La sombra de la sociedad: los psicópatas

19 de noviembre de 2016 a las 00:15h

¿Cuántas guerras se han llevado sin sentido alguno por fines puramente económicos y egoístas, incluso en contra de una gran parte de la sociedad?

Sobre la psicopatía hay muchísimos mitos y ni siquiera los científicos se ponen de acuerdo para otorgarle una definición exacta. No hay ninguna prueba científica que demuestre si una persona es o no es psicópata, ni hay unas pautas rígidas comunes a todos ellos. Cada psicópata tiene su forma particular de serlo. ¿Complicado, no?

Pero lo cierto es que en este artículo no perderemos el tiempo en desmitificar ni analizar lo que la élite científica tiene entre manos acerca de la psicopatía en general. Ni nombraremos todas las características que se suponen que deben tener estos tipos para crear así una histeria jerezana. Más bien, nos centraremos en un tipo muy concreto de psicopatía: la que se ejerce desde el poder, específicamente, el económico –grandes empresas- y el político. Y para dar un poco de crédito a un mero artículo de humilde opinión, nos basaremos en las disertaciones de un célebre investigador canadiense: Robert Hare, pero esta vez iremos un poquito más lejos –dentro de las posibilidades del espacio que aquí nos conceden- que el programa de Eduard Punset.

Si bien no podemos encasillar a los psicópatas en una serie de características inamovibles, todos los investigadores coinciden que en todos ellos se da una cosa: la COSIFICACIÓN de las personas. Para los psicópatas, las personas son meros objetos o herramientas que les permiten satisfacer sus necesidades o llegar a conseguir sus metas. Y no sienten reparo alguno, ni culpabilidad. Comprenden racionalmente lo que está bien y lo que está mal, pero no perciben cómo esto afecta internamente a los demás. El sufrimiento ajeno simplemente no está en su conciencia. Carecen de empatía.

Cabe añadir también que, aparte de tratar a los demás como objetos, también existe una actitud parasitaria. Un psicópata se aprovechará de ti como una sanguijuela hasta dejarte seco. Jamás tendrá un interés genuinamente afectivo ni mucho menos altruista. Siempre habrá una razón detrás puramente individualista. Hugo Marietán, otro célebre psiquiatra, destaca que el único interés del psicópata es el poder.

Así pues, nos centramos en tres aspectos básicos de las personalidades psicopáticas: el poder, la cosificación y el parasitismo. Unidos esos tres en un solo individuo, ya podemos imaginar qué estará dispuesto hacer para conseguir lo que se haya propuesto. Desde manipular sistemática y fríamente, mentir, robar… en definitiva, perjudicar gravemente a cualquier persona o a grandes grupos. Si volvemos a la tesis de Hare, donde nos centrábamos en los psicópatas en el poder político y económico y observamos las circunstancias que tenemos actualmente, esto no nos suena muy ajeno, ¿verdad?

¿Cuántas guerras se han llevado sin sentido alguno por fines puramente económicos y egoístas, incluso en contra de una gran parte de la sociedad? Tenemos el caso de Iraq, por ejemplo. Todos sabemos que fue por el petróleo. Y ha sido a costa de vidas humanas. ¿Cuántos desahucios y posteriores suicidios ha habido, a causa de la corrupción de los bancos?  Después han vendido estas mismas casas nuevamente, enriqueciéndose no sólo de las nuevas ventas, sino del embargo que los compradores anteriores tienen que seguir pagando. ¿No es este un trato inhumano? ¿Por qué la ley no nos protege frente a esto? ¿Quizá porque se lleven un trozo del pastel? Se podrían poner miles de ejemplos, pero estos dos son bastante ilustrativos en sus respectivos ámbitos, el político y el empresarial. Y de cómo se aúnan muchas veces para acumular poder y riqueza. Ahí hemos podido encontrar a expresidentes en Gas Natural Fenosa o en Endesa.

Ciertamente, los bancos y muchas grandes empresas como Monsanto o empresas farmacéuticas parasitan a los ciudadanos, juegan con su bienestar, con su salud y con sus derechos básicos y se enriquecen a su costa. Las grandes fuerzas políticas mundiales también parasitan otros países menos capacitados militarmente para robar sus recursos y cuando se largan, los dejan en pleno caos. Todos ellos cosifican a otros seres humanos o a otras sociedades. No les importa las consecuencias ni el daño que han ocasionado. Y por supuesto, todos quieren el poder.

Hare defiende una tesis un tanto escalofriante. Los psicópatas son individuos que verdaderamente existen y buscan el poder. A través de las grandes multinacionales o de la política pueden conseguir lo que tanto ansían, es por ello que muchos terminan ahí, e incluso terminan colaborando unos con otros en un juego de favores. Ya todos sabemos el dicho: “El poder corrompe”. Pero también hay otra frase de José Mújica que dice: “El poder no cambia a las personas. Sólo revela lo que verdaderamente son”. Depende de la dirección que decidamos darle a ese poder. Por supuesto, no todos los que se encuentran en estos ámbitos son psicópatas o malas personas.

