Lo 'normal' está infravalorado

Una cadena nacional investiga cómo reparte la publicidad institucional la Junta de Andalucía; hay compañeros que aún se alegran de que otros colegas de oficio ganen premios; David Jiménez ha presentado en Cádiz, en la APC, después de la gran Velada, 'El Director', la obra que desnuda las vergüenzas del periodismo de hoy

Paco_Sanchez_Mugica.jpg.200x200_q100_box-190,0,950,760_crop_detail

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

David Jiménez, ex director de 'El Mundo' y autor de 'El director', ha presentado este pasado viernes en la sede de la APC en Cádiz su obra, muy crítica contra el 'establishment' periodístico actual. Fue presentado por la periodista de 'Diario de Cádiz', P
David Jiménez, ex director de 'El Mundo' y autor de 'El director', ha presentado este pasado viernes en la sede de la APC en Cádiz su obra, muy crítica contra el 'establishment' periodístico actual. Fue presentado por la periodista de 'Diario de Cádiz', P

En estas semanas ha habido una gran velada de la prensa gaditana para celebrar los 110 años de historia de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y se ha desarrollado en la capital, organizada por la propia APC, la presentación del libro El Director, del ex director de El Mundo, David Jiménez, una obra con la que deja al desnudo las vergüenzas del periodismo en España. La presentación del manual de David Jiménez para desengañar a futuros periodistas —a los de hoy ya se nos rompe el alma viendo que todo apesta casi en cualquier redacción— ha corrido a cargo de una periodista de las que hacen tener fe en este oficio, Pilar Vera, de Diario de Cádiz. Pero una cosa, como siempre, son los grandes profesionales, como la brillante Pilar, o el osado y no menos brillante Jiménez, y otra, los que parten el bacalao en el establishment del perronocomeperrobusiness.

En la última semana y media he recibido dos llamadas esperanzadoras. Por una parte, me pidió ayuda un periodista de un programa de una cadena de televisión nacional que prepara estos días un reportaje a fondo sobre el reparto discrecional de publicidad institucional, con especial foco sobre cómo maneja estos recursos públicos la Junta de Andalucía. No pude darle demasiadas pistas. La transparencia en este campo es nula. Salvo alguna cosa, que diría aquel. Toda una madeja de agencias públicas, agencias de medios que hacen de intermediarias con buenas comisiones, y un sinfín de coladeros para que nadie se llegue a enterar de cuánta tarta anual se reparten entre los grandes grupos editoriales. “Joly no te dejará ni que pases el dedo por el merengue de esa tarta…”, me llegó a advertir una vez un relevante dirigente del mundo de la comunicación en Andalucía.

Le cuento a mi colega que la situación no ha cambiado con el gobierno del cambio y que el veto y las restricciones a los no afines o a los que quieran buscarse la vida como independientes eran implacables antes y lo siguen siendo ahora. Hacen como que no existes, aunque compartan tus enlaces desde las cuentas oficiales de las redes. No te conceden entrevistas, aunque estén pendientes de lo que publicas y respondan desde los gabinetes de prensa a lo que no les gusta. También le cuento al compañero que en nuestro medio hemos recibido unos 250 euros al año en publicidad institucional de la Junta. Así, durante los últimos cuatro años. Tras resonar una carcajada al otro lado del teléfono, le digo que puede parecerle irrisoria la cantidad, pero aún avergüenzan e indignan más los movimientos de acoso e intento de derribo que ha habido por detrás en todo este tiempo.

¿Os va bien en la voz del sur, no…?”, llegó un antiguo gerifalte socialista de la provincia a espetarme con sorna tras denegarle amablemente una oferta de trabajo para convertirme en jefe de prensa de un ayuntamiento de la Bahía. “Bueno, estamos intentándolo…”, le dije, perplejo, sintiéndome como en una escena de El Padrino en la que había rechazado una oferta que teóricamente no podía rechazar. Con ese mismo tipo me había sentado seis meses antes a presentarle el proyecto y a pedirle que nos tuviera en cuenta en el reparto de la publicidad institucional. De aquel incidente han pasado ya cuatro años. La realidad es que contaron con nosotros dos meses, nos pagaron una miseria con cinco o seis meses de retraso, y se acabó. Llegó la oferta que no debía rechazar, y la rechacé. 

Con un millón de visitas al mes y millones de páginas vistas no existíamos a la hora de repartir las porciones de la gran tarta andaluza de la publicidad institucional. Y no existimos hoy. Hoy, ya con otras dos formaciones políticas ostentando el poder de la Junta de Andalucía, le cuento al periodista de la tele nacional que la cosa no ha cambiado y que el pastel se lo siguen repartiendo los mismos de idéntica manera: con total opacidad y arbitrariedad, sin criterios objetivos, sin que ni siquiera importe si tu audiencia está auditada o no, o el impacto que tenga, el alcance en redes sociales... Eso sí, principalmente bajo el amparo de grandes agencias de medios movidas al son de las directrices políticas: a estos sí, a estos no; a estos, tanto; a estos, cero. O camuflado todo mediante eventos, ya sean en formato foro, desayuno o galas de premios de chichinabo.

