Libertad: ficción y realidad

La ficción de que unos decidirán qué plataforma de 'streaming' se quitarán de la boca y otros decidirán que comida del día no estará sobre la mesa

Libertad: ficción y realidad
Libertad: ficción y realidad

Que el discurso de un rey descendiente de Franco, no hay saltos en la descendencia, solo anime a aplaudir al PP y a Vox da una información muy concreta de para quien habla ese rey que, él mismo, no se ha sometido todavía a la Constitución. Una monarquía, como unas derechas que apuestan por el neoliberalismo y la caridad. Pero neoliberalismo, ni siquiera liberalismo, pueden seguir con su defensa del individualismo por encima del ser social y en sociedad que es el ser humano.

No hay ricø que sea rico fuera de la sociedad, sin disfrutar o aprovechar el hecho social, de apoyos sociales o de necesidades sociales. Quien saca réditos de la vivienda es porque hay demasiadas personas necesitadas de una vivienda y no situadas en el dilema de por qué vivienda se inclinarán en el supuesto uso de su libertad. Las personas que no pueden comer más que una vez al día no toman esa decisión de comer solo una vez al día, en un supuesto uso de su libertad individual: se ven obligadas a comer cuando pueden y como pueden. La vivienda no deber seguir siendo un fondo de inversión ni un bien especulativo; tampoco los alimentos.

La ficción de que unos decidirán qué plataforma de streaming se quitarán de la boca y otros decidirán que comida del día no estará sobre la mesa, la ficción de que esto es un acto de libertad no es ficción, sino una mentira repugnante. Miren acá.

La libertad no es nada sin igualdad. El lema de la Revolución Francesa no son tres opciones sino una y única: la libertad no es nada sin la igualdad, y tampoco es nada sin la fraternidad; la fraternidad no es otra cosa que el amor consciente al otro por el hecho de ser un ser humano como nosotros mismos. El neoliberalismo observa la libertad como una simple libertad de vender como el vendedor quiera, una libertad que impide la libertad de expresión, a disentir y a protestar, y un mundo libre donde se podrían vender los propios órganos pero se prohibiría el derecho al aborto. Eso no es libertad.

Libertad no significa que todos estemos idénticos sino que todøs tengamos iguales derechos y que se respeten una derecho básicos y elementales para hacer posible la vida humana en unas condiciones que el consenso social acuerde como suficientes. A casi todøs les repugna la imagen de personas pasando hambre, viviendo en la calle o muriendo por falta de salud o con sufrimientos evitables. Digo a casi todos porque el cristianismo, por ejemplo, ve en la pobreza y el sufrimiento una prueba de vida y de santidad; es de acá desde donde parte la perversión humana de dejar que los pobres lo sigan siendo y sufran. El capitalismo afirma que el pobre es responsable de su pobreza. Todo el que no piense de esta manera será acusado de comunismo. Demasiado simple e infantil, ¿no?

Los antiguos fijaron en su diosa Fortuna, poderosa al mismo tiempo que caprichosa, la línea divisoria entre el rico y el pobre: la suerte. La suerte por sí misma, la suerte de una herencia, la suerte de unas circunstancias, la suerte de haber nacido con mejor inteligencia para determinadas cosas. No todo depende de nosotros; más bien son pocas las cosas que dependen de nosotros, aunque haya una mitología muy bien armada sobre el-hombre-hecho-a-si-mismo. No habría sitio para todos en la riqueza si todos los que decidieran ser ricos lo lograran: ahí está el problema. Llegaría, entonces, la violencia y la guerra: llega.

El desarrollo humano, si se puede tomar por tal, es el de los contratos sociales honestos y democráticos. Si se defiende la libertad absoluta que no sea solo la del mercado sino la libertad de la disidencia y la protesta también, o esa libertad será simple y llanamente mentira.

 

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