Los renglones 'rectos' de Dios

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26 de marzo de 2015 a las 17:01h

Les ruego disculpen ante todo mi osadía por la “apropiación indebida” y modificación a mi aire del título de la famosa y excelsa novela de Torcuato Luca de Tena… pero la tentación era mayúscula y tiene una explicación, no lo duden. Y es que en vísperas de la celebración del V Centenario del nacimiento de Teresa de Ávila o de Ahumada

Les ruego disculpen ante todo mi osadía por la “apropiación indebida” y modificación a mi aire del título de la famosa y excelsa novela de Torcuato Luca de Tena… pero la tentación era mayúscula y tiene una explicación, no lo duden. Y es que en vísperas de la celebración del V Centenario del nacimiento de Teresa de Ávila o de Ahumada (Santa Teresa de Jesús para el cristianismo), creo necesario hacer una breve semblanza sobre este controvertido personaje que, creencias aparte, es una de las personalidades más reconocibles, influyentes e importantes de nuestro país a nivel internacional.

Pero quisiera, ya que soy juntaletras en mi tiempo libre, fijarme básicamente en su faceta y obra como escritora, que fue mucha, prolífica y traducida a varios idiomas, porque sobre sus piadosas andanzas cristianas, ya tendremos a lo largo de este año sobrada información procedente de la Santa Madre Iglesia, Católica, Apostólica y Romana, que enarbolará el “teresismo” como bandera oficial del catolicismo en este dos mil quince… y se olvidará de ella hasta un próximo centenario.

Mención aparte merecería meternos en la faena de discutir la conveniencia del derroche económico (en los tiempos que corren) de las autoridades abulenses, gastándose 10.400 euros del erario público local en la elaboración de dos tartas (una comestible y otra no) para la celebración del V Centenario. No quisiera mezclar churras con merinas, ni empañar esta efeméride… tiempo habrá en el futuro para opinar sobre este tipo de dispendios inmorales. Hoy toca hablar de ella, no de ellos…

No debemos obviar que precisamente fue su obra literaria, una de las mayores aportaciones a la humanidad, siendo creadora del “misticismo” que siglos más tarde se sigue venerando e incluso copiando (aunque cada cual a su manera) por muchos escritores actuales, sobre todo al otro lado del charco.

La literatura y Teresa de Ávila van unidas de la mano, y la una no es sin la existencia de la otra. Para ella fue una manera de canalizar no solo su adoctrinamiento a las carmelitas descalzas, sino una especie de “válvula de escape” ante los temores y tribulaciones de la vida del claustro. Y a su vez la literatura debe mucho a esta mujer, que se adelantó a su tiempo con unos escritos cargados de simbolismo, apasionados como si de una adolescente enamorada se tratase (para escándalo de muchos), y de una madurez intelectual nada habitual en las mujeres del siglo XVI.

Baste recordar esa estatua que se erige junto a la muralla de Ávila: Teresa mira al cielo absorta, en pleno éxtasis, con la palma de su mano izquierda bocarriba, mientras con la derecha empuña el arma “de destrucción masiva” por antonomasia: una pluma cuya punta esboza los renglones de alguna de sus obras sobre un papel.

Libros, vivencias, y más de cuatrocientos poemas convierten a Teresa de Ávila en uno de nuestros referentes a nivel literario, indiscutiblemente dentro de un marco puramente espiritual y religioso, que no desmerece su legado ni su indudable calidad artística a prueba del paso de los siglos, como queda demostrado con la celebración del quinto centenario de su nacimiento.

Pero sobre todo, queda el recuerdo de una MUJER, con mayúsculas, que supo liderar en tiempos en los que el género femenino se limitaba al servilismo obcecado, a la mirada baja, al consentimiento sin posibilidad de réplica, a la asunción de una superioridad del género masculino que, a día de hoy, aun cuesta Dios y ayuda superar a pesar de lo que se ha avanzado.

Una más que digna representante de su género. Señora valiente, emprendedora, innovadora y comprometida a una causa (de la que podemos estar más o menos cerca, eso es lo de menos) como pocas y pocos a lo largo de la historia.

Por todo ello, independientemente del tinte más o menos religioso que conlleve la efeméride, congratulémonos: celebramos el nacimiento de una gran mujer, que no es ni de Ávila, ni de Ahumada, ni siquiera de Jesús… es de toda la Humanidad.

Quiten el “apellido”, es simple y llanamente Teresa. Nada más… ¡y nada menos!