Angela Merkel, en una imagen de archivo.
Angela Merkel, en una imagen de archivo.

En Andalucía, piden elecciones; en Murcia acaban de impedirlas; en Madrid recién las han convocado fuera de programa. En Alemania, 2021 es el super-año-electoral: cinco estados federados, municipales en dos más y las elecciones federales con la salida de Angela Merkel de la política. En pandemia.

El Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud no termina de ver la supuesta necesidad de aumentar las medidas de contención contra la nueva expansión de la pandemia, en especial con la aparición de unas variantes mucho más peligrosas. La Conferencia de Ministros Presidentes de la República Alemana no termina de ver el avance velocísimo de la pandemia. El Gobierno central en España tiene la llave, sin embargo, a través del Decreto Ley para tomar decisiones que las Comunidades Autónomas no desean presentar como propias a sus electorados. El Gobierno federal alemán lo tiene en este caso mucho más complicado y, en principio, habría que modificar la Ley de protección contra las enfermedades infecciosas, que pudiera aprobarse en el ‘Congreso’, pero la necesidad de aprobarlo también en el ‘Senado’ plantea serias dudas, porque serían los mismos estados federados que ahora se oponen a presentarse ante sus electorados con medidas que ellos creen impopulares los que tendrían que aprobar la reforma legal que daría mayor poder de decisión al Gobierno federal.

La primera impresión que me produce esta realidad paralela es que algunos gobiernos regionales, ahora hablo de España y Alemania al mismo tiempo, tienen problemas con sus estadísticas electorales y renuncian a su responsabilidad de aplicar mayores restricciones de protección, pero con el convencimiento de que otros lo tendrán que hacer y lo harán: el Gobierno central. Así, las regiones podrán presentarse como víctimas de una decisión política no deseada y mantener su verborrea electoralista sin que se les mueva el flequillo, aparentemente. Al mismo tiempo crecen, en Alemania y en España, los ánimos anti federales y en pro de la centralización a la vista de esta problemática; unas opiniones que están muy lejos de ser la solución: con un Gobierno centralizado la disputa electoral de trasladaría de los gobiernos regionales y los partidos políticos de ámbito nacional, en primer lugar, además de que cada error de un Gobierno centralizado sería un error mucho más grave para todos. La coexistencia federal de varios gobiernos garantiza, en todo caso, la existencia de menos errores y menos graves, en mi opinión: la experiencia lo corrobora.

Ayer salió Angela Merkel en la tele, en la pública. No fue una alocución a la nación, aquí no hay de eso, ni estaba programada. El miércoles, Angela Merkel había salido ante la prensa a pedir disculpas a los ciudadanos en primera persona y asumió toda la responsabilidad del error para sí misma en exclusiva: qua Amt. Luego volveremos sobre esta expresión. El error fue que durante las conversaciones preparatorias de las nuevas restricciones se consideró seriamente declarar festivos el jueves santo y el sábado santo para disponer de un periodo más largo de inactividad y contener, así, el crecimiento desbocado de la pandemia en Alemania. Una vez comprobado lo complicado que era legalmente y socialmente, todo el mundo se echó encima, hubo que volverse atrás en este proyecto. Lo curioso es que hay encuestas, sin embargo, que muestran que una mayoría de ciudadanøs estarían de acuerdo con restricciones más severas, dadas las actuales circunstancias, y esto al mismo tiempo que el avance de la fatiga social por la pandemia y los conatos de violencia en determinadas protestas.                                                                                                                                               

Qua Amt. Por razón del cargo. Llama la atención el uso de esta expresión latina, realmente desconocida para una parte de la población. O digámoslo de otra manera, esta expresión fue utilizada por Angela Merkel, seguramente, para vestir más pomposamente su cargo político, como cancillera federal, y para alcanzar, también emocionalmente, a aquella clase media cultivada que todavía aprendía latín y hoy es, en su mayoría, una parte importante de los jubilados alemanes con poder de gasto y prestigio social: profesores, médicos, abogados y juristas, profesionales de prestigio. La diferencia con la Comunidad Autónoma de Madrid, por ejemplo, el caso más marcado en la política española, es que el lenguaje y los hechos están dirigidos, fundamentalmente, a los sectores sociales menos formados, y es aquí donde se observa también el populismo creciente, si todavía puede seguir creciendo, de la política española.

Angela Merkel sale de la política y la pandemia empieza a mostrar a una Merkel ajena a su ideología a lo Margaret Thatcher y más cercana a los principios éticos cristianos de su partido, en el que las voces críticas, tantas veces acalladas, clamaban por no abandonar la inspiración cristiana en las políticas de la CDU, bastante más socialdemócratas que el neoliberalismo que terminó venciendo en la propia CDU. Merkel se va de la política y como ya no necesita nada, ni siquiera ganar unas elecciones, se posiciona incluso en contra de su sucesor en el partido, tan semejante a Díaz Ayuso. Quizá sea que la política debería ser practicada por personas que sean independientes de los resultados electorales para disfrutar de su propia seguridad personal en materia económica o de estatus social, algo que aconsejaba radicalmente Klaus von Dohnany.

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