La lectura es el último refugio frente a la soledad digital: el regalo que acompaña cuando la luz se apaga

Leer en familia no es un acto académico ni un gesto del pasado; es una experiencia profundamente humana

11 de diciembre de 2025 a las 11:44h
Un voluntario enseña a leer a un alumno en un colegio de Andalucía.
Un voluntario enseña a leer a un alumno en un colegio de Andalucía.

En un tiempo dominado por pantallas, prisas y una felicidad empaquetada en consumos inmediatos, un libro sigue siendo el regalo que libera. Libera la imaginación, el pensamiento, emocionalmente y del consumo rápido. Lo digo con la serenidad de quien no pretende sentar cátedra, pero con la urgencia de quien observa cómo la infancia enfrenta un cambio silencioso.

La pantalla entretiene, pero no acompaña. La tecnología no es un enemigo; el problema está en el lugar que le hemos dado. Las pantallas enseñan, pero no dialogan, no escuchan, no sostienen. Muchos niños y niñas crecen rodeados de contenido, pero vacíos de presencia. Las familias hacen lo que pueden, vivimos demasiado deprisa. Pero cuando la pantalla ocupa el espacio del encuentro, algo esencial se resquebraja.

Como docente, acompaño a la infancia muy de cerca y eso me permite percibir lo que sienten, lo que callan y lo que todavía no saben nombrar. No por falta de afecto, sino porque están aprendiendo a entenderse. Son pequeños detalles, momentos robados en los recreos, confidencias en el aula, que muestran la necesidad de tiempo, calma y compañía.

Miguel Ángel Martínez Pozo, con uno de sus ensayos.
Miguel Ángel Martínez Pozo, con uno de sus ensayos.

Con la Navidad como telón de fondo, reflexiono sobre el exceso de regalos y su efecto emocional; dar es un acto de amor. Pero cuando un niño o una niña lo tiene todo, corre el riesgo de no valorar nada. Y cuando la vida le niega algo -porque siempre llega ese momento- aparece la frustración, la ansiedad, la tristeza profunda e incluso esa sensación de no saber cómo seguir adelante. Ahí es donde la educación emocional y la presencia adulta marcan la diferencia.

A lo largo de mi trayectoria profesional, he visto adolescentes que no saben gestionar el “no”, el error o la decepción de una expectativa rota. Si la infancia no aprende a convivir con el silencio y la espera, la adolescencia se convierte en un precipicio emocional. Por eso defiendo el libro como herramienta afectiva, no solo cultural: leer enseña a esperar, a imaginar, a habitar el silencio sin miedo. Ahí reside el poder.

Leer en familia no es un acto académico ni un gesto del pasado; es una experiencia profundamente humana. Cuando un padre o una madre lee a su hijo, le dice: estoy aquí contigo y no tengo prisa. Ningún regalo material produce eso. Ninguna pantalla lo imita. Recuerdo que de pequeño siempre tenía un libro en la mesita de noche: no era un objeto de estudio, sino una presencia que me acompañaba y me hacía sentir que nunca estaba solo. Hoy no concibo mi hogar sin una pequeña biblioteca que conserve los libros que marcaron mi vida. Por eso insisto; un libro no es solo un regalo, es una llave para habitarse a uno mismo.

Mi reflexión no se limita a lo emocional. Como escritor e investigador, abordo la identidad andaluza en mis ensayos Andalucía, tierra de moros y cristianos, obra que va por su cuarta edición, y Los orígenes ocultos de la Semana Santa andaluza, que invita a despojarse de narrativas simplificadas y a reconocer la pluralidad histórica del territorio. En muchos pueblos, la esencia y la identidad se conserva con fidelidad a sus raíces, ofreciendo un valor añadido: la posibilidad de transmitir lo que somos porque un día lo fuimos. Pensar en uno mismo en un acto de libertad. Y la lectura es el laboratorio donde esa libertad se ensaya. Mis investigaciones inspiraron parte del proceso creativo de RIHLA, el viaje, un cortometraje escolar realizado junto con mi compañero Ismael Rodrigo Aguilar que nació en la escuela pública y que demuestra que la creatividad, la profundidad y la cultura no son patrimonio urbano, sino humano.

Esta Navidad, juegos, experiencias y tecnologías forman parte de la vida. Pero ningún regalo sustituye la presencia. Y un libro, cuando se regala bien, nunca llega solo: llega con tiempo, con calma y con compañía. En un mundo lleno de pantallas, un libro sigue siendo el único regalo que acompaña cuando la luz se apaga.

Porque cuando un adulto regala un libro, en realidad está regalando algo mucho más grande: tiempo compartido, presencia y un refugio donde poder quedarse a vivir.

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