El pecado(r) de ser andaluz

Andrés Benítez Espinosa

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en un mitin. Foto: PSOE

El 11 de noviembre se cumplieron tres años del fallecimiento de un andaluz universal. Hace ya tres años que el más cobarde se retiró a su bien merecida pradera. Se fue, pero nos dejó para siempre la gloria, la de su madre.

Genio y figura, medalla de Andalucía y Oro en Bellas Artes. Comedia por encima de todo. Un malagueño extraordinario que se perdió dos años en Japón, donde le costaba tres días volver a casa. Y a que su vuelta, elevó sus chistes por encima de la audiencia de un partido de Champions. A su paso por televisión, toda España rio con él, y, hace tres años, toda España lloró por él.

Llevó sus guarreridas, al jande mor y al cabboboy por todas las cadenas nacionales, y al andaluz por cada rincón de nuestro país. Todos le querían, le aplaudían, y todos le entendían. Igual que al Luisma en Aída, al portero de Aquí No Hay Quien Viva y a la Juani de Médico de Familia, todos ellos andaluces de prime time. Pero resulta que ahora, después de llevar toda una vida riendo y llorando con los andaluces, a la Ministra de Hacienda no se le entiende. Que habla mal.

Porque el andaluz  es ese dialecto tan extraño que se entiende perfectamente en un escenario, pero no desde la Tribuna de Oradores del Congreso. El andaluz se entiende si quien lo habla, a su vez, agita un plumero, pasa una bayeta, pero se convierte en un puzle indescifrable si quien lo recita sostiene una cartera ministerial. Para algunos, el andaluz se entiende cuando al hablar, también se friega un suelo, pero no cuando quien lo pronuncia barre a la oposición.

No es nuestro acento, es su clasismo. Que les emboba un andaluz cómico cuando va a hacerle reír, pero detestan el acento de una médica sevillana cuando presenta los Presupuestos Generales del Estado. Pobre de aquel que aún no entiende que Andalucía, artista y sobria, alegre pero formal, sencilla e intelectual, es tan inmensa que no cabe en su pequeña idea de lo que es España.