El patio paranormal

Las leyendas urbanas han tenido, y tienen, un uso en nuestras vidas. Muchas nos narran lo que puede sucederle a los curiosos que se adentren en ciertos lugares a determinadas horas

Patio iluminado.
12 de agosto de 2022 a las 08:49h

Creo que es momento para hablar de un tema que se tiene por sentado, y que pocas veces se ha llevado a juicio. Es un asunto que a los amantes del misterio los deja en mala posición frente a profesionales de otras disciplinas. 

En un estudio serio siempre es recomendable poseer una visión multidisciplinar. Si, por ejemplo, se analiza un edificio tendríamos que recurrir a un historiador del arte, a un arquitecto, a un historiador, a un sociólogo entre muchos otros profesionales de diversos campos. 

En cuestiones del mundo paranormal habría que recurrir a un antropólogo, a un investigador paranormal, a un historiador, a un psicólogo, a un sensitivo… Hay que analizar la sociedad con el antropólogo; los posibles elementos paranormales del sitio con el investigador paranormal; con un historiador conoceríamos el pasado del lugar; a un psicólogo para ver si los testigos están afectados por la sugestión; a un sensitivo para ver si capta algo que se nos escapa a los demás… Y la lista podría seguir si el lugar investigado es un edificio habitado, ya que en esos casos podríamos pedir ayuda a un electricista por si las anomalías provienen del cableado eléctrico, entre otros muchos profesionales. 

Tras exponer una larga lista de todo lo que conlleva sacar un ensayo sobre el lado oculto de una provincia, ¿por qué desde los otros campos se los mira tan mal? Parece que solo son unos juglares del terror y que sus trabajos no tienen una base científica. Tan solo recopilan lo que la gente les cuenta para luego endulzarlo con una serie de muletillas fantasmales. 

Si un ensayo es realizado por un divulgador de leyendas urbanas tampoco debería de ser menospreciado. Desde los antiguos griegos, existen fuentes históricas donde se recoge la vida diaria de los ciudadanos. Estos escritos cotidianos han ayudado a entender la vida en diversos puntos de la historia, ¿por qué es malo recoger el conocimiento del vulgo actual? 

Las leyendas urbanas han tenido, y tienen, un uso en nuestras vidas. Muchas nos narran lo que puede sucederle a los curiosos que se adentren en ciertos lugares a determinadas horas. O intentan darle una explicación a una realidad de un lugar estratégico, o peculiar. ¿Y eso es negativo? 

El rechazo de diversos profesionales a sus compañeros especializados en el misterio es vomitivo. Les ofenden que se los equipare a su nivel, o a colaborar en público en trabajos sobre fantasmas, poniendo en tela de juicio que ese campo sea intelectual. Su arma arrojadiza es la falta de demostración científica sobre las psicofonías y otros elementos ocultos. 

No estará probado, pero cada día existen más estudios de prestigiosas universidades que demuestran que algo hay “más allá”. El psicólogo Robert Morris en la década de los sesenta realizó un experimento con varios animales para demostrar que cambiaban su comportamiento en lugares donde se decía que había espíritus. 

Por otro lado, el estudio del doctor Alan Robert George Owen en los setentas intentó demostrar que los fantasmas eran creaciones de la mente humana. Su estudio no sólo fracasó, sino que generó ciertas dudas que pueden afirmar que los espíritus existen. 

Obviamente, por la red podremos encontrar otros estudios que tiran por tierra el mundo de la parapsicología. Pero ninguno es capaz de desmontar los sucesos paranormales más grandes de la historia. Y pese a eso, seguirán siendo los patitos feos de la ciencia. 

No pido desde mi columna que la “ciencia” de la parapsicología sea rezada como la más prestigiosa de nuestro conocimiento. Simplemente pido respeto y poder trabajar con otros compañeros sin que nadie se avergüence al compartir estudio con un investigador paranormal. Por suerte, no todo el mundo es así…