Nuestro inmediato futuro

No volvamos a la superstición e insistamos en el conocimiento y la ciencia. Y no nos dejemos infectar por el virus del populismo.

Una ciudadana china pasa por el mercado de Wuhan, durante la pandemia.
Una ciudadana china pasa por el mercado de Wuhan, durante la pandemia.

Por si no nos habíamos dado cuenta, la crisis provocada por el virus de Wuhan vuelve a mostrarnos que el capitalismo centralista solo beneficia a los que obtienen sus beneficios, y que ahora parece que han caído por los suelos.

Quien dice China, dice India o Pakistán o cualquier otro lugar de este mundo donde el capitalismo de marca europea, aunque sea también norteamericano, decidió que niños, mujeres y hombres estaban dispuestos a trabajar por unos céntimos para producir unas mercancías que podrían venderse al precio que fuera en los templos del consumo europeo-norteamericano. Los virus salidos de un pangolín o de algún murciélago que, por casualidad, están infectando a medio mundo han parado la gran locomotora del beneficio bursátil. Vemos, entonces, la enorme dependencia hacia China del capitalismo.

Una dependencia que no afecta a los alimentos, que producimos aquí, y que aunque haya arrebatos de histeria por vaciar las estanterías de algunos supermercados, todo se debe a la histeria y no a la posible escasez de alimentos producidos por China o por la Lombardía. Ni al petróleo, de momento, veamos qué pasa con Irán y otros países, que mueve los autobuses que no han sido prohibidos todavía.

No hay contubernio ni conspiración, pero la crisis del virus de Wuhan ya está siendo utilizada para pergeñar el próximo futuro de todøs nosotrøs. Los grandes grupos bursátiles, los grandes negociantes, los grandes ideólogos llevan ya varias semanas tomando posiciones para administrar nuestras vidas después del shock del virus corona. Por esto, también, fue importante ayer que, sin miedo, millones de personas, millones de mujeres acompañadas por no sé cuántos hombres salieran a las calles con sus reivindicaciones.

El virus ha borrado de los medios de comunicación gran parte del ecologismo y la defensa del Planeta, excepto la noticia de lo limpios que están los cielos de China, ofrecida, de momento, de modo anecdótico. ¿Cuántos millones de personas mueren en el mundo por la contaminación ambiental? No, lo importante ahora es este virus recién descubierto y que ha parado la máquina mundial del mercadeo. Los suicidios, uno cada dos horas, siguen sin causar preocupación. Los feminicidios en Alemania, locomotora europea, una mujer muerta a manos de su pareja o ex pareja cada tres días, no para la locomotora ni el ansia de beneficio. El virus de esa nueva gripe se extiende y los administradores del mundo de pronto recuerdan la gripe, falsamente española, que mataba a los soldados de las trincheras de la I Guerra Mundial y siguió matando luego, quizá hasta 100 millones de personas en el mundo.

Los datos que se manejan hasta hoy no dan para pensar en tan terrible mortalidad y casi todos los expertos se quedan con la idea, de momento, de que el virus corona no matará a muchas más personas que la peor gripe ya conocida. Motivos para el miedo, pocos, excepto que se tenga ya dañada la salud. Esto no significa renunciar a la responsabilidad, por supuesto, compartida de la salud.

Hay varias cosas que ya podríamos estar aprendiendo de esta crisis global del corona. Que la salud es un bien compartido y una responsabilidad común. Lo que significa, en primer lugar, que tenemos una responsabilidad individual al comportarnos cuando tenemos un resfriado o una gripe: tratar de no contagiar a los otros. Pero hay una responsabilidad mayor: que los servicios sanitarios sean públicos y para todos. Estamos viendo que los gastos de todo este virus salen de los bolsillos de quienes pagan impuestos. Y estamos viendo que la investigación científica es responsabilidad de los Estados.

La segunda enseñanza pudiera ser que el centralismo capitalista de producción nos destruye. Destruye a las personas de los países en vías de desarrollo para que produzcan por unos céntimos lo que se consume en los países ricos y no beneficia sino a las grandes corporaciones, que eluden pagar impuestos con mil trucos, unos impuestos que podrían garantizar la salud pública, por ejemplo.

El capitalismo de producción centralizada y de consumo expansivo está en crisis hace tiempo, está en crisis y produce mayores crisis. La de los Derechos Humanos y la de la destrucción de nuestro Planeta. Esto, también, nos deja ver la crisis del virus corona, que es la crisis de las bolsas.

La tercera enseñanza sería que no volvamos a la superstición e insistamos en el conocimiento y la ciencia. Y no nos dejemos infectar por el virus del populismo.

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