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Conmovedor: más de 170.000 personas se han movilizado en Cataluña y han firmado para salvarle la vida a la vaca Margarita. Resulta que Margarita es una vaca indocumentada, no tiene papeles. Se ve que cuando nació nadie se preocupó de tramitarlos. Y según la normativa europea, desde el asunto de las vacas locas, vaca que no tiene papeles en regla, vaca que va directa al matadero para ser luego incinerada. Así de lacónico y cruel. Las demás vacas, salvo que sean lecheras o estén destinadas a la reproducción, también acaban yendo al matadero. Pero como van con sus papeles en regla su muerte no nos produce ni frío ni calor. Nos las comemos bien fileteadas y asunto concluido.

Algunas vecinas de Tortosa —población que todos conocemos porque es donde dicen los libros de geografía que desemboca el río Ebro, pero que a partir de ahora será más conocida porque es también la localidad donde ha venido residiendo la vaca indocumentada— han manifestado que a Margarita no se le toca ni un pelo del rabo. Como si se tratara de una vaca sagrada. Y es que estas vecinas llevan cuatro años alimentando al animalito y se ve que han acabado tomándole cariño. Mas como las autoridades no parecen ablandarse y siguen dispuestas a cobrarse la vida del animal sin miramiento alguno, finalmente la asociación Hogar ProVegan ha intervenido con “gran audacia en el asunto” —según destacaba estos días pasados la prensa nacional—, y en una operación realizada con nocturnidad han conseguido trasladar clandestinamente a la vaca desde Tortosa hasta unas instalaciones que tienen en la comarca del Priorat, poniendo a Margarita fuera del alcance de las autoridades veterinarias.

Alegan que las excesivas visitas que recibía la vaca en la finca de Tortosa —sobre todo de los técnicos de Agricultura, que debían ir con los cuchillos afilados— le estaban causando estrés y ansiedad —como los pavos cuando escuchan una pandereta—, por lo que el animal empezaba a padecer problemas de salud, de ahí su traslado urgente. Todo hace pensar que Margarita está ahora feliz en su nuevo hogar y, sobre todo, a salvo de los despiadados matarifes del gobierno regional de Cataluña —seguro que se enfadan no porque les haya llamado despiadados o matarifes sino por lo de regional, ya verán—.

En España existe el precedente de la vaca Carmen, que vive en Madrid, y que también iba a ser sacrificada por las autoridades veterinarias porque, aunque tenía papeles, había dado positivo en un test de tuberculosis, vaya por Dios. Los madrileños también se movilizaron y recogieron hasta 70.000 firmas que han servido para que finalmente las autoridades se compadecieran e indultaran al pobre bicho —con perdón—. De modo que Carmen vive feliz sus últimos años de vida en la capital de España, bien es verdad que en completo aislamiento respecto de otros animales dada su enfermedad contagiosa, pero agasajada de continuo por la gente de buen corazón que le salvaron la vida y que la visitan y obsequian con jugosos ramos de yerba fresca. No sabemos si se le aplicarán cuidados paliativos cuando llegue el trance final, pero todo hace pensar que no le faltará de nada a esta pobre vaca tuberculosa. En fin, que me encanta vivir en este país, antaño goyesco, y que de pronto parece haberse vuelto tan tierno y civilizado.

P.D.: Como decían en las películas americanas de mi infancia, los hechos narrados anteriormente son ciertos.

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