Hace ya semanas que acabaron los Juegos Olímpicos de Tokio, unos juegos lastrados por la pandemia. Pero solo el poder llegar a realizarlos fue todo un éxito. Y aunque nos parezcan pocas medallas y podamos estar decepcionados con algunos resultados, es justo recalcar y recordar, qué invierten en ayudas y en los deportistas los demás países comparados con el nuestro, irrisorio. Simplemente con estar allí, competir y dejarse el alma en cada competición es para estar más que orgullosos.
Aunque lo que yo venía a contar hoy versa sobre los otros JJOO, sobre los Paraolímpicos, donde España es una auténtica referencia mundial. Da gusto ver a personas, con diferentes capacidades que acuden cada cuatro años para mostrar al mundo que son igual o más válidos que el resto para competir y hacer deporte. Cuatro años, los mismos cuatro años que son los que pasan para volver a acordarnos de ellos.
Reconozco que me encanta ver los Juegos Paraolímpicos, sentarme en el sofá y disfrutar viendo las heroicidades de cada atleta y conocer un poco su historia. Historias de superación y de sufrimiento, historias algunas para no dormir y otras que hacen reconfortarte con el ser humano. Historias que salen a la luz... cada cuatro años.
Solo espero, que al igual que otras barreras, al igual que otros olvidados, aunque sea pasito a pasito, se les vaya dando su sitio, cada día, cada semana, cada año. Quizás solo sean utopías dentro de mi cabeza, quizás yo mismo no vuelva a escribir estas líneas hasta dentro de cuatro años. Algo tendrá que cambiar para que no vuelva a suceder. Mientras eso ocurre, mi enhorabuena a todos los que han participado en los Juegos Paraolímpicos. Sois un orgullo para todos, seguir disfrutando de lo conseguido, por estar en unos juegos, por participar, por ganar medallas y diplomas, del deporte y de la vida. Os lo tenéis más que merecido.
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