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En las primeras elecciones democráticas municipales, en abril de 1979, accedí al equipo de gobierno del Ayuntamiento de Jerez, bajo las siglas del Partido Socialista de Andalucía, y de la mano del joven Pedro Pacheco. Este me confió la delegación de Cultura y dimos comienzo a una amplia tarea, donde todo estaba por hacer. Existía un asociacionismo cultural escaso, y —en el terreno flamenco— aún brillaba, pero ya como una vieja gloria, la Cátedra de Flamencología. Tuvimos con ella acuerdos y desacuerdos. La crisis llegó para la Fiesta de la Bulería en 1982, con motivo de los I Festivales de Verano que dirigió Joaquín Carrera, cuando se suspendió dicha Fiesta, subsumiéndose en un amplio programa flamenco del verano. Después, la Cátedra aún arrastró dos ediciones más, hasta que finalmente pasó a ser organizada por el Ayuntamiento.

En aquel tiempo hablé muchas veces con Joaquín Carrera, director del área de Cultura municipal, de cómo hacer que el capital documental de la Cátedra no se perdiera, y estuviera a disposición del público. Y dimos vueltas a una intervención pública municipal, pero no llegamos a nada, faltó tiempo. En la legislatura siguiente, accedí a la Diputación Provincial de Cádiz, y tras una gran crisis política en 1984, en el gobierno de Pedro Pacheco, me mantuve como diputado independiente. En esa época, Joaquín Carrera trabajaba en el área de Cultura provincial, y propuso al presidente el proyecto de un centro de estudios flamencos en Jerez, que, dentro de la Diputación, contó con el apoyo de Alfonso Perales, de Rafael Palomino, de José Luis Blanco y de mi propia persona.

Recuerdo que este fue un proyecto que nació desde la instancia provincial, ante la preocupación porque los distintos territorios de Cádiz tuvieran un mayor protagonismo en el despliegue de acciones de la Junta de Andalucía, viendo que tras unos primeros años de Junta preautonómica, comenzó una primera legislatura donde se sucedieron dos presidentes: Rafael Escuredo, de 1982 a 1984 y, tras la dimisión de éste, José Rodríguez de la Borbolla, que inició su presidencia en 1984. Pero ya entonces, desde la provincia de Cádiz, muchos veíamos con preocupación las tendencias centrípetas de la Junta de Andalucía. Y el proyecto de crear en Jerez un centro de rango andaluz dedicado al arte flamenco, además de tener plena justificación histórica y artística —por el papel de Jerez en la historia del flamenco— era un proyecto que descentralizaba los acentos y traía riqueza cultural a la provincia de Cádiz. Por ello, fue aprobado por el pleno de la Diputación de Cádiz, en el cual tuve el honor de participar. Y, como muchos conocen, a ese proyecto de la Diputación de Cádiz se invitó al Ayuntamiento de Jerez, a la Caja de Ahorros y de Jerez y finalmente a la Junta de Andalucía, obteniendo tres respuestas positivas que permitieron aunar voluntades y constituir en 1985 la Fundación Andaluza de Flamenco.

"Pemartín es parte del patrimonio del arte flamenco, y no debe ser expoliado por oscuros intereses"

En ese momento, el Palacio de Pemartín pasó a ser propiedad de la Fundación, quién lo restauró. Tras varios años de buen funcionamiento, los patronos de la Fundación acordaron ofrecer el palacio y todos sus bienes para  sanear el organismo, pero también con la clara conciencia de que la Junta de Andalucía debía completar su participación, haciendo de este centro una de las instituciones culturales de la comunidad autónoma de Andalucía. Así se hizo, y se pusieron por delante dos condiciones, previamente acordadas por los plenos de la Diputación Provincial de Cádiz, el Ayuntamiento de Jerez y el Consejo Rector de la Caja de Ahorros de Jerez: que la Junta se obligaba a mantener en Jerez un centro de documentación y estudio sobre el arte flamenco y que estaría ubicado siempre en el Palacio de Pemartín. Así lo aceptó de buen grado la Junta de Andalucía y así lo acordó en BOJA, en una Orden, el consejero de Cultura Juan Manuel Suárez Japón.

En Jerez asistimos asombrados hace unos meses a la decisión, anunciada por la consejera de Cultura Rosa Aguilar, de que el Centro Andaluz de Flamenco abandonará el Palacio de Pemartín para ubicarse en unas casas de los alrededores de la plaza Belén, que hay que restaurar. Como bien han señalado algunos expertos estos días, si se cambia debe ser para mejor, y esto no lo parece, y por otra parte, un arte de la alta consideración mundial que hoy tiene el arte flamenco merece un edificio de categoría: El Palacio de Pemartín lo es, no encontrará en Jerez el flamenco una sede mejor y tras este movimiento se adivina un interés de dejar vacío este bello palacio para entregarlo o venderlo a terceros. Como se está señalando estos días, Pemartín es parte del patrimonio del arte flamenco, y no debe ser expoliado por oscuros intereses. Manifiesto con esto mi total apoyo a  defender el Palacio de Pemartín con el destino para el cual renació como el ave Fénix: ser la mejor casa del flamenco, para siempre.

Desgraciadamente, desde 1985 hasta 2018 han pasado 33 años, y continúan las mismas tendencias centrípetas de la Junta de Andalucía, acentuadas por una inmensa y muchas veces ineficaz maquinaria burocrática que ha heredado las peores inercias de la burocracia estatal. Y la provincia de Cádiz, como en 1985, continúa teniendo un tratamiento real de tercera clase, pese al cacareo propagandístico.

Mariano León Moreno

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