Abascal, con André Ventura, de Chega!
Abascal, con André Ventura, de Chega!

Las elecciones acontecidas en Portugal el día de ayer nos dejan otro triste resultado para quienes observamos cada proceso electoral con un mínimo detenimiento y nos preocupa el auge de una extrema derecha contraria a los valores europeos de solidaridad y justicia social. En este caso, tenemos que centrar nuestra atención en Chega! (Basta) el partido de ultraderecha luso que el pasado domingo se hizo con más de 900.000 votos, un 18%. 

Pero vamos paso por paso. En 2022 el Partido Socialista de Antonio Costa logró la mayoría absoluta, ni el peor agorero vaticinaría perder el gobierno solo dos años después. Tras un inicio de legislatura convulso, la fiscalía portuguesa vio indicios de corrupción de un tal “Antonio Costa” por adjudicación de contratos durante la pandemia; en respuesta, el Primer ministro dimite para “proteger su honorabilidad”, dilucidándose poco después que el audio referido por la fiscalía hacía referencia a un ministro de igual nombre que el Primer ministro ya dimitido. Acto seguido, el Presidente de la República Marcelo Rebelo de Sousa, del partido social demócrata (no caer en error, es el principal partido de derechas del país), en uso de la prerrogativa del jefe del Estado portugués, decide convocar elecciones anticipadas para el pasado 10 de marzo de 2024.

Quizás son acontecimientos excesivos para un párrafo tan corto, pero no está de más remarcar la injusticia, incluso me atrevería a decir la ilegitimidad moral, de la convocatoria de los comicios, pues los portugueses dieron su confianza abrumadora en forma de mayoría absoluta al Partido Socialista para una legislatura desde 2022 hasta 2026. La convocatoria anticipada responde únicamente al interés electoral de la derecha, que manejaba buenos sondeos y ordenó a Rebelo de Sousa apretar el botón ante la dimisión (forzada por la judicatura para quedar en nada, en otra casualidad reseñable) de un demostrado inocente. En conclusión, un lawfare de manual encaminado a derribar un gobierno coordinado con un acto impropio del jefe del Estado; dada la viabilidad constitucional de solicitarle a la Asamblea de la República la elección de otro Primer ministro, claro que entonces la mayoría del PS hubiese provocado otro gobierno socialista, y ese no era el plan. Este consistía en instrumentalizar toda la maquinaria, desde jueces a periodistas pasando por el jefe del Estado, para que surja un caso de corrupción poco después archivado, pero que cree unas circunstancias propicias a la disolución de la Asamblea y a la correspondiente convocatoria electoral. La derecha nunca ha tenido escrúpulos cuando se ha tratado de poner cuántas instituciones controlen al servicio único y exclusivo suyo. Y si no, que se lo digan a la 'policía patriótica' de un tal M.Rajoy, de cuyo nombre no quiero acordarme. 

No soy sospechoso de ser monárquico, todo lo contrario, pero estas situaciones sientan precedente sobre el necesario grado de imparcialidad de quién tiene la posibilidad de convocar elecciones a su antojo, pues cualquier gobierno puede tener momentos demoscópicamente complicados, y eso no justifica la convocatoria con alevosía y nocturnidad, por parte del mayor activo político de la oposición, de unos comicios que deslegitiman los inmediatamente precederos por razón de limitar el mandato de su voluntad hasta la mitad del plazo constitucionalmente establecido. 

Tras ese pequeño inciso reflexivo, podemos volver a nuestro vecino, que encaraba unas elecciones donde la derecha tenía altas posibilidades de volver al gobierno, con la sombra de la corrupción detrás de la oreja y una extrema derecha galopante que cosechó un 7% en 2022, y cuyas horquillas oscilaban en torno al 15-20%, para terminar quedándose en un 18%; terrorífico. 

El partido de André Ventura enarboló la bandera de la lucha contra la corrupción, de ser la única alternativa al bipartidismo establecido y de la lucha anti-inmigratoria. Con una campaña así de básica, recibió más de 900.000 sufragios, los cuales pertenecen a la misma tipología de votante que están aupando a la ultraderecha a cotas nunca antes vistas, según los analistas. Votantes de los que hablaremos después. Estos son los que forman la ola reaccionaria, esa que nace en las cenizas de la Europa de la austeridad impostada por la derecha económica y política, que borró su identidad propia en beneficio de los partidos a su derecha, los cuales les marcan el paso en cada vez más países. 

