Siempre he pensado que soy un privilegiado por nacer en Andalucía, y también porque la vida me haya permitido desarrollar mi carrera profesional y mi vida en su seno, concretamente en la provincia de Cádiz (unas veces en la Bahía, otras en Jerez, y por último en el Campo de Gibraltar). Y lo digo con sincero orgullo, pues no conozco tierra que tenga mejores mimbres para ofrecer al ciudadano eso que ahora se estila mucho y que todos llamamos “calidad de vida”: Buen clima, buena gente, parajes fabulosos…

Sin embargo, quién sabe por qué extraño motivo, la que debiera ser Tierra de las Oportunidades en la actualidad se debate entre la miseria de muchas familias, el expolio al que la someten políticos sin escrúpulos, y la desidia y pasotismo de muchos, que aceptan su rol de “mero observador” en esta sinfonía de destrucción a la que nos someten día a día desde estrados y escaños.

Hay pocos lugares que reúnan las condiciones para ser la envidia del mundo. Pocos son donde confluyen dos continentes, donde se dan la mano tres países en un palmo de mapamundi con la rica mezcla cultural que eso conlleva. Españoles, marroquíes, gibraltareños… los tres podrían hacer de este maravilloso rincón un lugar de ensueño, como lo es Estambul, por ejemplo, ciudad donde Asia y Europa se funden, y cristianos y musulmanes se toleran.

Pensar que nuestra provincia, o en concreto el Campo de Gibraltar, se pueda convertir en un lugar luminoso y cosmopolita como la ciudad turca, por desgracia, es a día de hoy una quimera, un verdadero ejercicio de imbecilidad por nuestra parte. Porque no hay interés en ello.

A unos y otros, desde hace siglos, nos gusta más tirarnos puyas que trabajar en común por un proyecto que redunde en beneficios para todos, empezando por el propio ciudadano. El Estrecho tan solo tiene un interés puramente estraperlista, y si se puede fastidiar al vecino, tanto mejor. De una orilla o de la otra, impera la observación del ombligo propio, antes que tratar de llegar si quiera a acuerdos de mínimos… a un foro que, al fin, dejase atrás rencillas anacrónicas y políticas acomplejadas.

En el sur del sur, sobra un mucho de soberbia nacional y falta un poco de voluntad convergente. Y me temo que mientras sigan los mismos planteamientos de sinrazón encima de la mesa, todavía nos quedan más siglos que aguantar pateras, espeleólogos perdidos sin posibilidad de rescate, islas de Perejil, paraísos fiscales, contrabando, narcotráfico, delincuencia, bloques de hormigón en la Bahía de Algeciras, controles de verja con colas kilométricas bajo soles de castigo, exabruptos de gobernantes al más puro estilo John Wayne, etc., etc.

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