer a todas las personas que existieron e hicieron una aportación en su momento. Podemos hablar de la historia de Primo de Rivera, de Franco… pero también estaría bien hablar de la historia de muchos otros que representaban otro tipo de valores que también hubo en nuestro país. Es necesario conocer que había otra forma de vivir la política, la justicia, la educación… otra forma de vivir en sociedad y que era válida, incluso más sana e igualitaria. Ahora sólo estamos contando la historia desde un punto de vista unilateral e incluso, radical e inhumano. Y de una forma muy poco honesta.

A nivel histórico, esta es la razón por la que debemos poner las cosas en su sitio, sacar a la luz toda la información, sólo eso. La situación que tenemos con nuestra historia es muy parecida a las relaciones de maltrato. El maltrato que se ejerció durante el franquismo sigue en silencio y los que lo propiciaron se exaltan cada vez que alguien exige justicia o simplemente se decide a exponer abiertamente la otra cara de la moneda. No se trata de imponer una ideología sobre otra, sino de respetar y reconocer la contraparte que también existió. Es una cuestión de equidad, no de rivalidad. Aunque esto no suele percibirse así. Muchas personas se sienten amenazadas frente a esto porque piensan que significa que se les pagará con la misma moneda. Pero no es así. Es propio de los verdugos acallar y prohibir tratar determinados temas, aquellos donde saben que se equivocaron o no obraron bien. No quieren responsabilidades. Podrán enfadarse y utilizar toda clase de violencia, desde las palabras hasta los actos. Pero rara vez acompañan estas acciones de argumentos contundentes y mucho menos veraces.

¿Tenemos problemas más importantes que éste? Los problemas que tenemos son los mismos de siempre. No los solucionamos porque no vamos a la raíz, preferimos poner un parche. Queremos tener un sueldo digno todos los meses y sólo nos quejamos cuando nos lo quitan. Pensamos que la memoria histórica nada tiene que ver con esto, pero tiene mucho que ver. Si siempre dejamos que las élites corruptas salgan impunes, que las personas que nos quitaron los derechos sigan en el poder… no tardaremos en volver a sufrir las mismas penurias. Durante el franquismo tuvimos que aguantar la censura y la cartilla de racionamiento. Ahora estamos casi igual. No importa que la figura sea Franco, o sea cualquier otro tipo de autoridad. El caso es que siempre estamos permitiendo que autoridades como ésta impongan ideas inquisitivas, absolutistas, militaristas, clasistas, propias de las jerarquías y los estamentos, donde sólo unos pocos deciden sobre el destino de muchos, en su mayoría, convertidos en desgraciados.

¿Realmente estamos pidiendo igualdad social, o simplemente alguien que nos provea? ¿No será que no queremos responsabilidades? Porque tener valores sociales requiere ser parte de ellos, no dedicarse tan sólo a obtener beneficios. ¿Cómo es posible llegar a pensar que si un individuo toma el poder absoluto es porque lo necesitamos? ¿Es que es justo poner las condiciones de vida de todo un país en mano de los deseos de un solo ego? ¿Será justo, será altruista, será imparcial? ¿O será simplemente una persona centrada en sí misma que desea tener la razón a toda costa y a cualquier precio? Si tuvieras poder para defender tus opiniones y corregir las que consideras incorrectas en otras personas… ¿hasta dónde estarías dispuesto a llegar? Si alguien quita el poder por la fuerza, sin duda está dispuesto a imponer las suyas de esta manera. Podemos tener suerte y que sean buenas ideas… pero podemos tener mala suerte y dejar el poder en manos de un psicópata como Hitler. Mejor no jugársela… ¿no? Por eso, necesitamos a toda una sociedad participativa, para no caer en este tipo de problemas aberrantes que se dan cuando le damos todo el poder a un solo grupo o persona. La II República tendrá muchos fallos, pero una gran diferencia con el franquismo fue la capacidad de poder cambiar lo que no nos gustaba. ¿Crees que Franco fue justo? Si lo hubiese sido, no nos hubiera quitado esta posibilidad. Sólo las personas que saben que tienen un criterio poco razonable someten por la fuerza para asegurarse la aceptación. No les queda otra.

Una cosa es opinar… como hacemos aquí. Debatir y compartir sin llegar a ejecutar ningún tipo de acción decisiva para el resto. Y otra muy distinta es tomar el poder político, militar y judicial. Ahí son palabras mayores. ¿Qué puede ofrecer a cambio alguien así para obtener apoyo de estos estamentos y ostentar este poder? Sin duda…nada bueno. Y así es como tenemos ahora este país. La justicia poco nos ampara, los políticos poco nos ayudan… ¿Creéis que personas así reparan en las necesidades de una familia que sea ajena a su círculo? Ni siquiera saben cuáles son, ni les preocupa. Sólo pueden saberlo si alguien se lo hace saber. Pero en una dictadura, como la de antes, no podemos ni manifestarnos ni demostrar lo que necesitamos cambiar. No lo permitían porque resulta fastidioso para los que mandaban. No por otra razón. No porque nosotros no tengamos capacidad para discernir y argumentar. ¿O es que somos idiotas y por eso alguien nos tiene que imponer su criterio? Dirán algunos: “en la II República todos eran ateos, rojos y comunistas, anarquistas, no me gustan esos criterios, alguien tenía que poner orden”. Bueno… también podías votar a partidos de derecha. Incluso de extrema derecha. Con Franco no podías ni decir ni pío. Realmente, no hay muchas excusas que amparen al franquismo.

Claro, que por supuesto también hemos tenido unos años de respiro. Pero eso no ha sido más que un lavado de imagen, un parche, como dije más arriba. Un parche para que no nos quejáramos ni pidiéramos justicia, para que nos conformáramos a cambio de estar tranquilos y en paz. La amenaza seguía encubierta, sutil: “Si te quejas y vuelves a sacar el tema estallará otra guerra.” Sin embargo ya veis, que ese bienestar social no nos ha durado mucho, porque seguimos teniendo a los mismos causantes de nuestros males. Ahí arriba, siguen aunándose y echándonos picos de pan para que no nos quejemos. Hasta que tengamos un problema en nuestra vida, una enfermedad, un juicio, un despido… y nos demos cuenta de cómo funcionan las cosas realmente, de las pocas posibilidades que tenemos frente a otros privilegiados. Con la II República, por primera vez, podíamos ver cómo la gente se movilizaba y eso tenía un resultado. Pero desde 1939 hasta hoy hemos tenido un gran parón en nuestra historia. Hemos permitido que la desigualdad y la injusticia social sigan inquebrantables… y nos atrevemos a defenderlas, algunos desde el miedo y otros desde la ignorancia. España necesita abrir la mente y librarse de muchos prejuicios si quiere que esta crisis y estos políticos cambien. Pero seguimos como las mujeres maltratadas, cayendo en el mismo círculo vicioso. Sustituimos al verdugo pero no el patrón de comportamiento. Seguimos considerando como normales cosas que no deberíamos permitir. Todavía, como sociedad, no nos hemos desintoxicado de la dictadura franquista.

Con este artículo de opinión -no informativo ni académico- podemos dar por concluida esta primera serie de memoria histórica. Aquí os ofrezco humildemente el punto de vista de una persona como yo, joven, y que se siente indignada ante tanto cinismo y cerrazón. ¡Estamos hartos de que los valores sociales siempre salgan perdiendo una y otra vez! Necesitamos hacer una valoración sincera con nosotros mismos y romper con nuestros esquemas de pensamiento, aquellos que son propios del sometimiento y no de la libertad ciudadana.