Tras la aprobación de la ley del sólo sí es sí, la reforma de la ley del aborto, y la ley trans, la ministra de igualdad Irene Montero ha anunciado una próxima campaña de apoyo a las nuevas masculinidades.
Creo necesario resaltar la importancia de esta iniciativa, entre otras razones, porque si hay una cuestión que caracteriza a las políticas públicas en favor de la igualdad entre mujer y hombre, esta es la falta de atención a los hombres. No en el sentido que los neofascistas y el machismo convencido afirman, con el mensaje victimista que la mayoría de los hombres queremos escuchar, sino todo lo contrario, situando al hombre en el centro del problema y de la responsabilidad, al ser el principal beneficiario de la desigualdad, y el causante de las violencias hacía las mujeres.
Pero para ello hace falta, además de la voluntad individual de cada uno de nosotros, recursos económicos y materiales que provoquen y hagan posible esa revolución. En este sentido la formación y el trabajo con hombres deben constituirse en ejes estratégicos. Por eso es imprescindible que desde lo público se tome conciencia, no solo de la necesidad de seguir trabajando por la igualdad y la protección de las mujeres, sino de lo imprescindible de fomentar un proceso de promoción de nuevas formas de ser hombre, y de deconstrucción de la masculinidad dominante. Para ello son necesarias acciones públicas que provoquen en la sociedad un necesario e inaplazable proceso de reflexión colectiva que nos lleve, principalmente a los hombres, a ver y comprender que las desigualdades y las violencias hacía las mujeres no son cuestiones de ámbito personal, sino que se sustentan y alimentan de una estructura política, social, cultural, económica, simbólica, que conocemos como patriarcado y capitalismo, y que esa arquitectura se mantiene gracias a nuestra aceptación y pasividad con un concepto de hombre cuyos valores son la heterosexualidad, la fuerza, la virilidad, y las jerarquías. Por eso tenemos que decir y demostrara a los hombres que las violencias y los asesinatos de mujeres no son el resultado de conductas protagonizadas por individuos violentos, e inadaptados, sino el devenir de una cultura que nos hace creer que somos superiores, y tenemos derechos y prerrogativas sobre las mujeres.
Porque si lo pensamos bien, los hombres por nosotros mismos, y a pesar de los valiosos pero minoritarios esfuerzos del movimiento de hombres por la igualdad, ni tenemos voluntad ni necesidad de cambiar, ni tampoco disponemos de los recursos necesarios para combatir una maquinaria que lleva siglos funcionando, y que no está dispuesta a ceder su poder y hegemonía.
Para ello es importante que comprendamos que ser hombre no es muy diferente a ser mujer, que la orientación sexual no es un determinante de nuestra condición, y que el género es una construcción social que lo único que persigue es diferenciarnos para separarnos. También es preciso que comprendamos y aceptemos que no seremos menos hombres si mostramos nuestros sentimientos, debilidades, lloramos, cuidamos, amamos, o si nos implicamos y responsabilizamos en las tareas del hogar.
Porque pienso que ese paradigma de hombre masculino, macho, viril, y violento ha hecho tanto daño, que debiéramos repensar su sustitución por otros referentes alejados de este que todo lo contamina. Pues al final ser hombre no es más que ser persona, y quizás sea hora ya de que los hombres comencemos a actuar como tal. Por eso mi bienvenida a esta campaña en favor de las nuevas masculinidades anunciada por la ministra de Igualdad, que seguro levantará muchas ampollas, criticas, burlas, revuelos, escándalos, y enervará a los poderes, pero que para las y los que aspiramos a dejar a nuestros hijas e hijos un futuro mejor, nos supone una puerta por donde se cuelan la luz de la ilusión y la esperanza.
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