Lesbos, isla de amor y exilio

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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Es curioso –la psicología lo explica muy bien– como una palabra puede quedar asociada en tu mente a algo negativo o positivo. A principios de los 80, comenzaba a leer unos libros para adolescentes que trataban de los problemas de entonces –no muy distintos a los de hoy, eso sí, sin internet-: conflicto con los padres y madres, drogas y alcohol en la juventud, educación en los reformatorios… Uno de los más famosos sin duda fue Nacida Inocente, que luego dio lugar a una película protagonizada por Linda Blair, la célebre actriz de El exorcista. En la novela, la protagonista, Chris, recluída en un reformatorio, es violada con un palo por una de las reclusas del centro, de nombre Moco –qué horrible nombre leído en castellano–. Moco era lesbiana. 

A mis pocos años adolescentes, no tenía ni idea de lo que significaba Lesbiana y lo asocié a algo malo. Pero fui creciendo y otro día cayó en mis manos un libro de mitología griega, por aquello de que me gusta la astronomía, donde hablaba de una poetisa griega: Safo de Lesbos. Ahí descubrí que lesbiana venía de Lesbos, y que en absoluto tenía ningún significado negativo. Lesbiana, Lesbos, tenía mucho que ver con el sentimiento más bello del ser humano: el Amor. En este caso, amor entre mujeres.

Safo me quitó con sus poemas aquel condicionamiento negativo sobre el lesbianismo, pero hoy, ya mayor, en el ecuador de la vida, de nuevo la palabra Lesbos ha resonado dentro de mí como una campana. Y mira por dónde, también tiene que ver con el Amor, en este caso, su carencia. Porque es carencia y es fracaso amoroso con el prójimo el que miles de personas huyan de su tierra por culpa de la guerra. Pero el destino ha sido irónico, les ha hecho llegar a la otra orilla, la orilla donde vivía Safo, en Lesbos. Podríamos considerar que todas estas personas exiliadas, huidas de su país, son lesbianas también, porque ya pisan las tierras de la isla de Lesbos. Y el buey es de donde pace, no de donde nace. En cierto modo, comparten mucho con las mujeres lesbianas. Sufren la discriminación, unas por su conducta sexual, las otras por ser extranjeros. Son naúfragos.

Las imágenes del niño muerto en la playa todavía nos tienen helado el corazón. ¿Cuántas mujeres lesbianas en la Historia han naufragado en sus vidas? ¿Cuántas han quedado varadas en una playa, quietas, muertas en vida, sin derecho a ser libres solo por ser distintas, por ser mujeres que aman a mujeres? ¿Cuántas mujeres lesbianas han tenido que separarse –y duele, eso duele– de sus familias, cuántas tuvieron que casarse con un hombre, dejar sus ciudades, para poder vivir tranquilas y en paz? Es verdad que los tiempos han cambiado. Alguien dirá que al igual que existe un lobby gay, hay un lobby lésbico. Dirán que ya todo se ha conseguido… pero no es cierto.

Tal como en Europa nos créíamos que ya habíamos llegado a la cumbre de la civilización, ahora nos vemos construyendo verjas y muros para que los extranjeros no pasen. Igual sucede con las mujeres homosexuales: aún queda mucho, pero mucho para llegar a una verdadera igualdad. Porque ya se sabe: si eres lesbiana te vamos a discriminar dos veces: por ser mujer y por ser lesbiana. Lesbos de nuevo es la frontera. Es la isla de los sueños. La isla de la poetisa que amó a las mujeres. La isla del exiliado esperanzado que llega por la falta de amor a una Europa sin corazón. Lesbos suena dentro de mí, y espero que repique dentro de ti que nos lees sus versos, como una campana de alerta ante las injusticias que sólo sabemos cometer la Humanidad.

Inmortal celeste, de ornado trono,
dolotrenzadora, Afrodita, atiende:
no atormentes más con pesar y angustias
mi alma, señora,
Ven también ahora y de amargas penas
líbrame, y otorga lo que mi alma
ver cumplido ansía, y en esta guerra,
sé mi aliada.

(Safo de Lesbos)

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