Antonio Maíllo y Teresa Rodríguez en un acto público de Unidos Podemos durante la campaña de las últimas elecciones generales.
Antonio Maíllo y Teresa Rodríguez en un acto público de Unidos Podemos durante la campaña de las últimas elecciones generales.

Hace cuarenta años de aquel 4 de Diciembre en el que millones de andaluces salimos a las calles para reclamar que el proceso de configuración de las autonomías tuviera a Andalucía en la misma posición de salida, y de llegada, que las comunidades históricas: Galicia, Cataluña y Euskadi. ¡Con la historia que tenemos en esta tierra! ¿Cómo consentir relegar a este pueblo a una autonomía de segunda división?

Aquello lo vieron claro hasta en el PSOE. Entonces, como ahora, miles de andaluces entendieron que nuestra tierra merecía ser como la que más, aquella frase de nuestro añorado José Luís Serrano.

Nos quisieron situar en un piso más abajo, darnos gato por liebre, ningunear a una tierra sedienta de justicia y de futuro. Nos hurtaban la herramienta para poder abrir sendero y caminar hasta levantar la vista y vernos en una tierra que ponga libertad. Libertad para desprendernos de las cadenas que durante siglos nos mantuvieron subsidiadas, subyugadas y al servicio de la corte en Madrid.

Han pasado cuarenta años, cuarenta, donde básicamente se ha construido una identidad andaluza muy diluida en el paraguas centralista de quienes han pretendido seguir manteniendo a nuestra tierra en un marco de subsidiariedad y plegado a los intereses de quienes desde La Castellana siguen viniendo a buscar el sol, la playa y el beneficio económico.

Por eso, cuando escucho y leo a algunas compañeras de Podemos poner el énfasis en la papeleta, en una suerte de pataleta incontenible sobre la importancia de que el nombre aparezca -¿cómo de grande?, me pregunto- me embarga una profunda tristeza de que el debate se reduzca a una cuestión tan simple; que en realidad no lo es, puesto que de alguna manera nos retrotrae a aquellos días, de hace cuarenta años, donde se quería mantener bien sujeta la voluntad de un pueblo de ser libre, de que lo dejaran soñar y de que lo dejaran volar.

No es la papeleta, es mucho más. Hacer una Andalucía en Podemos es diferente a hacer Podemos en Andalucía. Es fácil de comprender ¡y que difícil ejercer!

El PSOE se arropó con la bandera andaluza hace tiempo, y con una habilidad que le reconozco, ha sabido construir el discurso de partido que defiende Andalucía. Qué ironía, cuando aún este pueblo y su tierra es expoliada, explotada y maltratada por multinacionales ajenas que nos chupan la sangre y brindan con los números de sus cuentas de resultados en los reservados de la Castellana o de la Puerta de Branderburgo.

Llevan mis compañeras, mis compañeros, con nombre y apellidos, cuatro años construyendo este proyecto. Todos los días, todos, con el orgullo de pertenecer a este partido que se erige en la mejor herramienta de construcción para ser palanca de una alternativa de cambio. Ya está bien de sembrar la duda sobre quién es más de Podemos. De propagar un rumor falso en un ejercicio irresponsable de contrapropaganda.

No es la papeleta, es querer ejercer el derecho a ser como queramos decidir ser, es poder dibujar nosotros el folio en blanco de nuestro futuro. No es la papeleta, es mucho más: poder decidir por nosotras mismas, eso es lo que hay que debatir y los argumentos para hacerlo o dejar de hacerlo son los que hay que poner encima de la mesa. Y no enfangar el debate con especulaciones, rumores y bulos infundados. No es una cuestión del nombre –que sí, que estará- ni del tamaño, que no es lo importante. Es saber si detrás de que nos quieran cortocircuitar la voluntad de construcción colectiva no estará, una vez más, el deseo inconfesable de mantener a Andalucía como una sucursal, como una franquicia, del negocio en Madrid.

No es la papeleta, es la voluntad soberana y mayoritaria, de nuestra II Asamblea Ciudadana en Andalucía. No es Podemos, es Andalucía. ¿Cuál es la parte de esta frase que no se entiende?

Nacho Molina

Secretario de Organización de Podemos Andalucía.

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