Morir de machismo

Manifestación feminista de estudiantes.
23 de noviembre de 2018 a las 08:45h

Creo que no sé lo que es el feminismo. Así se confesaba estos días un policía local en el IX Congreso sobre la Violencia contra las Mujeres. Entre los 1.607 asistentes al Palacio de Congresos de Sevilla, una mano se alzó entre el respetable para expresar esa duda. Lo hizo tímidamente y casi pidiendo perdón. Sabía que no era el contexto apropiado, ni el momento preciso pero decía representar con sus palabras el sentir de muchos hombres. Quien reconocía desconocer el feminismo encontraba en esa falta de comprensión el motivo de su equidistancia: no podía considerarse feminista porque no sabía lo que era.

Poco han ayudado a este agente las sentencias confusas y necias de quienes dicen querer igualdad «sin machismos ni feminismos». De poco o nada han servido las afirmaciones rotundas acerca de denuncias falsas por violencia de género, y de menos aún aquellos púlpitos para equiparar a las víctimas masculinas con las femeninas. La verdad es que, en medio de un arsenal de violencia simbólica y de toda una amalgama de mensajes ambiguos, quién puede culpar a este buen señor.

A veces es difícil encontrar la respuesta adecuada y otras veces simplemente la contestación es tan sencilla que asusta, tan clara que golpea como una barra de hierro y amenaza la estabilidad de una comida caliente. Hay palabras que dan miedo y feminismo es una de ellas. No sé si será por falta de conocimiento —como le ocurre a nuestro policía local— o por todo lo contrario, pero el caso es que sigue acojonando. Y es que el feminismo es intransigente por naturaleza y quien lo probó lo sabe. Es contrario a la injusticia, a la mercadería, a la falta de derechos; contrario al llanto bajo una manta y a las lágrimas que caen sobre un delantal, a los ojos que se amoratan y a los dedos que marcan. El feminismo no acepta a las manos que no acarician, no soporta a los labios que insultan, ni a las palabras que humillan. El feminismo es vida y aborrece a los que acaban con ella. No transige.

En pleno 2018 y estamos muriendo de machismo. Morimos un poco en cada titular que nos retrata muertas pero no asesinadas. Morimos un poco en cada campaña de AXE o de Jean Paul Gaultier o de Paco Rabanne. En cada videoclip de trap y en cada dating show. Morimos en cada anuncio por palabras, en cada prostíbulo, en cada chulo y en cada putero. En todos y cada uno de esos señores respetables, con hijos y nietos y misa los domingos, que nos miran por encima del hombro y por debajo del escote.

Morimos en cada contrato con idénticas labores y menos ceros. En cada jefe de recursos humanos que quiere saber si pensamos tener hijos. En cada hora de más en la cocina y de menos frente a los libros. En cada villano que golpea y en cada malnacido que asesina. Morimos un poco mientras a algunas, a muchas, las matan del todo. Este año hemos perdido a más de cuarenta y con cada una de ellas se va un poco de lo que somos… y muchas de las respuestas que podríamos dar. Lo perdemos todo menos la rabia, la voz y el miedo. El desconocimiento maltrata y nosotras seguimos muriendo de machismo.