Si soy totalmente sincero, por mal que suene decirlo, la situación en Palestina comienza a saturarme. Cada vez que abro alguna noticia sobre Gaza, violaciones del cese el fuego, niños mutilados, periodistas muertos… siento que la frustración, la rabia y la impotencia, me arden en el pecho. Y ese peso comienza a ser demasiado.
Quizá por salud mental me gustaría desconectar del conflicto. Silenciar las cuentas que sigo, apartar la mirada un rato o convencerme que estos dos años de protestas han servido de algo: hay un acuerdo de paz. Pero no puedo. Ni debo.
Justo ahora es cuando muchos piensan que el conflicto está zanjado, que hay paz, y que podemos pasar página, pero es ahí cuando debemos gritar aún con más fuerza: la lucha continúa.
El supuesto acuerdo de paz no impide que se cometan más atrocidades ni exime de responsabilidades a los genocidas. Ha sido violado una y otra vez desde el primer día. Israel continúa operando con impunidad y el asesinato del periodista Saleh al Jafarawi es sólo una muestra más del horror sistemático que se siguen cometiendo.
Recientemente, la Flotilla fue interceptada en aguas internacionales. Quisieron detener la ayuda, callar la solidaridad. A ellos, lamentablemente, los pudieron desembarcar, pero de este barco no podrán bajarnos. No vamos a cruzar los brazos. La resistencia civil, el testimonio, la denuncia pública y el derecho internacional, son herramientas indispensables para no dejar que el horror quede enterrado en el silencio y que los genocidas sean juzgados y recordados por la vileza de sus acciones.
Pero ante esta tesitura, surge por enésima vez la argumentación de los de siempre: “Pero es que los cristianos en Nigeria…”, “Pero es que aquí no nos manifestamos por el paro o la vivienda…”, “¿Dónde estaban los propalestinos cuando la dana?”.
Magnífico. Aquí seguimos esperando a que organicen esas protestas. Que me avisen, que allí estaré el primero. Llevan tanto tiempo llenándose la boca con esta milonga, que imagino que ya se habrán coordinado con alguna plataforma. Será interesante, eso sí, ver cómo algunos concilian sus ideas sobre dejar hundirse las pateras con subsaharianos dentro, con su repentina preocupación por la vida de civiles africanos.
Me imagino que estos mismos también estaban los primeros en las manifestaciones por el acceso a la vivienda, como las del 5 de abril, cuando decenas de miles de personas salimos a la calle en más de 40 ciudades españolas para exigir alquileres justos y freno a los desahucios. Esa sí fue una causa en la que había sitio para todos los que dicen preocuparse por “los problemas reales de los españoles”, pero curiosamente no vi a ninguno allí.
Y recordemos lo ocurrido con la dana en Valencia. Jerez, pese a haber sufrido también daños millonarios, sí se movilizó, sí respondió con generosidad: cuatro camiones con 43.000 kilos de alimentos, material de limpieza, medicinas, ropa y productos básicos, además de decenas de voluntarios, salieron hacia la Comunidad Valenciana, fruto de una movilización ciudadana tan abrumadora que hubo que detener las donaciones por exceso.
Así que no. Los voceros de los sionistas no nos bajarán del barco. Mientras haya quien sufre en silencio, mientras los verdugos permanezcan impunes, mientras nos intenten convencer de que “todo está cerrado”, no nos olvidaremos de Gaza.
Tampoco nos olvidaremos de que en este barco caben todos los que defiendan que ninguna vida es más importante que otra y que ninguna catástrofe humanitaria anula a otra.
Que los barcos que navegan por la paz, lleguen siempre a buen puerto. Sin ser interceptados por genocidas y sin hundirse como un cayuco en el estrecho.
