Alejandro Sanz, en portada del 'Superpop'.
Alejandro Sanz, en portada del 'Superpop'.

Se acerca el verano y de vez en cuando en conversaciones con amigos surge el tema de los conciertos que se organizan en esta estación del año que se nos hace tan corta a todos. Comentando que, aunque me confieso gran admiradora del artista Alejandro Sanz este año, el maestro no contará con mi presencia en ninguno de sus conciertos, (Tal vez sea por el hecho de que me hago mayor, pero no está dentro de mis principios el desorbitado precio que hay que pagar por una entrada para ver su espectáculo).  Este ameno tema que traté días atrás hizo, sin embargo, despertar en mi memoria aquella etapa de adolescente en la que empapelaba las paredes de mi habitación, las carpetas y todo lo que se pudiera forrar con los pósteres del que aún es mi cantante preferido, después de tantos años “Ale” para mi familia y amigos.

Y como una cosa lleva a la otra, ha sido imposible no recordar cuál era la fuente de la que me nutría para llevar a cabo la gran hazaña semanal de colgar aquellos pósteres por toda mi habitación, la mítica revista Superpop. De inmediato, cuando he recordado la existencia de esta revista sensacionalista que dejó de publicarse en papel en el año 2011, he consultado con San Google y este me ha tentado a comprar un ejemplar de la misma en cuya portada sale mi “Ale” por el módico precio de diez euros. En sus principios la revista se vendía en los kioscos por 50 pesetas (0.30 euros) y traía regalos u obsequios como el horóscopo chino, pegatinas con los personajes de las series de moda, pulseras y como he mencionado ¡Los preciados pósteres de los artistas del momento! Los pósteres se cambiaban con las amigas y amigos como si fueran cromos ¡Incluso por otros repetidos, por si se rompían! 

Confieso que me ha entusiasmado tanto la idea de tener un ejemplar de la revista de nuevo entre mis manos, que no he dudado en comentar con algunos amigos y conocidos acerca de la misma. Es curioso, pero algo que no recordaba y que se hizo imprescindible en la revista era la sección de cartas al director, el apartado dirigido para escribir a artistas famosos y la sección de dudas y consultas en el que mujeres y adolescentes preguntaban de todo un poco. Si ahora lo pensamos fue una especie de antesala a las redes sociales con las cuales nos comunicamos ahora. En mi opinión, el rito mágico de tomar un bolígrafo y un papel nada tiene que ver con escribir a través de un chat y esperar una respuesta rápida a través de una pantalla. La espera semanal de encontrar publicada en la revista tu pregunta era un condimento especial de la vida de entonces. Escribir a la revista se convertía en un secreto que guardabas de por vida si la revista no publicaba tu consulta, y si lo hacía era una de las mayores locuras que podías compartir con tus amigas. 

Según he averiguado, el último ejemplar de la revista estuvo disponible hasta el 22 mayo del año 2011 tras 30 años de trayectoria. Durante esos años y tras el éxito implacable de la revista, se publicaron lo que llamábamos imitaciones, las cuales también pasaron alguna vez por las manos de aquellos adolescentes que éramos, pero Superpop era única, genuina y siempre la recordaremos como ese trozo de felicidad que cabía en nuestras manos y que comprábamos a 50 pesetas. Como ya he comentado, acabo de pagar diez euros por esta nostalgia que me recorre. El dinero no da la felicidad y con trece y catorce años nos desprendíamos de toda la paga de la semana sin que nos pesara para ir corriendo al quiosco. Esto también me hace pensar en ¡Con qué poco éramos felices entonces! Y me pregunto, salvando a los pósteres de nuestros ídolos musicales ¿Por qué tirábamos a la basura sin remordimientos algo que nos hacía tan felices? Por suerte, para algunos algo que queda escrito puede llegar a ser tan indestructible como algunos recuerdos. 

Dicen que la emoción es una fuerza poderosa que sirve para sellar aquellas experiencias que recordamos. Experimentamos momentos de éxtasis, asombro, tranquilidad que, al igual que los momentos de conmoción o miedo, ocupan un lugar bastante destacado en nuestra biblioteca de recuerdos personales. Recordar el pasado hace que afloren en nosotros sentimientos tanto positivos como negativos, y la nostalgia es el anhelo por un pasado recordado, con cariño en el que caben todos aquellos momentos ya vividos.

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