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Si ella se siente mujer, ¿no debería de bastar ese requisito para ser femenina?

Una mujer es femenina cuando se comporta según los cánones o las reglas que la sociedad establece como tal. Es decir, cuando viste, actúa o se comporta de un modo que comúnmente no pertenece a los hombres, sino al género femenino. Sin embargo, si ella se siente mujer, ¿no debería de bastar ese requisito para ser femenina?

Esta cuestión se me presentó hace poco donde surgen los mejores debates, con tu grupo de amigos, una cerveza en mano y con la disposición de arreglar el mundo a base de temas profundos. Todo empezó cuando nos dimos cuenta de que términos y expresiones como machorro, marimacho, ella es el hombre de la pareja o él es la mujer porque es más amanerado, no eran más que etiquetas que poníamos a las personas porque necesitábamos dividir el mundo en hombre y mujer. Pero, ¿hasta dónde hay feminidad?, ¿cuándo pasamos la línea que separa los campos de lo que ambos sexos deben de ser?

No teníamos ni idea de dónde empezaba ese espacio porque en realidad creíamos que no había ninguna zona para cada género. Si te sientes chica, el hecho de vestir una camisa oversize (más grande que tu talla), llevar pantalones piratas anchos y el pelo cortado con gomina para atrás, no te hace ser menos  femenina y, mucho menos, no dejas de ser mujer. Simplemente te gusta un estilo de vestir que es el que normalmente, durante siglos y décadas hemos relacionado con el perfil masculino pero que, afortunadamente en la actualidad, se está abriendo a los dos géneros. 

Esto ocurre desde que somos pequeños, con los deportes, los colores y los buenos modales. Seguro que habéis escuchado o habéis experimentado en vosotros mismos cómo nos meten en la cabeza que el fútbol es para chicos y el ballet para niñas. ¿Y los colores? Desde el momento en el que se sabe si es niña o niño, las paredes del cuarto, la ropa y los accesorios serán rosas o azules respectivamente. Y no es una cuestión de gusto, es decir, no se trata de que los padres acuerden que el rosa es un color maravilloso y por eso es una buena opción para el cuarto de la cría. Es un problema de segmentos, de polos, de diversidad impuesta y consensuada donde, si un chico lleva el color establecido para el sexo contrario, o juega con muñecas… por algo será. 

Como decía anteriormente, es también un tema de buenos modales. Y aquí me detengo porque merece la pena hacer una gran lista: las niñas no dicen palabrotas, se deben de sentar con las piernas cruzadas, tienen que ser refinadas y elegantes, en público no se come mucho, su cuarto tiene que estar recogido porque es de señoritas, tienen que estar siempre en su sitio y saber cuál es su papel. Ah, y no se te vaya a ocurrir ensuciarte el vestido por estar por ahí correteando. ¡Cuánta información tenemos que retener!

Como dije, aquí me detengo porque ¿qué tendrá que ver ser femenina con cruzar o no las piernas? Pero aún mejor, ¿por qué una mujer debe decir que ella es de comer poco? Lo bueno de la diversidad, pero no de esa consensuada e impuesta, sino de la que nos hace sentir completamente libres es, precisamente eso, la libertad de desarrollarse como persona. Esto corre a cargo de cada uno y dependerá de la música que nos guste escuchar, de las series que veamos, de los libros que leamos, de la gente que nos rodee, de los valores familiares, de la educación formal y de mil puntos más. 

Tanto una mujer como un hombre tienen derecho a sentirse ellos sin ningún tipo de traba que se imponga a su sexo, sin ningún tipo de etiqueta que le diga diariamente que ella o él es menos por ser de una determinada forma. Aquí no entra la vulgaridad: ser vulgar es una cosa, ser hombre o mujer es otra. Decía que al género femenino se le impone desde siempre que no sea mal hablado o que actúe con elegancia. Sin embargo, el ser educado debería de ser un asunto de ambos sexos, dejando de lado actuaciones vulgares. Aunque oye, qué bien sienta a veces expresarse diciendo alguna que otra grosería; lo que hay que saber es cuándo, dónde y con quién hacerlo. 

Por eso, y desmontando mitos, puedo decir que soy mujer y vivo rodeada de mujeres que aman todos los colores, que llegan a casa, se quitan el sujetador y se ponen una camiseta ancha, que además muchas de ellas se depilan de vez en cuando, que mientras unas visten todos los días faldas, las otras llevan pantalones rajados y tienen tatuajes. También, cuando están con su gente, se sientan con una pierna apoyada en el taburete y otra sobra el asiento del amigo, son capaces de comer dos hamburguesas con patatas fritas y beber más cervezas que tres hombres juntos. Pero lo más sorprendente de todo es que todas y cada una de ellas son mujeres, eso siempre. Lo de femeninas lo dejamos para los que quieran hablar de diferencias. Aquí mejor hablar de diversidad y libertad. 

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