No sucede solo en la Junta de Andalucía, sucede en cualquier administración pública por pequeña que sea, pero es quizás la Junta, por el volumen de presupuesto que maneja, el paradigma de cómo se da respiración asistida a la falta de pluralismo, al periodismo servil y a las relaciones públicas menos públicas, mientras se asfixia al periodismo de trinchera y de servicio público. O directamente se estrangula al periodismo que quiera ser voz de una inmensa minoría. Y sobre todo, no existe lo que a cierto poderes fácticos no le dé la gana de considerar que existe. Y el político, claro, traga porque va en juego su supervivencia (léase, dinero y poder, no necesariamente por ese orden). Ni pasar el dedo por el filo de la tarta, recuerden. En la Junta, eso sí, se sigue adjudicando a dedo la Dirección General de Comunicación Social, como si verdaderamente hubiese interés en la dimensión social de los medios de comunicación, más próximos en muchos casos al gabinete de prensa partidista que otra cosa. 

Entonces, ¿por qué era esperanzadora la llamada? Bueno, pensar que un medio generalista se preocupa por estas cuestiones lleva a pensar que quizás está molesto porque no le dan la publi que cree que le corresponde; o que quiere más; o que, ojalá, tenga una motivación real por promover un debate nacional que aspire a la regulación definitiva de estas campañas pagadas con dinero público, provengan de donde provengan, y las reparta la administración que las reparta. El caso es que han contado con nosotros como fuente, un proyecto periodístico que a lo que se ha dedicado en cinco años y medio, pese a todo lo que farfullan quienes por sus oscuros intereses nos quieren muertos o afónicos, a una orilla y a otra —que es lo mejor que te puede pasar para saber que vas bien orientado—, es sencillamente tratar de defender cada día una filosofía de trabajo con la máxima profesionalidad, rigurosidad y honestidad.

Recibo otra llamada, hace unos días. Es un compañero del gabinete de prensa de Diputación. Me da la enhorabuena. A mí, como director del medio. Me felicita por el trabajo de mis compañeros Francisco Romero y Juan Carlos Toro, que han recibido una mención especial en los Premios Cádiz de Periodismo que concede anualmente la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC). “Siempre que te reconozcan los compañeros es muy bueno…”, me dice por teléfono, antes de contarme el motivo de su llamada tras la cortesía inicial. Y se me hincha el pecho tras esas palabras. 

Orgulloso de seguir vivos, de que podamos seguir intentándolo y de que, muy moderadamente, “nos vaya bien…”. Le comento que “claro que es de agradecer” porque, de alguna manera, “nos refuerza en legitimidad y credibilidad” por parte de una institución externa y que, a priori, no responde a otros intereses que no sean los de reconocer el fatigoso trabajo de emplearse a fondo para publicar una buena historia. Le cuento la anécdota de cierto medio que no dio ni una línea al conocerse los premios y finalmente, tras la gran velada de la Prensa 2019, acabó mencionándonos a regañadientes entre sus preciadas páginas.

Son tan pocos los que están dispuestos a pagar hoy en día por una buena historia periodística como los compañeros de profesión que en estos casos te felicitan por los reconocimientos de los compañeros y de tu medio. Solo por tratar de hacer las cosas de otra manera. Porque ya toca dejar de perseguir al político de turno para seguir alimentando ese periodismo declarativo de frases huecas. Porque ya toca dejar de soñar con que los políticos sean puntuales en esas ruedas de prensa que no suelen interesar más que a ellos para verse en la foto. Ya toca dejar de soñar con que coloquen publicidad institucional de interés general si les tratas bien o haces lo que ellos dices, que puede pasar incluso porque desaparezcas. Quizás si fueran muchos más los que volvieran a financiar una prensa útil, nos ahorraríamos la primera parte de este artículo y el poder político volvería a tenerle miedo al poder de la prensa, no al revés.

Quizás si hubiera más compañeros que se alegran de los logros de sus colegas de la competencia o que emplean la cita a otro medio como algo cotidiano y sano, no como una absoluta anomalía o algo insólito, todo sería diferente en este noble oficio que consiste, esencialmente, en poner en duda hasta si tu madre te quiere. O como dijo Meneses, al que citó Francisco Romero tras recibir la mención especial en los premios de la APC, “el periodismo es ir, escuchar, ver, volver y contarlo”. El periodismo, de ese modo, estaría en manos de los lectores, hecho por pequeñas grandes firmas con verdadera vocación y sano espíritu competitivo (saber perder), y habría muchos periódicos llamados El Normal, como David Jiménez cuenta en El director (Libros del KO, 2019) que quiso llamar al periódico de sus sueños. Lo normal, ya ven, está infravalorado. Si aún no han leído el libro de Jiménez, sean periodistas o no —futuros difuntos o muertos en vida—, corran a leerlo.

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído