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Hay quien no apostaba un duro por nosotros, y es normal, todo indicaba que era un capricho o una ida de olla propia del momento, pero no, al final era amor.

Los que nos conocen bien saben que éramos demasiado jóvenes y que, sobre todo, las circunstancias familiares no eran las mejores. Pero bueno, aquí estamos 11 años después. Hay quien no apostaba un duro por nosotros, y es normal, todo indicaba que era un capricho o una ida de olla propia del momento, pero no, al final era amor. Esta carta no es para ti, que no sabes la historia, ni para el que la sepa, es para mí y para ella.

Algunos creen en el destino y otros en simples casualidades. Cuando tantas casualidades se reúnen, hay que darles un nombre más solemne. Las cosas no simplemente pasan, ocurren. Todo tiene un porqué, o al menos eso creo. El camino puede ser más enrevesado o sencillo, más frío o más cálido, pero siempre llegaremos al mismo punto. No hay atajos, sólo caminos más cortos. Uno de ellos fue el que encontramos nosotros. En la cima de una montaña, dentro de un bosque oscuro y detrás de una roca circular enorme. Hubo que empujarla entre los dos, con mucho esfuerzo, tan jóvenes. Que los trayectos sean cortos no significa que sean fáciles de encontrar.

¿Por qué eres medio aguacate? Porque las naranjas se parten con las manos, con sencillez. Los aguacates hay que cortarlos, separarlos. Las naranjas se dividen en pequeños trozos que luego son imposibles de recomponer. Y encima te escupen a los ojos de vez en cuando. Las dos mitades de un aguacate recubren una gran semilla, hay quien la llama hueso. Los dos juntos abrazamos a esa semilla que tiene tres partes, con sus nombres, los tres con siete letras: Gonzalo, Rodrigo y Beatriz. Somos una masa firme y uniforme recubiertos por una cáscara que nos proteje. Somos una familia.

A veces a esa semilla sí hay que llamarla hueso, porque hay momentos duros. Sacar a nuestros tres pequeños adelante en la vida no es difícil porque estamos unidos y les damos mucho cariño y amor. Hay momentos. Eso lo engloba todo. La vida en sí misma. Hay que educar, alimentar, vestir, querer, muchas cosas para las pocas horas que tiene el día. Pero tú lo haces todo posible. Cuando conoces a una persona en todas sus facetas y las amas todas, sabes que eso es para siempre. Te conocí como niña, luego como mujer y finalmente como madre. Amo a las tres. Por el recuerdo, por el presente y por lo que representas para mis hijos. Espero conocerte como señora mayor que lleva su permanente y el carro de la compra. Agarrada a mi brazo y los dos andando muy despacito. Y los niños que no llaman. Y los nietos que no llaman. Y mañana vienen todos juntos casi sin avisar, con los niños, y los perros. Las nueras, los yernos, las bicis, las muñecas y los monopatines. Una gran familia, pero podrían haber avisado.

En fin, que son muchos años y que ojalá sean muchos más. Que te digo medio en broma que me iré antes pero prometo cuidarme más. Sé que eres fuerte y que, a veces, adoptas el papel de mujer que necesita que su marido haga "cosas de hombre": colgar un cuadro, mover un mueble, arreglar un enchufe... No te creas que no me doy cuenta, que me haces sentir útil en la vorágine que es una casa con tres niños, con juguetes, ropa, facturas. Un pequeño país, con sus fiestas y sus conflictos. Que puedes con todo y que todo te pesa, pero sigues. Que no puedes parar un momento porque la responsabilidad es muy grande y por eso te admiro. Aunque a veces te diga que la vida es muy corta y que hay cosas más importantes que ordenar una cajonera. Te comprendo, porque no todo es majestuoso e impresionante. La vida se compone de pequeñas cositas, mundanas. Ésa, tan sencilla, es la que quiero vivir contigo. Y no diré las dos palabras de siempre porque te las digo todos los días al levantarme y al acostarme. Te diré que somos un aguacate, los cinco.

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