El rapero Pablo Hásel, en una imagen de archivo.
El rapero Pablo Hásel, en una imagen de archivo. NIKONECONS/WIKIMEDIA COMMONS

Estos últimos días han sido intensos. Han abundado noticias de todo tipo, entre ellas malas noticias relacionadas con el odio y la violencia. Sin duda, no ha habido ninguna más polémica que el ingreso en prisión del rapero Pablo Hasél y los disturbios a raíz de ello. No iba a hablar del tema porque pienso que tal personaje no merece la pena, pero después de todo lo que ha pasado sí me gustaría hacerlo.

Vivimos en una sociedad con exceso de información, esta última en muchos casos no es veraz y por si fuera poco corre como la pólvora en las redes sociales. Pablo Hasél no ha ido a la cárcel por hacer canciones contra la monarquía, eso es lo de menos, solo le ha costado una multa. Su condena de prisión se debe a enaltecimiento del terrorismo. Tanto tiempo alabando a los GRAPO y pedir su vuelta le ha pasado factura, al igual que publicar en redes su deseo de que bastantes políticos y periodistas sean asesinados.

La cuestión por la que Hasél no puede evadir su responsabilidad es la siguiente. Lo quiera o no, gran parte de su público son chavales que muchas veces ni llegan a la franja de los 20 años. Se trata de los niños que acaban de aprender lo que es el comunismo, o así lo creen, y rápidamente lo adoptan como una causa noble. Son jóvenes muy idealistas que a fin de cuentas son demasiado influenciables. Lo último que necesitan es tomar como referente a un rapero semi-famoso que anda diciendo que hay que volver a la vía armada, que la violencia es el único camino y que hay que poner bombas en los coches de Patxi López o disparar a Jordi Évole.

Para empezar, denota una gran falta de respeto hacia la vida humana. Es incluso peor que el fascismo. Si había quien decía de fusilar a 26 millones de españoles, una ideología así sube la apuesta a 30 millones: los 20 millones de la otra parte y otros 10 de socialdemócratas, traidores revisionistas desde su punto de vista. Cuando un fascista piensa esas barbaridades también cree que haría el bien, así que pueden tragarse su superioridad moral porque están al mismo nivel que los fascistas.

Con tal oda a la sangre y la violencia, los disturbios no es que sorprendan, al igual que participen y hayan sido arrestados menores de edad. También se ha visto a quién ni conoce a Hasél, admitiendo que solo está allí para quemar contenedores por diversión y saquear. Los comercios de Barcelona reconocían este fin de semana 750.000 euros en daños y pérdidas. Se justifican en una acción anticapitalista, pero eso no se lo creen ni ellos.

También se ha torturado el concepto de libertad de expresión. Se ha recurrido a una falacia tal como la comparación odiosa con la nazi que dio el discurso antisemita. En resumidas cuentas, ya le llegará su hora. El artículo 24 de la Constitución reconoce el derecho a un juicio con todas las garantías, un proceso muy lento pero que marca la diferencia con la justicia que quiere impartir esa gentuza y la mejor forma para dejarlos en evidencia. Lo de la chavala acaba de ocurrir, así que tiempo al tiempo. La sentencia de Hasél viene de marzo de 2018, no ha entrado en la cárcel de un día para otro. No se puede comparar.

Expuesto todo, solo quedan las verdades como puños. La vía armada es una salvajada, el fin no justifica los medios. Además, está visto que después de la Segunda Guerra Mundial, en Europa fue un camino de dolor y sufrimiento que dejó de funcionar. La historia de la RAF en Alemania es la prueba. Hasél puede incluirme si quiere en su lista de gente a la que intentará matar, pero es la verdad, su pena es justa y merecida.

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