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Raúl Ruiz Berdejo, secretario local del PCE

Desde hace tiempo, exactamente desde que no tenemos a quien vender el voto, este pueblo ha perdido su interés por la política y, si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin todo, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y juegos en el circo.

Juvenal (Sátiras X)

Es viejo eso de distraer a los pueblos para alejarlos de la política. También lo es la apuesta de los gobernantes por multiplicar la dosis de circo en tiempos en los que el pan escasea. No hace falta remontarse a la vieja Roma para encontrar ejemplos. Las horas de fútbol aumentan en la gran pantalla al mismo ritmo que las necesidades del pueblo. Y es que no hay nada como el deporte rey para hacer que la gente se olvide, por unas horas, de la dramática situación en la que vive. Así, es frecuente ver a parados que, lejos de manifestarse para reivindicar un puesto de trabajo, se enzarzan en acalorados debates para dilucidar qué millonario vestido de corto golpea mejor la pelota o qué gran empresa debe ver recompensada su multimillonaria inversión ganando la Champions.

En Jerez, durante mucho tiempo, ese efecto narcotizante era complementado con dosis semanales de fútbol local. Y funcionaba. Tanto que una de las mayores manifestaciones que la ciudad recuerda tuvo por objeto exigir un campo de fútbol en el que pudiera jugar el equipo de una empresa privada o sociedad anónima. Eso en una ciudad con uno de los mayores índices de paro de toda Europa y mientras las manifestaciones por el empleo apenas reunían a la gente necesaria para sujetar la pancarta. Eran otros tiempos. Y algunas cosas han cambiado. El paro sigue batiendo récords. Y las manifestaciones por el empleo siguen reuniendo a los mismos de siempre. Pero ya no hay fútbol de élite en la ciudad con el que distraer a los jerezanos. He ahí que Pelayo y compañía apuesten por atracciones como La Vuelta Ciclista a España para desviar la atención de los gravísimos problemas que asolan la ciudad.

No entraré aquí a valorar la llegada de La Vuelta, exclusivamente, en criterios de rentabilidad. Sería aceptar las reglas a las que este sistema capitalista circunscribe todos los debates. Además, seguro que ya han elaborado una respuesta para cualquier valoración que, en términos económicos, pueda yo realizar, aunque sea tramposa e inexacta. Aceptaré que, más allá de si el paso de la gran ronda ciclista española ha sido o no beneficioso desde un punto de vista económico, permitió a los jerezanos disfrutar de una propuesta de ocio diferente y, de paso, insufló oxígeno a algunos negocios, no demasiados, que vieron incrementada la demanda gracias a los integrantes de la caravana ciclista y a los jerezanos que salieron esos días a la calle animados por la oferta de actividades que presentaba La Vuelta.

Sin embargo, sí me permitirán que cuestione los criterios por los que nuestro Ayuntamiento decidió invertir en una propuesta de ocio como la citada mientras miles de familias, con todos sus miembros en paro, hacen cola en los comedores sociales ante la imposibilidad de acceder por otros medios a un plato de comida. Porque, aún dando por hecho que el retorno económico de la inversión estuviera garantizado, éste habrá repercutido, fundamentalmente, en los principales hoteles de la ciudad y coincidirán conmigo en que no son estos los que más necesitan ese balón de oxígeno alimentado desde la administración pública local.

¿Por qué se invirtió, entonces, ese dinero en acoger una etapa de La Vuelta y no se usó para paliar algunas de las más básicas necesidades que tiene nuestro pueblo? Invertir en ocio mientras el pueblo pasa hambre y la ciudad se cae a pedazos es equivalente a irse de fiesta cuando no se tiene para comer, comprar medicinas o pagar el recibo de la hipoteca. Y ocurre porque nuestro gobierno local no es quien espera frente a los comedores sociales, ni parece que le preocupen demasiado aquellos que no tienen para hacer frente a sus necesidades más básicas. Por eso, en vez de volcar sus esfuerzos en socorrer a quienes están a un paso del abismo, apuesta por aumentar la dosis de circo, confiando en que sirva para desviar la atención de la miseria y, de paso, hacer campaña de cara a las próximas elecciones. Porque las prioridades del pueblo no coinciden con las del partido político que gobierna la ciudad, más preocupado en mantener el asiento que en atender las verdaderas demandas de los ciudadanos, y porque, aunque las bicicletas no se coman, los políticos que gobiernan esta ciudad no son, precisamente, quienes tienen hambre. O quizá sí, pero de votos.

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