#mujeresimparables

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

Se dice y se oye cada vez más que las mujeres guardan en lo más profundo de las células de su ser el antiguo conocimiento del divino femenino. Como sus cuerpos están sujetos a los grandes ciclos de la luna y las estrellas, la sabiduría de las mujeres está conectada con los mismísimos cielos. Su sabiduría natural respecto a los ritmos del nacimiento, la vida y la muerte es mucho más amplia que la de cualquier hombre, y no debería estar nunca sujeta a ninguna religión ni a las leyes judiciales.

Las mujeres tienen una manera de percibir la realidad diferente a la del hombre y, en consecuencia, sus acciones serán distintas. Tienden a ver el detalle y suelen ser más intuitivas que analíticas. Además, son muy sensibles al lenguaje no verbal, más complejas a nivel relacional y energéticamente más resistentes.

En comparación con todas estas características, el hombre se distingue por ser más directo, sencillo y lineal. El liderazgo femenino es más interactivo, horizontal, incluyente, alienta la participación, comparte el poder y la información con sus colaboradores y con las personas con quién interactúa.

Después de muchos ejemplos a lo largo de la historia, nadie puede poner en duda que la mujer sí posee una predisposición natural para dirigir, coordinar el trabajo, sacar lo mejor de cada persona y lograr objetivos concretos.

La "dirección en femenino" se hace de forma directa, con argumentaciones, diálogos, siempre en equipo, teniendo en cuenta a las personas y transmitiendo las propias ganas e ilusiones porque para la mujer es vital el intercambio, el contacto personal y el carisma.

La mujer impulsa la participación, el compartir la información y alimentar la autoestima de las personas que tiene a su alrededor, permitiendo que todos ellos contribuyan. A pesar de ello, el peso de las costumbres y la difícil conciliación con la maternidad, truncan muchas carreras femeninas y la realidad es que el colectivo femenino aún ocupa un segundo plano en el panorama laboral del siglo XXI.

Pero la capacidad de tener empatía, de ser cooperativa, comprensiva, altruista y a veces hasta vulnerable, todas ellas cualidades femeninas, hace que la gente se sienta parte de la organización e incorpora en las organizaciones la importancia de una identidad de grupo.

Ese intercambio entre las personas facilita el trabajo, fomenta la lealtad, mejora el flujo de comunicación, y de esta forma, ofrece los medios para que las personas saquen sus propias conclusiones, resuelvan sus problemas y entiendan la justificación que está detrás de las decisiones.

Con estas palabras no se trata de debatir sobre hombres contra mujeres, sino, más bien, de considerar los dos modelos de liderazgo, el masculino y el femenino, como dos alternativas, cuya integración y complementariedad puede llegar a representar posiblemente el futuro del liderazgo, además de que los dos arquetipos (femenino y masculino) pueden ser integrados perfectamente tanto por hombres como por mujeres, aunque, obviamente, el instinto de cada uno es innato.

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