Virtudes menores

Ya no pedimos a los personajes públicos que sean modelos de integridad moral, ni que sean sabios, ni veraces, ni siquiera honestos

Trump durante el acto en el que ha anunciado los aranceles.
18 de mayo de 2025 a las 09:47h

Hoy ante el enésimo esperpento representado por el Matón Americano he dado en pensar lo huérfano que estamos en nuestra época de las llamadas virtudes menores. Sin embargo, en mi opinión, son estas las que sostienen los edificios de  la convivencia social y, por tanto, la ciudad de la democracia, que es -no lo olvidemos- el menos malo de los sistemas sociales inventados por el hombre. 

Ya no pedimos a los personajes públicos que sean modelos de integridad moral, ni que sean sabios, ni veraces, ni siquiera honestos. Solo les pedimos -suplicamos- que se esfuercen en cultivar algunas de las siguientes virtudes menores: Decoro Urbanidad Elegancia Amabilidad Respeto Cooperación Educación Gratitud Dignidad Deportividad.

No hace falta que los políticos lleguen a ser padres de la patria, ni los artistas y famosos sean modelos de virtudes cristianas…solo que tengamos todos un poco de vergüenza torera. Al fin y al cabo, hasta de la tauromaquia podríamos aprender algo bueno. Sencillez, respeto y buenas maneras. Simplicidad y buen gusto. Ya está. El primer paso para poder llamar a las cosas por su nombre.

Nos quejamos con razón de los defectos e imperfecciones de la democracia pero nos hemos tirado en brazos del matonismo más maleducado, más faltón y más grosero. En brazos de la demagogia y de la tiranía. Ya solo nos falta repetir el grito de los monárquicos partidarios de Fernando VII: ¡Vivan las cadenas!

Esto no solo sucede -obviamente- en el campo de la política: Con mucha frecuencia, los medios de comunicación social ponen altavoz a lo más chabacano, a lo más gritón y más bajuno de una sociedad que es capaz de aceptar que a la limpieza étnica (algo que en Europa hubiera sido un escándalo hace unos años) en Gaza se le denomine construcción de modernos resorts turísticos. Es difícil ser más cínico, por decir algo.

Si a la lista anterior de virtudes menores le añadiéramos la austeridad y el sentido común tendríamos una esfera pública de la que podríamos presumir con toda justicia. No lo he hecho por no provocar en el lector una amarga carcajada.