¡No a la guerra! Decálogo

Nuestras tomas de posición suelen ser intuitivas y en muchas ocasiones más emocionales que otra cosa

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Funcionario Técnico de Administración Local. Licenciado en Derecho y Psicología. Formado en Gestión Presupuestaria Local, Recursos Humanos y Gestión de Calidad en las Administraciones Públicas.

Un manifestante protesta en contra de la guerra contra Ucrania en Rusia
Un manifestante protesta en contra de la guerra contra Ucrania en Rusia

Un ciudadano de a pie no tiene porqué entrar en los vericuetos del análisis de la complejidad de la historia. Ni tiene la información, ni tiene tiempo para procesarla. Nuestras tomas de posición suelen ser intuitivas y en muchas ocasiones más emocionales que otra cosa. Ahí existe un peligro, el de la posible manipulación por parte de quienes manejan la comunicación y deciden qué debe ser relevante o no y de quienes saben manejar los resortes de las emociones.

Me considero afortunado de haber tenido la oportunidad de acceder a una cierta formación filosófica y a una aproximación al método científico. Mientras que la primera me lleva a la duda permanente, a desconfiar de las verdades absolutas, el segundo me inclina a buscar unas mínimas certezas sin las que es complicado afrontar la propia vida.

Hablaba en mi anterior artículo de los tiempos frenéticos en que vivimos, de estos años llenos de sucesos vertiginosos que nos producen sensación de vértigo e incertidumbre. Y aún no había estallado la guerra en Ucrania. Un conflicto que vivimos al minuto, aunque me temo que con más ruido que información, más detalles y anécdotas que visión global, más emotividad que análisis complejo. Por eso me he propuesto intentar reciclar toda esa vorágine de datos aplicando la duda y la razón. Sin olvidarme por supuesto de las emociones. Y he tratado de resumir todo en un decálogo.

Primero. ¡No a la guerra!. Siempre. Sin duda. El agresor siempre es el culpable, sea quien sea. Eso es innegociable, indubitado, una certeza. Ahora es el gobierno ruso. En otros casos fue el norteamericano, el israelí, el saudí, el marroquí, el iraquí... No puedo aceptar que haya gente que se manifiesta contra la guerra según quien sea el agresor. Hay que rechazar esta invasión y todas las demás. No hay guerras de primera y guerras de segunda.

Segundo. No acepto que Putin sea un loco. Eso lo convertiría en inimputable. Para mí es un criminal y debe ser juzgado por sus atrocidades. Putin no es comunista. Es un nacionalista de ultraderecha, en sus políticas y en sus ideas. Trump alaba abiertamente a Putin. Muchos líderes ultraderechistas mundiales han rivalizado por fotografiarse con Putin, aunque ahora corran presurosos a borrar sus carteles o sus twits. Incluidos los líderes de Vox en Ceuta, Juan Sergio Redondo y Carlos Verdejo.

Tercero. No elegimos a nuestros vecinos pero tenemos que convivir con ellos de la forma más razonable posible. También en política internacional. Es la realpolitik. Nadie debe someterse a ningún matón pero tampoco se le debe provocar, sobre todo si tiene armas de destrucción masiva y quien va a pagar el precio es un tercero.

Cuarto. El nacionalismo excluyente siempre se construye contra otros. Y eso solo puede generar conflictos y en algunos casos la guerra.

Quinto. El mundo está cambiando. Los viejos equilibrios saltan hechos añicos. La geopolítica se recompone, unas veces de forma silenciosa y otras a base de confrontación. Algo de esto está en el origen de esta guerra. Resulta curioso y contradictorio que a pesar de las represalias económicas contra Rusia haya países occidentales que le siguen comprando petróleo y gas. Incomprensible. O no.

Sexto. El actual sistema se demuestra agotado. Es imposible el crecimiento infinito en un planeta finito. Comienzan a escasear las materias primas, imposibles de regenerar, y se recrudece la lucha por controlarlas. Suben los precios y se desequilibra toda la economía mundial. Basarlo todo en la competencia permanente sólo asegura los conflictos y la destrucción de la humanidad. Únicamente la colaboración nos puede salvar.

Séptimo. Desde las poltronas de los dirigentes políticos occidentales o desde nuestros cómodos sofás no tenemos derecho a animar a otros pueblos a la heroicidad, el sacrificio o el martirologio. Menos aún cuando no se está dispuesto a correr mayores riesgos.

Octavo. Si un país, una nación, es atacada y su población elige el martirio hay que plantearse la posibilidad de ayudarles. Los demócratas españoles siempre hemos criticado el abandono que sufrió la República por parte de las democracias mundiales frente al fascismo. Y
posteriormente su complicidad con la dictadura franquista.

Pero también es legítimo pensar que es mejor evitar sacrificios estériles y preparar la defensa por otros medios distintos a la escalada militar. En cualquier caso, si se apuesta por la ayuda militar siempre debería ser mediante la coordinación a través de la Unión Europea mejor que cada país por separado. La UE debería comenzar a construir una política exterior y de defensa común.

Noveno. De esta guerra hay unos perdedores seguros, el pueblo ucraniano, principalmente, y el ruso, que pondrán los muertos y la ruina económica. Pero también unos ganadores ciertos, los fabricantes de armas. No sólo por las ventas directas para esta guerra sino por la escalada armamentista mundial que ya se está anunciando. Así no se construye la paz, se estará preparando el siguiente conflicto armado.

Décimo. Hay unanimidad para el acogimiento de los refugiados de esta guerra, incluso por parte de países europeos que siempre se han mostrado radicalmente contrarios a prestar asilo.

Resulta sorprendente. O no. Quizá influya su enemistad manifiesta con Rusia más que el sentimiento humanista porque de lo contrario no se comprende su anterior rechazo radical a los refugiados de otros conflictos como Siria o África. El sentimiento humanitario no puede distinguir a las personas según el color de su piel, su religión o quien sea su agresor.

Concluyo el decálogo con este poema de Bertolt Brecht, tan conocido como apropiado en este momento:

La guerra que vendrá
no es la primera.
Hubo otras guerras.
Al final de la última
hubo vencedores y vencidos.
Entre los vencidos,
el pueblo llano pasaba hambre.
Entre los vencedores
el pueblo llano la pasaba también.

 

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