Cuando alguien dice que la situación que estamos viviendo tras las elecciones del 26J es más de lo mismo muestro mi discrepancia con el razonamiento.
Cuando alguien dice que la situación que estamos viviendo tras las elecciones del 26J es más de lo mismo muestro mi discrepancia con el razonamiento. Tras el 20D los amigos, los conocidos y también otra mucha gente con la me relaciono en mi trabajo diario preguntaban qué iba a pasar, si tendríamos gobierno o por el contrario habría que acudir de nuevo a las urnas como finalmente ocurrió. El sentimiento que se desprendía de esas conversaciones era la incertidumbre al tiempo que una cierta inseguridad sobre el posible resultado de esas nuevas elecciones inéditas en la historia más reciente de la democracia española.
La renuncia de Mariano Rajoy a aceptar la propuesta de investidura, comportamiento también inédito en la democracia española por cuanto tenía de desafío de las leyes de la gravedad de nuestra mecánica constitucional, abrió las puertas a una nueva propuesta que permitió a Pedro Sánchez poner en marcha el reloj de la democracia, ese mismo reloj que en estos momentos en manos de Rajoy no cuenta las horas como cantaba el bolero buscando alargar el tiempo desesperadamente.
Todo ello sirvió para que quienes habían apostado desde el minuto cero por una nueva convocatoria electoral se sentaran tranquilamente en la puerta de su casa a ver pasar el cadáver de su enemigo. Mientras tanto hubo quienes alimentaron la ilusión de que otro gobierno era posible y se pusieron manos a la obra olvidando quizás el primer principio de la aritmética parlamentaria desde el convencimiento de que el interés general de este país iba a primar sobre los intereses partidistas. Todo quedó en eso, en una ilusión propia de la travesía del desierto en que se convirtió el deseo de unos cuantos frente a la firme oposición de quienes veían el mes de Junio como el tiempo más propicio para sus intenciones de expansión electoral.
Pero la nueva convocatoria electoral sirvió de poco para resolver las dificultades del primer principio de la aritmética parlamentaria. Hasta aquí las similitudes entre los dos procesos electorales que los españoles hemos vivido en apenas seis meses. El mínimo aumento de su rédito electoral ha situado a Rajoy y su partido en una difícil situación, aunque desde la noche electoral intentaran hacerlo pasar por una victoria incontestable y al balcón de Génova aquella noche me remito. Rajoy se ha visto obligado a aceptar, ahora sí, el encargo del monarca y se enfrenta a una travesía tan dolorosa como la que Sánchez transitó en los primeros meses del año. De cómo sea capaz de afrontar el reto de configurar una mayoría para la investidura dependerá el éxito de su intento.
Si nos atenemos a sus primeros pasos lleva camino de no ampliar el círculo de sus amistades parlamentarias por mucho que para la constitución de la Mesa se sirviera de amistades de una noche. Sus devaneos con Rivera y el nacionalismo de centroderecha no parece garantizarle el cielo que nos tiene prometido. De nuevo el Partido Socialista se convierte en el oscuro objeto de deseo en el que se centran todas las miradas. Los socialistas tenemos una posición que no es otra que la que fijó nuestro último comité federal y pasa por no votar a favor la investidura de Rajoy en primera instancia.
Son muchos los socialistas que ostentaron responsabilidades en este partido y en los gobiernos de España y distintas comunidades autónomas que se vienen decantando por facilitar la investidura de Rajoy en un ejercicio de política de Estado, siendo este el caso de González, Guerra, Bono y algún otro socialista de renombre. Otros, como Rodríguez Zapatero abogan por abrir un debate en el seno del partido sobre la investidura mientras al parecer la Dirección Federal no lo contempla. En un partido como el PSOE, donde las grandes decisiones en los últimos tiempos se han fiado siempre al debate y consulta a las bases, cobra todo su sentido la propuesta de Zapatero que no pretende ejercer un papel de autoridad moral sino tan sólo dejar en boca de la militancia una decisión tan trascendente como fue también aquella del pacto con Ciudadanos refrendada en las urnas de las Casas del Pueblo a propuesta de la Dirección Federal.
De no considerar estos planteamientos podría quedar la imagen de que los girasoles viejos no siguen al sol mientras que los jóvenes lo hacen mientras brilla y vuelven en la noche al punto de partida como se explicaba estos días en un artículo de divulgación científica del diario El País. A día de hoy la incertidumbre de diciembre ha mutado en hastío ciudadano y no conviene fatigar aún más los electorados más frágiles.
