La mujer vitamina llega a tu vida para rescatarte, para levantarte de la cama, abrir las ventanas de par en par y enseñarte que ahí fuera hay un mundo que merece la pena conocer. La mujer vitamina es generosa y fuerte, capaz de cargar con el mundo a sus espaldas mientras busca un exoplaneta en el que las cosas tal vez sean un poco más sencillas. La mujer vitamina vive Belgrado en viajes a otros destinos, te ayuda a esquivar la baldosa que baila y te zurce los calcetines por si te pisa el pie el invierno.
En ocasiones, la mujer vitamina permanece a tu lado y otras veces se marcha, porque sus alas son demasiado poderosas para no surcar la inmensidad del cielo. Sobrevuela las orillas rocosas y los patios más altos. Cuando se cansa, se zambulle en las aguas heladas para hacer unos largos. Te espera ahí abajo por si finalmente caes y te recibe con besos de pulpo.
La mujer vitamina sabe amar como solo supieron hacerlo John y Yoko. Recita estrofas en la calle, te abronca con gracia, vence sus miedos para que tú venzas los tuyos. Imagina un mundo diferente, más inmaculado y más divertido. Le agotan las injusticias y las enfrenta cada día, sin importarle que para ello tengo que batirse el cobre en los rincones más inmundos.
Te marca el sendero, salta las piedras del camino, se refugia en las montañas. Llega hasta el horizonte, sin importarle la altura a la que quede el precipicio. Te muestra lo bellos que son los atardeceres, a ti, que ya dejaste de apreciarlos hace mucho. Sueña cosas lindas después de una sopa de pescado.
Cualquier sitio le sirve para acompañarte a la mujer vitamina. Una estación a la que casi no llegan trenes, un garito junto a la base o la plaza castellana más gélida. Leéis juntos para cambiar palabras y para acercarte tus objetivos allá a donde sean capaces de llegar tus manos. Te aconseja y te sostiene. Puede con todo. Es capaz de encontrar la lana más blanca y abrazar la luna más oscura.
Cuando la mujer vitamina aparece en tu vida, solo puedes sentirte afortunado. No importa que esas riberas queden ya demasiado lejos. Sientes que el viaje mereció la pena, aun cuando ni siquiera sabes a dónde te llevará esta nave endiablada. La mujer vitamina te salvó y te volvió a hacer reír de una forma espontánea. Es lo único que importa. Todo lo demás, volará con las hojas del otoño.



