Siempre se habla de la Feria como una ciudad efímera que se construye exclusivamente durante meses para albergar vida solamente siete días. Esa misma caducidad parece sufrirla la zona intramuros de Jerez.

Admito que me encanta la Feria, es una de esas pocas fiestas a la que la gente acude sin opiniones preconcebidas, sin prejuicios, en las que no importa nada la ideología de la persona con la que compartes caseta o te cruzas en los cacharritos. También reconozco que es un sablazo importante en la cuenta corriente, sobre todo si se tienen niños, lo que limita mucho los días de asistencia por miedo a lo que se pueda, que siempre es más de lo que se deba, gastar. En fin, pasó otro año más, como siempre inoportuna, a las puertas de tener que abonar el primer semestre del IBI o ante el incierto resultado de la declaración de la renta, que a veces da más sorpresas que una caseta de Feria que no tiene los precios expuestos al público.

El caso es que el domingo me topé con un editorial de lavozdelsur.es, referido a la Feria recién terminada y a los aspectos mejorables de la misma, con el que estoy bastante de acuerdo y que me ha permitido establecer algunos paralelismos entre la situación del parque González Hontoria y el centro histórico, nuestro centro histórico. Siempre se habla de la Feria como una ciudad efímera que se construye exclusivamente durante meses para albergar vida solamente siete días. Lo oímos cada año en los medios de comunicación, sobre todo cuando se refieren a la Feria de Abril de Sevilla. Esa misma caducidad parece sufrirla la zona intramuros de Jerez (dentro de ella, sobre todo las colaciones de San Juan, San Lucas y San Mateo), acostumbrada ya a revivir cada cuaresma, Semana Santa y Navidad, pero a dormitar en la conciencia del jerezano durante el resto del año.

Por otra parte, hemos contemplado cómo las redes sociales bullían en críticas contra la degradación que se viene observando en el cuidado y exorno de las fachadas de las casetas, seña de identidad y elemento que dota de exclusividad a la Feria del Caballo. Sin embargo, no se trata de nada novedoso cuando lo comparamos con el abandono y la dejadez generalizada y negligente y la especulación (al fin y al cabo lo de las fachadas de la Feria es eso, gastar lo menos posible para obtener luego máximos beneficios y a la esencia e imagen de la celebración que le vayan dando por saco) que sufre el patrimonio de la ciudad desde hace décadas. Hasta su diagnóstico tiene el factor común de la falta de voluntad a la hora de hacer cumplir las leyes que protegen el patrimonio o las normativas de la Feria en este caso.

Las redes sociales son el reflejo de la opinión de muchos y reclamaciones de otros, foros donde es prácticamente imposible obtener puntos de vista unánimes o ampliamente mayoritarios. Una de las pocas veces que hemos observado ese fenómeno ha sido en los contratos que se hacen en Semana Santa en el gremio de la hostelería: que si con un contrato de dos horas te hacen trabajar diez, que si salarios absolutamente vergonzosos, que si precios abusivos…..No me estoy inventando nada, simplemente hay que ver los comentarios de una gran mayoría de las personas que comentan en los grandes grupos de opinión en Facebook, por ejemplo. Pues bien, los mismos comentarios hemos podido leerlos en feria: remuneraciones asquerosas por una semana en la que se trabaja 15 horas al día, falta de información al consumidor, falta de higiene o calidad, tener que ir el domingo a desmontar la caseta sin cobrar un céntimo. Nada nuevo bajo el sol y la levantera. Entiéndase, desde luego, que no se puede generalizar en estos casos, que espero y confío que sean una minoría a desterrar definitivamente.

Y ya del botellón, los escándalos y los comportamientos incívicos de unos pocos mejor ni hablamos. Incluso tuvieron que precintar una caseta el último día (antes no, por Dios, que siga incumpliendo el hombre hasta por lo menos cubrir gastos) por no cumplir las normativas, igualito a lo que pasó en la plaza Vargas el mismo día del alumbrado con un local que llevaba casi dos años abierto sin cumplir ni incumplir: sin nada, vamos. Se ve que se le ha dado al propietario el tiempo para cubrir gastos.

Por último, en ese editorial leía manifestaciones de María José García-Pelayo diciendo que la Feria de Jerez era la mejor del mundo y que estaba por encima de la política de la ciudad, expresión fácilmente malinterpretable pero que sin duda se refiere a que la rivalidad política entre los partidos de la ciudad no afecta a la Feria y a la consideración que los propios partidos tienen de ella. Lo que daría yo por oír lo mismo referido al centro histórico y al patrimonio de la ciudad. Pero es que no se trata sólo de una opinión vertida por una representante política, es que la gran mayoría de la sociedad viene a decir lo mismo. “¿La Feria? ¡La mejor del mundo! Además exporta una imagen excelente de la ciudad durante toda una semana”. “¿El patrimonio, el centro muerto? ¡bah, hay necesidades más importantes en las que gastarse el poco dinero que hay! ¿San Mateo? Hace años y años que no voy por allí, para qué”. Y así se pasa del paralelismo al antagonismo en un aspecto que no es baladí y que es el máximo responsable, al fin, del estado denigrante del centro histórico, repito, nuestro centro histórico: la dejadez, la falta de interés de todos y el nulo consenso político al respecto.

¿La Feria? Para mí la mejor del mundo, sin atisbo alguno de duda. Pero desde luego el centro histórico es el mejor del mundo, también sin ninguna vacilación. Podría exportar una imagen sublime de la ciudad durante todo el año, generando negocio y riqueza sin desdeñar el carácter residencial del mismo. Convendría no olvidarlo nunca y comenzar a conocer y pregonar nuestro orgullo por él, aunque actualmente tenga tantos aspectos a mejorar en comparación con la Feria, que seguramente harían falta varios editoriales para recogerlos todos.

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