Aunque Portugal no parezca este caso, ya que el nuevo Primer ministro será Luis Montenegro, líder del centroderechista Alianza Democrática, lo cierto es que AD incluso bajó con respecto a los comicios de 2022 (en los que se presentaron por separado el PSD y el CDS-PP), en concreto, pasan del 30,7% al 29,5%, lo que les vale para obtener una victoria mínima sobre el PS, que a diferencia de lo que marcaban muchas encuestas, incluso exit polls, resiste en un sólido suelo del 28,66%. Datos sin contar el voto exterior, usualmente proclive a los socialistas, que aunque está claro que no valdrá para dar el sorpasso a AD, quizás si pueden recortar alguna de las pocas décimas que les separan de la coalición conservadora; ahogando aún más el discurso triunfalista de un centroderecha objetivamente débil electoralmente que no ha sido capaz ni siquiera de incrementar su apoyo en las urnas con la coyuntura más que propicia para ello; pero que celebran, en un ejercicio de conformismo, un modesto resultado que les permite ser presos parlamentarios de una ultraderecha que les marcará el paso en la Asamblea legislativa día sí, día también, y el de en medio por si acaso. No sea que se despisten y olviden quién condiciona y por ende, quien manda aquí.

Aunque parece que AD no precisará de meter a Chega en el gobierno para acceder al poder, pues el país luso no celebra sesión de investidura, sino que el jefe del Estado (demostradamente muy imparcial) nombra Primer ministro al líder del partido vencedor, si no hay una mayoría alternativa manifestada en un voto de censura. Pedro Nuno Santos, candidato y Secretario General del Partido Socialista ya ha anunciado que su partido liderará la oposición, por lo que cumplirá su promesa de no bloquear la formación de un gobierno en minoría de AD que nace entre la espada de la ultraderecha y la pared del bloqueo parlamentario; pues el PS prometió "facilitar su formación, no mantenerlo".

La derecha entendida en bloque, como se puede evidenciar por los datos anteriormente recogidos, crece por el auge de Chega. ¿Quién les vota? Los mismos que a Vox, Javier Milei, Marine Le Pen, Meloni o Donald Trump. 

  1. Jóvenes desencantados con todo que se sienten ajenos al sistema político y votan en protesta o seducidos por un discurso xenófobo y populista, combinado con una idea moderna de comunicación política que funciona.
  2. Antiguos exvotantes de izquierdas abiertos a la idea de un gran cambio que “limpie la política”. En este sentido, recordemos que Chega ha ganado en la región de Faro, corazón del Algarve, antiguo feudo comunista. 
  3. Personas con hartazgo general de la 'vieja política' dispuesta a dar ese salto al vacío. 

Un patrón que se repite en demasiados ciclos electorales a nivel mundial en mayor o menor medida, y que amenaza con llevar en volandas a la extrema derecha en las próximas elecciones europeas que se celebrarán del 7 al 9 de junio de este año, en las que el viejo continente enfrentará lógicas dificultades derivadas de la pretensión de asentar los valores de convivencia, unión y responsabilidad ante unos ultras que solo dividen, destruyen y gritan.

Hasta que los partidos tradicionales, con especial mención a los de centroderecha porque son los que deben combatir por ese espacio electoral y los que a menudo se pliegan ante ellos, entiendan la necesidad de marcar diferencias, aislar y luchar contra este tipo de partidos, seguiremos viendo nuevos episodios de esta ola reaccionaria que amenaza con convertirse en tsunami. 

Ya solo queda prepararse para votar en junio en unas elecciones en clave europea trascendentes para el futuro del continente. Y para nuestros vecinos, solo nos queda confiar en la histórica sapiencia electoral de los portugueses, cantar un Grândola, Vila morena deseando que pronto vuelvan al sentido común y que cese esta horripilante “ola reaccionaria” que amenaza con todo a todos. Pero para eso hacen falta cambios, mientras tanto, como diría el folklore gallego, Ondiñas veñem e van.

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