Ocupaciones otoñales: ley de vivienda

Nos guste o no, estimado vecino, la política de fomento de propiedad privada (pequeña, en serie y regulada, pero propiedad) del franquismo y continuada en democracia, ha sido todo un éxito. Hay errores, sí, ya lo sé, pero quién no los tiene

Ocupaciones otoñales: ley de vivienda
Ocupaciones otoñales: ley de vivienda MANU GARCÍA

No sé si te has dado cuenta, pero desde que el Gobierno ha publicado el anteproyecto con sus puntos 6, 7 y 8 sobre control de rentas de alquiler, el debate ha desfallecido. El control será, en su caso, para grandes propietarios, en las zonas tensionadas y de forma condicional. Y si será, has de saber, que lo será a partir de 2023 o 2024. Todo, ya ves, muy residual y poco perturbador, a excepción de qué será de nosotros en 2024. 

Hay muchas cosas sobre la vivienda que los tiempos han cambiado, y las opiniones, creo, debieran adaptarse. Por ejemplo, desde 2008, ya no tiene sentido seguir abogando, sólo, por liberalizar terrenos y construir en propiedad; ahora conviene más conservar y aprovechar todas las viviendas que tenemos; tampoco parece preocupante —dicen las estadísticas— las ocupaciones ilegales; y si eres de los que claman muy ufanos por hacer lo que te da la real la gana con tu propiedad privada, porque para eso es tuya, pues muy bien, pero tienes saber que desde hace ya casi un siglo has de preguntarle antes a la ley urbanística, a la comunidad de propietarios, a tu entidad financiera o a los difusos intereses generales, qué puedes o no hacer. 

Nos guste o no, estimado vecino, la política de fomento de propiedad privada (pequeña, en serie y regulada, pero propiedad) del franquismo y continuada en democracia, ha sido todo un éxito. Hay errores, sí, ya lo sé, pero quién no los tiene. Desde Arrese, se acabó la escasez de vivienda y aquella sufrida mayoría en alquiler. El patrimonio inmobiliario (más del 75% de los hogares españoles) está ahora en manos de propietarios como tú y como yo. ¡No es poca la cosa! Por tanto, tenemos más seguridad que en otros países, disponemos cada uno de un bien de inversión, pero sobre todo, los ciudadanos sólo debemos angustiarnos por el trabajo y la hipoteca. ¿Conoces a alguien que no sueñe con comprarse una casa? Da igual que sea anarquista o tradicionalista, -incluso el rey quiere tener una en propiedad y decorarla a su gusto-. No hay madre o padre que no se justifique tiernamente en los beneficios de la herencia -¡incluso los marxistas!-. ‘Es por los niños’. 

Pero hablábamos de los inquilinos ¿recuerdas? ¿quiénes son los inquilinos? Gentes sin trabajo estable, jóvenes con ganas de vivir la vida, y si acaso, extranjeros y pobres abocados a la cita previa de servicios sociales. Según las estadísticas representan sólo un 15% del total de 18 millones de hogares. Yo creo, no sé tú, que los inquilinos no preocupan ¿no lo ves así también? Y eso que son más de 35.000 desahucios cada año, al menos registrados. Con sólo 100 casos otros colectivos te montan la de dios (o diosa) es cristo.  

Y mientras los inquilinos logran organizarse, estaría bien prestar atención, ahora que la Ley de Vivienda del Estado está en trámite de audiencia a, por ejemplo, el paupérrimo número y cuestionable calidad de las viviendas públicas; las facilidades de acceso y el reconocimiento de formas intermedias de propiedad; el fomento de la contratación segura arrendaticia entre particulares o la inversión en los espacios públicos ¡ah, eso, no te olvides! la plantación de árboles con alcorques grandes y amplios. Esto es fundamental. No hay consideración arbórea ninguna para con nuestros únicos compañeros vivos sobre el duro cemento. 

Llegados a este punto, te reconozco que me parece buena cosa una Ley de Vivienda estatal. A ver si ésta dota a la vivienda de unos cimientos en el orden jurídico, para que deje de estar parcelada y repartida por los distintos ámbitos. Invocar el artículo 47 CE en los tribunales es como echar agua al mar. No sé tú qué opinarás de todo esto, pero estaría bien que no sólo los ciudadanos, propietarios o arrendatarios, asumamos obligaciones, también la Administración debe mirarse las suyas y contagiarnos un poco de su arrojo.

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