El pasado no vuelve, y además no fue así

La democracia fue siendo poco a poco desmontada a partir de medidas que desactivaban el activismo social y político

Aznar y Felipe, amigos para siempre. Enseñanzas sobre el ejercicio del poder.
Aznar y Felipe, amigos para siempre. Enseñanzas sobre el ejercicio del poder.

Europa espera a que conduzcan su propio cadáver por delante de sus narices. El viejo continente, Europa, murió porque no supo reinventarse, en su dependencia absurda con Estados Unidos de América, a la vez que EE. UU. tomó Europa un poco como rehén para su éxito. Las gentes sienten todo esto, aunque no lo comprendan ni sepan ponerlo en palabras, y se lanzan, por ello, a votar a ciegas por la vuelta de un pasado que era cómodo y gustoso, como un modo de asegurar que no tendrán que ver el cadáver. Por esto triunfan, y seguirán triunfando, propuestas políticas dedicadas a la glorificación de pasados que nunca existieron en la forma en que los presentan. Escribía esto cuando cayó en mis manos Flores en el desierto, no he venido a alabar el viejo mundo, sino a enterrarlo, de Graham Gallagher.

Este sábado pasado cobró mayor importancia, si cabe, la observación de un modelo agotado, porque el diálogo y la diplomacia, en su último acto hasta ahora, quedaron enfangados en la idea hegemónica de un determinado orden, en lugar de un modelo algo más imaginativo y, sobre todo, basado en la cooperación y la paz.

En realidad, la idea que hoy quería expresar de la muerte política de Europa tiene poco que ver con la última situación en Oriente Próximo, que en el fondo es también el origen de un mundo cada vez menos multipolar. Mi objetivo iba más en dirección a la vida interna de las sociedades. A medida que Europa se ha ido volviendo vieja demográficamente se ha ido volviendo miedosa, y ese miedo la ha venido convirtiendo en fantasiosa admiradora del pasado. Precisamente el pasado nefasto que vivió Europa aportó la mala conciencia, por el Holocausto, y su entrega a los valores estadounidenses en prácticamente todo. La influencia de su cine, de su música y de su fondo ideológico, especialmente en economía. Una economía que dominaba en Europa en muchas de sus variables, la última de las cuales, a partir de la caída del Muro de Berlín, fue la desregulación y el funcionamiento caprichoso en nombre del mercado: se replegaron las políticas sociales porque ya no era necesario mostrarle al mundo que a los trabajadores y a las clases populares se las trataba bien aquí; mejor que en el bloque soviético. Pero sería torpe quedarse aquí.

La democracia fue siendo poco a poco desmontada a partir de medidas que desactivaban el activismo social y político, fuente originaria de una sociedad democrática. La democracia interna de los partidos, a salvo de memorables verdaderas excepciones, quedó como una simple democracia formal de cada vez menos calidad. Incluso llegamos al paroxismo del trampantojo con un partido que se pronuncia federal, pero niega cualquier posibilidad federal para el país que gobierna o aspira a gobernar. Estos elementos, además de vaciar de calidad y contenido la institucionalidad democrática, unidos a la eliminación del tejido social del activismo, conducen a la desafección hacia la política y a una negación o reconocimiento de cualquier validez a la política institucional democrática. El proceso sigue, desde ahí, hacia la negación de la democracia como valor, porque es dentro del marco de la democracia donde se producen todos estos hechos. A los que es necesario sumar, por supuesto, el problema de la vivienda, que la democracia no sabe resolver, de unos salarios insuficientes y de la pobreza en todas sus variables. Una democracia, además, copada por los casos de corrupción, aunque mucho más que por los casos por la absoluta desvergüenza de los implicados, que inmediatamente comienzan a relativizar y mentir, para desdibujar la verdadera realidad de las cosas.

A esto se le fue sumando el sadismo y la crueldad desarrollados tras el anonimato de las mal llamadas redes sociales, o bien llamadas si comprendemos en toda su extensión qué es una red. Fue triunfando, excepto en pequeños círculos sociales, el desprestigio de la acción comunitaria, del activismo y la cooperación, y se fue extendiendo la deshumanización: el ataque contra las personas propias y su deshumanización; el ataque y deshumanización de las personas inmigrantes; el ataque y deshumanización contra todas las personas diferentes. Todo esto se producía en una colisión paralela contra la aparición y solidificación de derechos civiles y económicos.

¿De dónde partieron los insultos? Desde los gobiernos de Aznar hasta hoy, las oposiciones de derechas han insistido en la descalificación y el insulto deshumanizador contra cualquier posición política que no fuera la suya propia. En ese marco de miedo con el que empezábamos, ese discurso agresivo, que incluía la recuperación fantasiosa de un pasado glorioso fue ganando espacio: para recuperar ese pasado fantasioso no quedaría lugar para los débiles y sería necesario someter a los que no aceptan esa posición ideológica por el bien superior de salvar la patria y la vida cómoda de una parte del padrón electoral. Esta dependencia electoral es fruto, igual, de la partitocracia: se ha aprendido que fuera de los partidos no habría nada, y ponerlo en duda es el primer paso.

Llegados a este punto suele surgir una pregunta: ¿y cuál es la salida? La salida individual podría ser tomar el primer avión, pero con qué destino, en primer lugar, y qué se podrá encontrar allá donde se huya, por cuánto tiempo. La solución parece, tendrá que ser colectiva, cooperativa, colaborativa; llena de respeto, de trabajo y de alegría.

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