Periodistas en forma

El periodista debe conocer además metodologías de verificación de noticias, análisis de datos y, lo más importante, tener criterio de noticiabilidad

25 de septiembre de 2025 a las 16:27h
Momento en el que los periodistas se levantaron de la sala de prensa por un agitador ultra.
Momento en el que los periodistas se levantaron de la sala de prensa por un agitador ultra.

La primera vez que pisé la antigua Facultad de Ciencias de la Información de Sevilla, allá por el año 1994, una pintada en la puerta me alertó de que me encontraba ante un “Cementerio de periodistas”. La denuncia, realizada con toda probabilidad por alguien desencantado con el estado de la profesión, me puso ipso facto en alerta y acrecentó aún más —si cabe— mi deseo, ya inconmensurable, de ser comunicadora y contribuir a poner en valor la responsabilidad social que tenemos los periodistas con nuestra sociedad como única vía de supervivencia.

Tras más de 30 años de dedicación exclusiva, he llegado a la conclusión de que el periodismo es un ejercicio puramente vocacional, que requiere grandes dosis de constancia y valentía. Especialmente frente a los poderes fácticos —internos y externos— que tratan de doblegar al denominado “cuarto poder”. Unas presiones que, a nivel local, resultan aún más insufribles dada la cercanía que compartimos con nuestras fuentes.

Este proceso de reflexión me lleva a asegurar que el periodismo requiere, más que nunca, de formación continua. Ello nos exige ser especialmente combativos frente a los pseudoperiodistas que creen que este oficio lo puede ejercer cualquiera. Es evidente que para ser un buen profesional de los medios, como en cualquier otro ámbito, no basta con saber trasladar mensajes: se requiere ser conocedor de la materia sobre la que se informa y especializarse en asuntos que afectan directamente a la ciudadanía, como sanidad, educación, urbanismo o medioambiente.

El periodista debe conocer además metodologías de verificación de noticias, análisis de datos y, lo más importante, tener criterio de noticiabilidad. Porque sólo la enseñanza formal otorga legitimidad y profesionalización a una labor que muchas veces se precariza y se confunde con un simple “hobby” o “afición”.

En este sentido, los responsables de las administraciones públicas titulares de medios de comunicación social deben ser conscientes de su compromiso con la ciudadanía y promover la alta profesionalización de sus redactores como garantes del buen periodismo que exige la sociedad. Lo contrario nos conduce a la proliferación de contenidos sin rigor, que confunden información con rumorología o propaganda, con un impacto directo en la calidad de nuestra democracia.

Tristemente asistimos atónitos, e incluso con cierta permisividad, a la falta de herramientas éticas y técnicas de algunos comunicadores —que no periodistas— sin una base formativa. Sus prácticas derivan en una peligrosa mala praxis: ausencia de contraste, dependencia excesiva de comunicados oficiales o abuso de redes sociales como única fuente.

Precisamente en este universo de redes sociales y en un ecosistema saturado de información, el buen profesional de la comunicación aporta perspectiva crítica y ética, y se valida como pilar necesario del Estado social y de derecho. Si queremos sobrevivir, la sociedad debe exigir periodistas en forma.

Por eso me alegra conocer la próxima llegada a la Universidad de Cádiz de la nueva titulación en Comunicación Audiovisual y Digital. No debemos desaprovechar la oportunidad de mejorar y seguir formándonos. No es una elección: es una obligación con nosotros mismos y con la sociedad a la que servimos. En tiempos de fake news y mal llamados “bulos”, el rol del periodista local es el mejor antídoto contra la desinformación. Aún estamos a tiempo de fortalecer el periodismo y recuperar la confianza social perdida.

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