El declive del reinado del PSOE de Andalucía: 'Susanismo' o muerte

Susana Díaz, en política desde los 17 años y un lustro como presidenta del Gobierno andaluz, afronta la reelección con una campaña de perfil bajo, personalista y con el punto soberbio de la que se sabe ganadora. Otra cosa es que los socialistas prolonguen su hegemonía después de casi cuatro décadas en el poder

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

FOTO ILUSTRACIÓN: MANU GARCÍA
FOTO ILUSTRACIÓN: MANU GARCÍA

Fue catequista, es bética, taurina con especial predilección por Morante de la Puebla, tiene un hijo (al que ha sacado en esta caravana de campaña mientras tomaba el bibe y veía el iPad), y cuando se casó, “con un tieso”, como ella ha llegado a definir a su marido, dio una vuelta en calesa por Triana. Cuando en 2012 un viejo zorro del PSOE sevillano, Fernando Rodríguez Villalobos, presentó a Susana Díaz Pacheco (Sevilla, 1974) como candidata a lideresa del PSOE andaluz, una vez que recibió las bendiciones de Manolo Chaves y, especialmente, de su padrino José Antonio Griñán —a los que ha asegurado que espera poder devolverles el carné del partido una vez que pase el juicio de los ERE—, la definió como una persona “con agallas” y “autoridad”, que conoce el partido “hasta el tuétano” y que sabe de práctica y no de teoría.

No en vano, esta abogada (tardó diez años en acabar la carrera), hija de una casta de fontaneros y criada en el barrio obrero de El Tardón, lleva en política desde los 17 años, cuando se afilió, no sin los reparos de su padre (“niña, no te metas en política”, le espetó), a las Juventudes Socialistas sevillanas. Desde entonces, no ha parado de ocupar cargos (dicho en el argot político, no ha parado de desempeñar puestos de responsabilidad) institucionales y orgánicos. Es lo que se dice una auténtica política profesional que ha sabido retorcer el colmillo hasta límites insospechados para seguir amasando poder y una suculenta nómina costeada con cargo al erario público (aunque recientemente haya declarado que apenas cuenta con 80 euros en su cuenta).

Concejal en el Ayuntamiento de Sevilla, diputada en el Congreso, parlamentaria andaluza, secretaria de organización, secretaria general andaluza, consejera... y primera mujer presidenta de la Junta de Andalucía en 31 años de gobierno autonómico. "Siempre he tenido claro que debería hacer una transición para el cambio que yo no podía protagonizar. El objetivo era pasar el testigo a otras generaciones que habían perdido muchas oportunidades", aseveró Griñán en agosto de 2013, cuando renunciaba a la presidencia del Gobierno andaluz y daba la alternativa a Díaz.

La sed de poder de ésta, desde entonces, ha sido casi insaciable, lo que incluso la llevó hace poco más de un año a plantar una agria batalla por hacerse con el control federal del partido. Un gato que finalmente se llevó al agua, contra todo pronóstico —Susana contaba con todo el apoyo del apparatchik—, el actual presidente del Gobierno Pedro Sánchez, que la arrolló en aquellas primarias socialistas. “A partir de ahora lo que nos queda es trabajar y arrimar el hombro”, declaraba Susana Díaz en la noche del fracaso en sus aspiraciones orgánicas a nivel nacional. “Es como la Cruzcampo: más allá de Despeñaperros, no gusta”, decían con mala baba sus adversarios políticos. “Tiene una capacidad de trabajo infatigable, lo que se propone, lo consigue, aunque esta vez no haya sido posible”, aseguraban sus afines.

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Mientras tanto en Andalucía, donde no ha tenido más remedio que volver a refugiarse después de meses de gestión en barbecho, la oposición le reprochaba haber desertado y haber antepuesto sus intereses partidistas a los de una región, la más poblada de España con 8,5 millones de habitantes, que sigue sin levantar cabeza. Con un PSOE cada vez más debilitado después de 37 años en el poder, Susana Díaz es ahora el PSOE andaluz. Con una estrategia de campaña de perfil bajo, con el puntito soberbio y sobrado de la que se sabe ganadora (aunque sea por la mínima o por incomparecencia de los adversarios), con el aire victimista para esquivar los ataques de sus rivales, y concentrada en preservar una mayoría suficiente para poder seguir gobernando (veremos con la complicidad de qué adversario político), podría decirse que en Andalucía ella es el partido.

