Un hombre de espaldas.
Un hombre de espaldas.

Una de las estrategias que utiliza el machismo para intentar neutralizar las demandas de igualdad, y el fin de los abusos masculinos, por parte del feminismo, es presentar al hombre como objeto de una flagrante situación de indefensión ante los “ataques” de las mujeres, mostrándonos como un sujeto indefenso, inofensivo, bueno, y a pesar de ello, incomprendido y maltratado.

Uno de sus mantras, es la falaz y aireada frase, "ya uno no puede hacer, o decir nada, sin temor a ser calificado de machista". Pero lo grave, alarmante, y demostrativo del nivel de machismo de nuestra sociedad, y de la ceguera con que la inmensa mayoría de los hombres nos enfrentamos a él, es nuestra manifiesta conformidad con estos argumentos, al asumir de forma hipócrita y embustera esa teoría de la indefensión.

Y es posible que lleven razón, no respecto a la cuestión de la indefensión, pero si en relación con la afirmación de que casi todo lo que pensamos, decimos y hacemos debe ser calificado como machista, porque a poco que uno se sincere con uno mismo, se observe y observe, comprobará que destilamos un machismo que apesta, del que además nos vanagloriamos, y estamos orgulloso, aunque luego no seamos capaces de verlo y aceptarlo.

Estamos tan acostumbrados a pensar, hacer, y decir a las mujeres lo que nos da la gana, que claro, ahora nos sentimos molestos y agraviados, cuando no se nos permiten y reprueban estas licencias. ¡Pobres hombres¡

En este ejercicio de fariseísmo, y victimismo, los hombres, olvidamos todo lo que no nos interesa, y la realidad del día a día, esa que no queremos ver porque nos sonroja y ruboriza.

Cuando pensamos o decimos, que las feministas exageran, porque ya ni podemos mirar a una mujer, los hombres sabemos que mentimos indecentemente, porque obviamos, los desprecios, piropos, acosos, humillaciones, insultos, vejaciones, abusos, superioridad, desigualdades, injusticias, agravios, violaciones, los asesinatos machistas, la publicidad sexista, la cosificación de la mujer, la pornografía, los vientres de alquiler, la prostitución, la trata y explotación sexual de mujeres, la mutilación de los órganos genitales de cientos de miles de niñas, el planchado de senos de cientos de adolescentes, y una lista interminable de atrocidades, cometidas con las mujeres, por una sociedad patriarcal, a la que los hombres no somos capaces de plantar cara, entre otras cuestiones porque es la que nos otorga y facilita los privilegios de que gozamos, y a los que no queremos renunciar.

Por eso, los hombres nos merecemos que nos llamen machistas, y mucho más. Que no nos permitan ni una de las prepotencias y abusos, con los que habitualmente tratamos a las mujeres, y que la socializacion nos ha llevado a normalizar. Necesitamos que controlen, y fiscalicen nuestro machismo, porque es una forma de cambiar esta realidad injusta y desigual, que los hombres por si mismos no somos capaces de corregir, sin estímulos o prohibiciones.

Condenar socialmente al machismo, a los machistas, y a quienes lo defienden y justifican, para que, si no es por convicción, lo sea por temor o vergüenza, cesen esas actitudes que tanto daño causan.

Son ya muchos años, los que llevan las mujeres soportando las consecuencias de nuestro poder y privilegios, como para que ahora los hombres tengamos la poca vergüenza de recurrir a la queja, la indefensión, y el victimismo. Subvertir los papeles, presentando al verdugo como víctima, y a esta como verdugo, que es la estrategia del patriarcado, está muy visto.

Dejemos de hacernos las pobres víctimas, y asumamos nuestro rol de victimarios en esta sociedad desigual. Ese es el primer paso para comenzar a cambiar. Está demostrado que una sociedad igualitaria nos hará mas felices y libres a todas, todes, y todos

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