La mirada de la masculinidad, por Juan Miguel Garrido Peña.
La mirada de la masculinidad, por Juan Miguel Garrido Peña.

Entre los déficits que la mochila de la masculinidad nos impone a los hombres, está la la forma de mirar.

Los hombres que no sabemos llorar, besar, querernos ni querer, o al menos con naturalidad y libertad, porque las normas de género nos han dicho que un hombre que se excede en estas cuestiones o es menos hombre o ni tan siquiera lo es, tampoco sabemos mirar y lo hacemos desde esa posición que todo lo jerarquiza, cosifica, y sexualiza.

No me estoy refiriendo a observar y ver el mundo en general, sino a mirar a los cuerpos de las mujeres, porque eso es lo que hacemos cuando colocamos nuestra atención en ellas, mirar sus cuerpos como objetos de nuestro deseo. No importa si esas miradas incomodan, ofenden, o coartan la libertad, como tampoco la edad, no nos lo planteamos, porque figura escrito en nuestro libro de derechos y obligaciones masculinas. Incluso opinamos que deben sentirse alagadas, y si hay alguien a quien censurar, es a ellas, por llevar escotes, la ropa ajustada, la lengua muy larga y la falda muy corta, como dice la muy machista canción de Sabina. Así de cínicos e hipócritas nos fabrica el patriarcado.

Es cierto que no todos los hombres miramos así, pero también es verdad, qué de una forma u otra, directa o disimuladamente, tenemos esa mirada. Se trata de otro de los malditos lastres de esa heteronormatividad, que nos concede un derecho absoluto sobre las mujeres.

Pero si no lo pensamos bien quizás este no sea un problema solo de la heterosexualidad normativa, sino del hombre como categoría social. No lo sé, será cuestión de reflexionar.

Esta actitud que empodera la no empatía que el género nos exige, nos hace que seamos insensibles a lo que ellas sientan, a sus miedos y temores, y a como les puedan afectar nuestras miradas. Porque estas no son ni honradas, ni inocentes, son miradas que desnudan, desean, incomodan y violentan. Nos guste o no, como en tantas muchas otras cosas en las que el feminismo pone su foco de atención, es otra forma más de violencia de género. Esa que no reconocemos, que para nuestra tranquilidad hemos normalizado, y no queremos ver.

Es la mirada de un mundo masculino, donde la misión principal de las mujeres es estar bellas y deseables. Es la mirada que se refleja en los medios de comunicación, en la publicidad, en la moda, en la cultura, objetos vivientes posando y exhibiéndose de las maneras más antinaturales imaginables, no es la mirada femenina de la realidad, porque los modistas, publicistas, productores de televisión, y creadores de ese objeto de consumo que son las mujeres, evidentemente somos nosotros y no ellas. La sexualización de sus cuerpos, su cosificación, la idealización de un tipo y modelo de belleza irreal que deja fuera a todas las mujeres que no responden a ese canon.

Es la mirada que abre la puerta al erotismo con fines comerciales que no es otra cosa que la pornografía, a prostitución, los abusos, las violaciones y las violencias.

Sinceramente creo que la masculinidad nos ha debido construir de una forma tan errónea, para que actuemos de esa forma tan desvergonzada e impune, y nada se nos remueva en nuestro interior, sin pudor ni temor.

Es ese traje de hombre que nos impele y condiciona, del que urge desprenderse ya. Es ese apremiante, personal y necesario proceso que los hombres tenemos que realizar con urgencia, para replantearnos nuestra forma de entendernos y entender la realidad, y sobre todo la  relación que mantenemos con las mujeres, para de una vez por todas dejar de actuar desde la superioridad y el dominio, y hacerlo desde la igualdad y el respecto.

Posdata y reflexión: En las presentaciones del libro que he escrito Mi traje de Hombre. Una mirada feminista desde la masculinidad, y a pesar de ser un libro dirigido a los hombres, salvo contadas excepciones, les asistentes son mujeres. Mujeres que me piden que les dedique el libro, a sus hijos, a sus maridos, a sus parejas. Por lo tanto, he llegado a la conclusión de que sin saberlo he escrito un libro para mujeres. Para que las mujeres compren y regalen a los hombres, en un enésimo y generoso intento de hacernos cambiar. Por eso creo que si no existiesen las mujeres y el feminismo, estaríamos aun haciendo fuego frotando dos piedras..

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