Los domingos de verano

Este domingo lo he planeado como un domingo cualquiera de verano (en invierno todos sabemos que los domingos son distintos). No soy de ir a la playa en domingo, ni en fin de semana

Una familia extranjera observa el estado de la playa de Marisucia.
Una familia extranjera observa el estado de la playa de Marisucia. MANU GARCÍA

Empiezo a escribirles esta semana sabedora de que escriba del tema que les escriba, es muy probable que dejen la lectura de este artículo para el lunes, martes o miércoles a pesar de que sea editado como siempre en domingo. No voy a dar mi opinión sobre las adelantadas elecciones ni voy a entrar en polémica de sí realmente es necesario o no convocar a las urnas a los españoles un 23 de julio. No considero que sepa de política, ni tengo el más mínimo interés en aprender. Y como la mayoría de los españoles, me siento aliviada de no haber sido llamada a una mesa electoral. Hasta aquí llega mi mención sobre las elecciones del que podamos llamar el 23J. Desearnos mucha suerte unos a los otros que falta nos hace. 

Este domingo lo he planeado como un domingo cualquiera de verano (en invierno todos sabemos que los domingos son distintos). No soy de ir a la playa en domingo, ni en fin de semana. Para los currantes cobra más importancia en domingo el no madrugar ni comernos una caravana de dos horas para llegar a la playa. La idea de un buen domingo para los de clase media no es precisamente estar bajo una sombrilla huyendo del sol y con unos auriculares en los oídos para no escuchar al extraño que se encuentra a solo medio metro de ti.  Ni aguantar a los repelentes niños que no paran de ir y venir enterrando tu cada vez más tu toalla en la tierra a cada carrera que dan. Aunque hay días en los que te da por el masoquismo y decides, ya que estás allí quedarte hasta el anochecer. He de reconocer que el momento en que el sol decide ocultarse se convierte en un espectáculo que suele ir acompañado de un respetuoso y hermoso silencio. 

Puesto que hemos nombrado el silencio, los domingos en silencio se agradecen. Cuando sopla el viento de levante (algo frecuente en Cádiz) y donde mejor se está es en casa con el ventilador o el aire acondicionado. Sin embargo, el silencio absoluto está en peligro de extinción desde que estos aparatos se han vuelto imprescindibles para pasar el verano “. Me he pegado una siesta increíble solo con el sonido del ventilador”, es una frase frecuente en los domingos que sopla el Levante. Por otro lado, muchos somos incapaces de pegar ojo con el tic, tac del despertador o el reloj de pared comprado en Ikea (aunque nos aguantamos hasta que se gasten las pilas). 

Tal vez debería ser más concreta a la hora de contar mis planes para los próximos domingos, como creyente lo resumiré con una frase popular entre los católicos “El domingo el señor descansó, con lo cual están hechos para descansar”. Levantarse tarde un domingo, desayunar a deshoras, pedir comida a domicilio del asador de pollo del barrio, ver la película de las 15.30 de la niñera asesina, dormirte con el arrullo del ventilador en el sofá y taparte con una sábana finita porque estás casi en pelotas ¡Para mí es todo un planazo! Aunque entiendo que habrá quien prefiera padecer durante dos horas en caravana en la carretera para pasar un par de horas en la playa y volver a la misma caravana en la que te divertiste tanto por la mañana ¡O incluso habrá alguien que disfrute con ser el primero en votar el próximo domingo! Cada cual decide como pasar los domingos de verano. 

“El verano es siempre mejor de lo que podría ser” Charles Bowden.

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