Me estoy muriendo

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Me quedan dos días de vida, puede que incluso menos, puede que mañana mismo un camión invada la acera mientras que voy a comprar el pan y me destroce contra una pared. No me estoy muriendo en el sentido estricto de la palabra, me estoy muriendo como lo hace todo mortal desde el día en que nace. Quizás decir dos días sea apostar demasiado fuerte contra la Parca, pero bueno, me aventuraré aún más, me quedan 50 años de vida.

Siempre he pensado cómo serían mis últimos días en la Tierra si un médico me dijera que moriré en pocos días. Supongo que pasaría casi todo el tiempo con la gente a la que quiero, que trataría de no perderme ni uno solo de los amaneceres que me quedan, que saldría a respirar la humedad de la mañana cerrando los ojos, que iría al campo a pisar descalzo la hierba... haría tantas cosas que habitualmente no hago. Supongo que tampoco perdería ni un minuto en discutir por cosas que no merecen la pena, que no dedicaría ni un segundo a personas que no me aportan nada o que sólo buscan su beneficio, que no gastaría fuerzas en convencer a un necio. Mi vida sería completamente distinta. Entonces me pregunto: ¿y si una vez que han pasado esos días me dan una prórroga de unos meses? Seguiría haciendo lo mismo, viviendo con esa intensidad del que sabe que ya se va. Pero, ¿y si te amplían la esperanza de vida unos años? Esa es la situación de casi todos nosotros.

Estamos mal programados, de alguna manera nos movemos con una red de seguridad bajo los pies que nos convierte en hipócritas y cínicos. La mayoría de la gente no vive su personalidad como quiere y estando en tiempos de paz y libertad es mucho decir. Es comprensible que haya ciertas convenciones sociales que nos limitan en nuestros actos y palabras, porque si no queremos perder nuestro trabajo o sustento, tenemos que cumplirlas. Al margen de esto y suponiendo que no nos estamos muriendo de verdad, no nos expresamos como queremos, no bailamos desinhibidamente cuando nos apetece y comulgamos con ruedas de molino por no parecer desagradables.

Sería la mejor filosofía de vida, actuar como si te fueras a morir ya, pero con la prudencia del que puede equivocarse. Expresar tu amor y tu amistad diariamente. Guardar el odio, que además de que no conduce a nada, ya sabes, ¿y si no te mueres mañana?

Cosas como pararse a saborear una comida o simplemente pararse a no hacer nada durante unos minutos -Eso tan importante que tienes que hacer es posible que no se resienta por demorarlo un rato- Detenerse a hablar con la gente y sobre todo escuchar, la gente quiere ser escuchada. Descubrir la fascinante personalidad del jardinero de tu barrio o del señor que pide limosna en la puerta de la iglesia. Y apreciar los detalles de todo. Analizar con tus oídos una canción, tocar la arena y pensar en ella, en cómo se forman los objetos, ser curioso y preguntarte cosas. Afanarte en no ir por la vida con el piloto automático, en ser de verdad el que lleva las riendas en cada situación, sí, dejarte llevar en algunas ocasiones, pero siendo consciente de ello.  Lo más importante, no perder la capacidad de sorprenderse.

No me estoy muriendo pero puede que muera mañana. Me voy a vivir la vida y a apreciarla.

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