El faro de Chipiona.
El faro de Chipiona.

Curiosa noticia aparecida en el diario El Faro de Chipiona: “A don Fulanito de tal y tal, patriota, exministro y exbanquero donde los haya, ayer tarde cuando paseaba por el parque de El Retiro se le cayó la cara de vergüenza. 

Ingresado de urgencia en el hospital Gregorio Marañón, no pudieron atenderle porque las reconstrucciones faciales no las cubre la sanidad pública. Su esposa, imputada por defraudar a Hacienda a pesar de la amnistía fiscal impulsada por el exministro, se encuentra desolada y ha regresado con urgencia desde Panamá, a donde le habían llevado asuntos empresariales y financieros. “Dejemos actuar a los jueces”, ha declarado al regresar, con la confianza que esta familia ejemplar ha mantenido siempre en la justicia humana. También declaró a renglón seguido: “Fiel. Muy fiel. A mi marido le ha sucedido este percance porque siempre ha sido muy fiel”. No especificó si esta fidelidad era con la Patria, con la Hacienda Pública, con el Partido, con su propio matrimonio o con todo, en general”.

Cuando el absurdo no se distingue de la realidad, cuando hay un alboroto intencionado para taparla, probablemente la postura más sensata sea el silencio… y procurar la honestidad a todo trance.

Quizás no sepamos cómo deberían de ser las cosas, pero sí sabemos cómo no pueden ser. Por eso, hoy más que nunca, sobran los discursos, los alegatos, las diatribas, las campañas, las declaraciones. La resistencia ciudadana solo debe usar una palabra: No. Y cumplir escrupulosamente con la ley. La clase política está muy necesitada de una ciudadanía ejemplar.

Hagámoslo por ellos. Por nuestros políticos. Se sienten perdidos. Confunden los medios y los fines. Gritan porque no tienen qué decir. Insultan, mienten a sabiendas y sacan lo peor de sí mismos para tratar de ganar a toda costa. Alientan el odio, la xenofobia, el matonismo. Nos necesitan urgentemente. Necesitan modelos de honestidad, de escucha, de lealtad. 

Los ciudadanos no podemos abandonar a los políticos en esta situación: seamos cada día más honestos, más dialogantes y procuremos el bien común.

La bandera de la ejemplaridad, olvidada en los asuntos públicos, debe ser enarbolada hoy por los ciudadanos. La ejemplaridad privada es la mejor forma y la más eficaz de ser patriotas. La más fácil es, como siempre, agitar las banderas.

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