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Quien me conoce sabe que algunas de las cosas que más me apasiona, especialmente en los últimos años, es hablar de literatura, sobre todo, de literatura de mujeres africanas. De hecho, mi tesis doctoral giró en torno a este asunto y su recepción en los medios de comunicación españoles, algo que me llevó directamente a chocarme con la cruda realidad: las mujeres constituimos casi la mitad de la población mundial, según los últimos datos facilitados por la ONU (Organización de Naciones Unidas), pero sólo el 24% de las personas que se ven en las noticias, sobre las que se leen en los periódicos, o se escucha en la radio y la televisión son mujeres.

Las mujeres en general, independientemente de su lugar de origen, aparecemos en los mass media como objetos decorativos o reproduciendo los roles que por tradición se nos han asignado, sin olvidar que, en más ocasiones de las que nos gustaría, “los medios se centran en representar el cuerpo de la mujer y en asociar el valor de dicho cuerpo y la mujer en su totalidad con la belleza que tiene”, como sostiene María Martínez-Lirola en su artículo titulado Explorando la invisibilidad de mujeres de diferentes culturas en la sociedad y en los medios de comunicación. Además de ello, a las mujeres se nos asocia a noticias relacionadas con la violencia de género, la prostitución o con la pobreza, alejándonos del terreno de la política, la economía y los deportes.

Este es el resultado del peso de un sistema patriarcal que hace que las mujeres no logremos estar representadas lo suficiente en las esferas de poder, lo que nos lleva a su vez a que los intereses de esta mitad de la población no sean defendidos de forma adecuada. Los medios de comunicación tienen un papel fundamental a la hora de trabajar por la igualdad entre hombres y mujeres, una realidad que pasa por sensibilizar en mayor medida a los editores que son quienes, al fin y al cabo, publican las informaciones.

Analizando estos últimos años la prensa nacional, una de las cosas que he podido constatar es que dentro de este silencio mediático al que nos vemos sometidas, éste afecta en mayor medida a las inmigrantes. Este grupo de mujeres, relacionadas casi por defecto a la pobreza y la marginalidad, destinadas a ser mano de obra barata, son invisibilizadas, especialmente cuando se habla de la aportación que ellas hacen a la sociedad.

De hecho, si nos centramos en las escritoras de origen africano —mi campo de estudio—, se puede comprobar como su presencia mediática es muy escasa. Existen mujeres procedentes de otros países, asentadas por distintos motivos en España, que escriben, pero este hecho es destacado en contadas ocasiones. Algunas informaciones sí reflejan esta realidad pero lo cierto es que “las irrupciones no generan, de modo alguno, reflexión o modificaciones reales en la concepción que desde el sentido común se tiene de cada problemática”, en palabras de la investigadora Valeria Fernández. No basta con que los medios reproduzcan el discurso de los derechos humanos, de las mujeres, y nos cuenten que existen algunas escritoras africanas o cualquier otra cosa; para transformar el discurso acerca de ellas, necesitamos mayor cantidad de informaciones en relación a estos temas, que los medios asuman el discurso como propio y lo traten con la misma naturalidad y frecuencia que lo hacen con otros temas.

Por todo ello, me he propuesto utilizar este pequeño rincón para dar a conocer a partir de ahora algunas de esas mujeres que escriben y cuyos libros todos podemos leer en España. Mujeres africanas, desconocidas para la inmensa mayoría, pero que tienen mucho que contar y que merecen cinco minutos de su tiempo. Quédense con los nombres de María Nsué, Aminata Traoré, Agnès Agboton, Sefi Atta, Mariama Bâ, Ken Bugul o Buchi Emecheta, pronto les mostraré cosas de ellas y de sus libros.

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