Es curioso como la socialdemocracia llegó a nuestras vidas en España. Algunos dicen que tras un periodo “aperturista y paternalista” de la Dictadura, cuando ya era imposible engañar a Europa con más totalitarismo (yo no me trago esta teoría) teniendo que meter en la clase media a más gente, por aquello de la necesidad de consumidores. Quién sabe...
En mi opinión esto empezó a fluir un poco cuando la “izquierda” gobernó de nuevo en el país, esa izquierda que ahora se devora desde su cúpula de dirigentes. Quizás por el mismo problema que le ocurre a nuestro protagonista, Manolito:
En el auge del sector secundario en nuestra ciudad, antes de la llegada del neoliberalismo (que curiosamente está destruyendo la clase media), Manolito, pasó en menos de treinta años de hacer sus necesidades en un water para treinta personas en un patio de vecinos a tener catorce pagas al año, un mes de vacaciones, un convenio colectivo y horas sindicales. Algo que sin duda es merecidísimo y legítimo, no me malinterpreten. Un logro.
Lo curioso y acojonante del problema es el proceso de desmemoria que trae consigo la seguridad económica cuando la deriva del socialismo repercute en positivo en las clases trabajadoras. De un plumazo, Manuel (que por cierto se ha prejubilado estupendamente), aún observando como sus hijos, siendo ingenieros, se piran a Alemania, no parece afectarle estas cuestiones y opina que todo esto nada tiene que ver con otro concepto de entender la sociedad y la economía. Emprende una lobotomía desde el confort.
Capaz de llegar al éxtasis resaltando en una oda su individualismo, Manuel con su gin tonics en la mano, dice que todos sus triunfos personales son fruto de su esfuerzo y no de ningún contexto socialdemócrata ni de políticas enfocadas hacia el bien común, que le facilitaron la posibilidad de cobrar trienios y tener el piso de Valdelagrana, se deleita en el “Paradigma del obrero liberal”.
En seguida Manuel cambia sus recuerdos de miseria de su niñez por una banderita de España en la muñeca y emprende costumbres y modales más propios de los señoritos que humillaron a su padre en la viña que de lo que de verdad ha sido y es, clase trabajadora. Obviando que su primogénita es arquitecta por una política basada en becas desde la administración o que su mujer se ha curado en un hospital público de una manera aceptable para su economía, desde la seguridad social.
Manuel, aun destinando una parte importantísima de su pensión para que sus hijos y yernos puedan pagar hipotecas y, en algunos casos, pasen inadvertidos, de repente y por arte de magia, cambia su voto de izquierdas a un partido de derechas. Dando mayorías absolutas a los dirigentes que por tradición le impusieron aquel water comunitario y persiguen el desmantelamiento del estado de derecho en pro de los derechos de las multinacionales.
Recuperarse del éxito ha sido muy duro para Manolito, muy difícil...
¿Quien le quita a Manuel el goce y la ilusión de olvidar que fue pobre?
¿Quien le quita a nuestro Manuel su banderita de España de la muñeca?
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