Solo hay que ver la cartelería de esta campaña para el 2D para detectar que ahora mismo en Andalucía gobierna el susanismo, nada parecido al socialismo. Una proyección personalista, soberbia y casi todopoderosa que la ha llevado, por ejemplo, a reducir prácticamente a la mínima expresión a sus consejeros y consejeras de Gobierno en las dos últimas legislaturas. “Antes venía un consejero de visita institucional y los medios se volcaban, tenían empaque y autoridad, traían proyectos bajo el brazo; ahora cuesta hasta recordar sus nombres”, mantienen periodistas que cubren habitualmente la actualidad política andaluza. Su Susanísima, como también le conocen, practica eso que el periodista andaluz Carlos Mármol definió de forma magistral como peronismo rociero, un despotismo ilustrado, “donde cualquier nombramiento de carguito pasa por su mesa”, basado en los tópicos, el folklore y en un intenso asistencialismo maternalista que se ha beneficiado del destrozo social provocado por la Gran Recesión.

Sus políticas para combatir una de las mayores tasas de paro de la UE han sido parches-planes temporales de empleo que han tratado de afianzar año tras año a la clientela-electorado. Su cambio de modelo de productivo ha consistido en más kellys y camareros mal pagados, o en millones para que los ayuntamientos grandes y pequeños hagan contratitos de varios a meses a parados de larga duración. Su modelo de apoyo a los emprendedores ha consistido en el reparto de subvenciones imposibles de cobrar, atascadas y empantanadas en las mesas de burócratas de una administración elefantiásica; su revolución educativa ha consistido en más tecnología, más aparentar que todo progresa, a cambio de menos docentes y más fracaso educativo; su apuesta por los jóvenes ha consistido en más fuga de talento. Su joya de la corona, la sanidad pública andaluza, no ha dejado de desmantelarse mientras crecían las listas de esperas y el descontrol organizativo de los profesionales; su televisión, Canal Sur, sigue impasible al peso de los Juan y Medio, las cupletistas y la presencia casi omnipresente de todo lo que rodea al Susanato

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Por lo demás, cuando la oposición le habla del macrofraude de los ERE, se hace la nueva, como si no llevara más de dos décadas al tanto de todo lo que se cuece en el partido a nivel sevillano y andaluz. “Llevo cinco años, no sé nada de eso”, ha venido a decir como un mantra. En este tiempo, en cambio, ha conciliado familias socialistas a golpe de ordeno y mando —integrando a aquellos que llaman del Antiguo Testamento, mucho de ellos procedentes de esa cuna del socialismo andaluz que es la vieja guardia de Alcalá, no le tiembla el pulso si tiene que dar gritos al otro lado del teléfono a una alcaldesa o secretaria general de provincias, y sonríe, abraza, palpa y agasaja a cada vecino y vecina que se cruza en su camino en cualquier acto oficial.

Fotos, fotos y más fotos. Y más sonrisas con sus niños, con sus parados, con sus vecinos de “su tierra”. Díaz se enfrenta a las segundas elecciones consecutivas que convoca de forma anticipada y afronta esta campaña con todas las encuestas a su favor, aunque su partido siga perdiendo fuelle. Parafraseando aquella frase de Gary Lineker sobre la selección alemana, la política en Andalucía es un sistema donde puede haber muchos partidos, pero siempre gana el PSOE. Prepárese, eso sí, si Su Susanísima considera que usted en algún momento la traicionó. Olvidada su etapa de catequista, Susana no perdona. Ella es el partido y solo gracias a ella, o eso piensa, las opciones de mantener la hegemonía de casi cuatro décadas en el poder andaluz están intactas. O eres susanista en Andalucía o no eres nadie. Que se lo digan a Pedro Sánchez, que ha preferido minimizar su peso en la campaña andaluza y dejar que Díaz controle sus listas antes que dar un puñetazo en la mesa y volver a enfrentarse con este hueso político duro de roer. El PSOE de Andalucía ante su periclitar: Susanismo o muerte.

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