Hare define a los psicópatas como depredadores sociales: “Todas las acciones de los psicópatas tienen un componente depredador […] Es por ello que se encuentran donde hay más oportunidades […] Gracias a la posición puedes ejercer poder y control social.” Según él, sólo un 1% de la sociedad es psicópata. Hay otros estudios abalados científicamente que alcanzan un porcentaje mayor, pero ninguno sobrepasa más allá del 5%. Ahora viene la gran pregunta: ¿cómo es posible, que con tan bajo porcentaje, haya tanto mal en el mundo? Realmente una persona con poder puede dañar a miles, pero somos muchos en el mundo para que no podamos contra un 5%, e insisto que, en realidad, el porcentaje es mucho menor. ¿Cómo es posible que un sector tan mínimo de la sociedad pueda controlar el destino de tantas personas? Hare se plantea qué pasaría si los políticos dijeran siempre la verdad, ¿la sociedad los aceptaría?

Teniendo en cuenta todas las ya mencionadas comparaciones sociales, la tesis de Hare es muy acertada, pero ya dije que iríamos un poco más allá. Es propio de la ciencia querer buscar una razón empírica, palpable, a todo lo que ocurre en la sociedad. Y la maldad no iba a ser menos. Cuando decimos que este tipo de personalidad tan dañina está justificada bajo la etiqueta de psicópata, estamos diciendo que hay factores biológicos y educacionales implicados. Sí, ciertamente, si nuestro cerebro está defectuoso puede volverse impredecible conductualmente hablando –y conceptualmente-. Según muchos psiquiatras, el área de la empatía y del control de impulsos no funciona correctamente en los psicópatas. Por otro lado, si hablamos de factores educacionales, hablamos de los daños consecuentes que pueden tener las carencias afectivas, el maltrato y el abuso infantil, etc., que dan lugar a desarrollar trastornos similares. Uniendo el factor biológico y ambiental se da un cóctel perfecto, sin duda. Pero hablar de la psicopatía como un trastorno, sea fisiológico y/o conductual, quiere decir que puede tratarse e incluso en algún futuro, curarse. ¿Realmente puede curarse la maldad? Hay personas que no han tenido predisposición a ninguno de estos factores y no son buenas personas. Y las hay que sí han tenido una grave enfermedad mental e incluso traumas severos en su infancia y no por ello se han convertido en verdugos de otros. Los científicos no pueden todavía explicar exhaustivamente el origen de la psicopatía. Hay cabos sueltos que se les escapan.

Casi me atrevería a asegurar que en el mundo hay más de un 5% -al menos, por supuestísimo, más de un 1%- de personas que son crueles y negativas para la sociedad. Y éstas no están sólo en el poder más alto, también en el poder más cercano, desde un simple policía local corrupto o un juez de pueblo. Esa tendencia a aprovecharnos de la oportunidad para conseguir algún beneficio no falta muchas veces. Y no hablamos de decisiones aisladas, sino de acciones reiteradas en el tiempo. ¿Son estas personas también psicópatas? ¿O simplemente han elegido tomar ese camino, pese al daño colateral que dejen tras sus pasos?

Puede que nos cueste aceptar como sociedad que tenemos aspectos negativos y que no son una enfermedad o un trastorno, sino una decisión personal de cada uno. Hasta los mismos científicos dicen que no pueden encasillar a los psicópatas, habiendo distintos grados de psicopatía y diferentes formas particulares de presentarla. Esto, personalmente, lo encuentro muy difuso, sobre todo teniendo en cuenta que a la ciencia le encanta que sus hipótesis cumplan a la perfección todos los factores necesarios. Así pues, llegamos a la misma cuestión nuevamente, no podemos clasificar ni generalizar a las personas. Todos somos individuos y todos tenemos una visión y una forma de experimentar la vida subjetiva y única. Es imposible clasificar la maldad y las motivaciones de las personas en un trastorno que englobe a todos los demás. Cada uno tendrá sus razones. Existirán psicópatas, pero me temo que la cuestión no es tan simple.

Cuando llamamos psicópata a alguien inmediatamente lo estamos deshumanizando, lo consideramos algo ajeno a la sociedad. Pero no deja de ser un ser humano, aunque bastante desagradable. Existen humanos violentos y sádicos, aunque no nos guste. Esa parte de la sociedad está ahí. A las personas que hayan decidido fomentar lo bueno y lo positivo, les costará entender cómo otras personas no pueden pensar así. Intentarán justificarlas de mil formas, pero a pesar de todo, las personas –al menos casi todas- siempre tenemos capacidad de decisión. Y podemos decidir aquello que la sociedad considera inaceptable. Muchas de esas personas que ostentan el poder en el mundo se consideran por encima del bien y del mal. Para ellos, este límite no será más que una estupidez impuesta a los ciudadanos de a pie. Ya leí por ahí, en otro artículo, que al final el mundo no es nuestro, es de ellos. Nos consideran una migaja y no tienen escrúpulos en tomar las decisiones que toman, afecten como nos afecten.