El miedo, una violencia, no una emoción

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Miembro de la Asociación de Hombres Igualitarios de Andalucía. (A Rocío siempre, antes, después y luego)

Una menor expresando miedo.
Una menor expresando miedo.

El miedo es una emoción provocada por la percepción de un peligro. Es la consecuencia del proceso de selección natural que nos lleva a protegernos de una amenaza, real o supuesta. La emoción del miedo está presente en todos los animales.

Como sociedad llevamos tiempo asistiendo a la que parece ser una campaña organizada para sumirnos en el miedo colectivo como forma entender la vida. Que pase a formar parte activa de nuestras vidas podría ser el objetivo, pues no salimos de una cuando entramos en otra. Coronavirus, guerra de Ucrania, viruela del mono, calentamiento global, fuego en los bosques, sequía, crisis energética, misiles chinos… Hace algún tiempo que no veo los telediarios, y no porque pretenda esquivar la realidad, sencillamente porque me niego a vivir con miedo.

Si el miedo es muy intenso sentimos pánico y terror. El miedo nos provoca nerviosismo, inseguridad, y ansiedad. Una persona con miedo es alguien que autolimita sus derechos y libertades para protegerse de un peligro que puede no existir. 

Ese miedo es utilizado por el sistema para controlarnos, y lo hace en todos los ámbitos de nuestras vidas. Las religiones son especialistas. Recuerdo bien eso muy cristiano de “El temor de Dios”. 

En estos días asistimos a un enésimo intento de meter miedo a las mujeres, con el objetivo de seguir limitando sus derechos y libertades, ahora no por la vía de las desigualdades y la violencia expresa, sino a través de la estrategia de introducir el miedo en su subconsciente. La reiteración en los medios una y otra vez de noticias como la de los pinchazos a chicas en discotecas no tiene otro objetivo que asegurar la recepción del mensaje, “Vivís en una sociedad hostil, que no es vuestra, y os supone un peligro”. A los violadores les es suficiente con pagar una indemnización para evitar la prisión. La dependencia económica, la pobreza y las condiciones precarias de millones de mujeres son también la manifestación de ese temor. La violencia de género, que hemos normalizado y no vemos. El empoderamiento de un mundo masculino que entiende que las mujeres son cosas. Que no está bien ni es seguro volver a casa sola de noche. Evitar caminar por calles oscuras y no transitadas. No divertirse en bares ni discotecas, llevar ropas que llamen la atención, o parecer que son más que nosotros. Que su palabra tenga menos valor que la de los hombres.

Los entendidos que dicen que los pinchazos no son nada, que son hombres sin más perspectiva que la de sus testículos. La pasividad del resto de hombres que miramos a otro lado, callamos y consentimos. La ponderación de la cultura del opresor y la culpabilización de la víctima, siempre mujeres, por la cual la culpa nunca es del agresor sino de la víctima, que lo propicia, provoca, o no evita. 

Qué el subconsciente de mujeres y chicas esté socializado por el miedo es una cruel estrategia del patriarcado para perpetuar su dominación y control. Este es el fin. La cultura del temor como forma de violencia de género. La existencia de un mundo masculino como forma de dominación.

Entre tanto, los hombres seguimos a nuestras cosas, los deportes, la política, el trabajo, obviando emociones, empatías, desigualdades y violencias, para pensar que son unas exageradas que de todo hacen siempre un mundo.

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