Una talla del siglo XVII acaba empapada en Sevilla: ¿y si alguien pudiera enmendar la decisión de salir?

Pensar en la posibilidad de que una entidad externa a la propia cofradía revierta lo que se decida puede parecer una 'marcianada', pero no debería serlo

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Licenciado en Periodismo y Máster en Comunicación Institucional y Política por la Universidad de Sevilla. Comencé mi trayectoria periodística en cabeceras de Grupo Joly y he trabajado como responsable de contenidos y redes sociales en un departamento de marketing antes de volver a la prensa digital en lavozdelsur.es.

El misterio del Buen Fin, una talla del siglo XVII, en Sevilla este Miércoles Santo, en una imagen del Consejo.
El misterio del Buen Fin, una talla del siglo XVII, en Sevilla este Miércoles Santo, en una imagen del Consejo.

Ni lo que ocurrió en el Miércoles Santo de Sevilla es nuevo ni será la última vez. Pero no por ello deja de sorprender. Una talla del siglo XVII, el Cristo del Buen Fin, acabó empapada por las calles de la ciudad, al decidir la Hermandad de San Antonio de Padua realizar estación de penitencia, cuando la previsión meteorológica era tozuda.

Seguramente, mucho de lo vertido en redes sociales es o exagerado o injustificable. La Semana Santa es hoy, para algunos, no todos, un espectáculo, un teatro. Nada que ver con la verdadera intención. Alguno, cuenta ABC, llegó a abuchear a una hermandad al salir de Catedral por no ofrecer un mayor despliegue de costal. Eso, lógicamente, sobra. 

Y en esa línea, se ha leído alguna opinión irrespetuosa con la dirección del Buen Fin, primero, pero también con El Carmen. Salieron a procesionar, allá cada cual que tomó la decisión que mejor consideraba. Pero desde el respeto, hay que evidenciar que lo del Miércoles Santo no debería repetirse.

Y cabe pensar, en un debate que ya está abierto sobre 'repensar' la Semana Santa y su masificación, si no es viable pensar en darle una vuelta a la completa libertad de las cofradías de salir a procesionar.

A fin de cuentas, si bien las hermandades son entidades privadas, se deben a unas reglas que marca, principalmente, lo que dicte la Iglesia, y en segundo término, lo que diga el propio Consejo.

¿No tendría sentido que existiese cierto consenso sobre realizar estación de penitencia o no? ¿Una entidad que, caso por caso, analizara los pronósticos? ¿Que al menos sirviera de guía sobre lo que recomienda la meteorología?

Y, visto lo visto, ¿no debería existir un botón rojo a presionar en casos de excesiva urgencia? 

Hasta ahora, todo se plantea en los siguientes términos: las hermandades deben ser responsables, y cabe o no que los traslados en días posteriores lleven música o no, sean directos o rápidos o permitan cierta libertad o no.  Pero a lo mejor hay que ir a más. A que, directamente, pueda impedirse a una hermandad tomar la calle, bajo circunstancias muy concretas.

Tenemos en España una agencia estatal, más o menos fiable, sobre probabilidad de lluvia. En Sevilla, un aeropuerto que estudia con precisión si vienen vientos o borrascas. ¿No tendría sentido seguir unos criterios concretos? Si la Aemet da un 90% de probabilidad de lluvia, ¿no podría incluso establecerse un cierto porcentaje para impedir la salida procesional?

Suena a chino y, seguro, a alguno, ofensivo. Pero cuando se ostenta un cierto patrimonio histórico, éste podrá ser de uno, pero también es un poco del resto de la sociedad. 

Todo esto, desde el absoluto respeto a las cofradías que decidieron salir. Solo que, esta vez, se han podido equivocar. Habría que pensar en que esto pase menos. Porque el Miércoles Santo fue una pena.

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