Política

El Congreso de los Diputados en una imagen de archivo.
29 de septiembre de 2016 a las 12:20h

A todos los niveles, me agrada comprobar cómo ha surgido una nueva generación de ciudadanos y ciudadanas que demanda y exige información, que maneja con soltura un lenguaje que antes sólo practicaban ciertos gremios.

Del latín politicus y del griego antiguo politikós, alude a los ciudadanos, al arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados. Constituye además “una rama de la moral que se ocupa de la actividad, en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por personas libres, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva. Es un quehacer ordenado al bien común”.

Me quedo con este noble concepto. En estos días, horas y minutos donde cada información y cada gesto recobra un interés inusitado, lejos de análisis catastróficos y debates a cara de perro, me alegra comprobar cómo la política en mayúsculas está más viva que nunca.

El interés de la opinión pública por los debates de ideas, confrontaciones ideológicas y posturas más o menos encontradas sobre los distintos modelos de gobernanza y participación ciudadana es cada vez mayor, como así indica el hecho de que el número de espacios de debates, tertulias y entrevistas sobre este tipo de información va en aumento y es capaz de competir en índices de audiencias con el resto de la programación en los medios audiovisuales y digitales, amén de las todo-poderosas redes sociales.

Echando la vista atrás, sólo eventos deportivos de primer orden o tragedias sociales conseguían hace no muchos años colmar las escaletas de los informativos, lo que evidencia un alto grado de implicación de la ciudadanía sobre quiénes y cómo nos gobiernan, la vida pública y la clase política en general.

Quizás haya sido preciso bajar a los infiernos para poder constatar que es posible remontar el vuelo. Es indiscutible que la crisis económica se ha llevado por delante muchas más cosas de las que pensábamos más allá del dinero y los ladrillos. De los estamentos consolidados hemos pasado subrepticiamente a un ágora pública donde es posible discutir sin miedo con un desparpajo que me apasiona poniendo de relieve que, pese a que haya quienes se obstinen en lo contrario, crecemos como democracia.

A todos los niveles, me agrada comprobar cómo ha surgido una nueva generación de ciudadanos y ciudadanas que demanda y exige información, que maneja con soltura un lenguaje que antes sólo practicaban ciertos gremios y que la cultura de la política se amplifica y llega a todos los rincones. Con todo, se exige templanza, talento y talante para llevarla a la práctica...