Susana Díaz, en un acto reciente en Córdoba.
Susana Díaz, en un acto reciente en Córdoba.

La semana pasada, el adelanto de las primarias del PSOE-A pilló por sorpresa a más de uno, no entiendo muy bien por qué. La prensa ya se hacía eco de los rumores de adelanto, de hecho, a mí también me llegó el rumor de que había intenciones de adelantar las primarias una vez que acabaran las elecciones de Madrid. Hacerse el sorprendido y culpar a Ferraz de enmascarar la derrota de Madrid con un sacrificio en Andalucía es simplemente tergiversar los hechos.

El origen del cabreo de Susana puede ser bien distinto. Realmente el adelanto deja implícito que Susana Díaz ha perdido el control de la situación, si no lo hubiera perdido ya hace tiempo. Queda lejos 2017, cuando se enfrentó a Pedro Sánchez en un escenario desfavorable para este. Ahora está enzarzada en una lucha contra sus superiores orgánicos, cosa que suele salir mal. Ella misma reconoce no ser la candidata de Madrid, pero dice querer ser la candidata de la militancia, una pretensión nada más lejos de la realidad.

Todo esto genera una sensación de pánico entre sus seguidores, conocedores de la situación y que incita a la deserción. Nadie quiere ir con un perdedor por el que va a quedar señalado y repudiado en el futuro. Si bien hace unos meses se mostraba fuerte visitando agrupaciones, incluso dando la sensación de que le iban a dar los números, ahora parece estar acompañada únicamente por sus fieles incondicionales. Con ellos, librará su última batalla hasta las últimas consecuencias.

Con perdón de la comparación odiosa, permítanme un símil bélico. Esta situación me recuerda al que creo que es el momento más significativo de la Segunda Guerra Mundial. Berlín, 12 de abril de 1945. Con las tropas de la URSS a tan solo 50 kilómetros al este evidenciando una derrota inminente, la filarmónica de Berlín ofrece su último concierto. La pieza final no fue otra que El Götterdämmerung, el Ocaso de los Dioses, de Wagner. Se trataba de la última demostración de soberbia, considerar que habían llegado a la grandeza y, conocedores de estar en sus últimas horas, querer luchar antes que rendirse.

Es así como la dirección más polémica del PSOE-A toca a su fin. Heredaron la grandeza de un gobierno de casi 40 años, pero ahora gobierna Moreno Bonilla y su popularidad aumenta cada día. La revancha en las urnas solo evidenciaría lo obvio, un proyecto más que agotado. Pero a pesar de todo, quieren seguir luchando como si la victoria fuera posible en ambos frentes, primarias y elecciones. En el primero ven afiliados donde no los hay, y en el segundo votantes y pactos inexistentes. Es como si tuvieran el juicio perdido, nublado por el pasado. Así, el Ocaso de los Dioses suena en San Vicente.

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